Opinión

Un sueño hecho realidad

26 de febrero de 2018

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La Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET) fue creada el 27 de febrero de 1974, mediante un decreto presidencial; trascendente decisión que cumple 44 años y que constituyó la respuesta a una zona marcada por su posición de frontera, la más viva y dinámica entrada a la integración del área andina latinoamericana, y porque un centro de estudios de esta categoría  tiene un papel  primordial de cambio social y es la llave que abre las puertas de la modernización de los pueblos.

Fue el resultado de un trabajo de varios años de numerosas personas que a través de contactos personales con quienes podían coadyuvar a hacer realidad el proyecto, con la creación de escuelas, como la que funcionó en el Salón  de Lectura en 1937; escritos y declaraciones de prensa, cartas enviadas a jefes de organismos competentes y otros mecanismos de presión, mantuvieron vivo el deseo de que esta casa superior de estudios se creara. Pero fue en 1970 cuando tomó fuerza, al activarse el trabajo a través de un grupo de hombres y mujeres que dedicaron tiempo y recursos para movilizar a los tachirenses en la búsqueda de hacer realidad ese sueño, siendo el señor Carlos García Lozada quien con la donación de una extensa porción de tierra, dio un paso al frente y anunció que ese aporte estaba dirigido a una universidad. Comienza de esta forma “el empeño tesonero, firme y decidido de toda una comunidad y no del esfuerzo de un hombre o grupo”, por lo que hoy “es la luz que vence las tinieblas en la zona de Paramillo”.   

El equipo humano que desde 1970 estimuló a todo un pueblo, lo encabezó el coronel Miguel Ángel Nieto Bastos. Días, noches y meses de gestiones, venció el pesimismo y posturas negativas de unos pocos opuestos al proyecto que era “el anhelo más caro de la colectividad estadal”. Se rompieron muchas barreras, siendo factor fundamental el apoyo de los tachirenses, que suministró el combustible con el que se mantuvo encendida la antorcha que guió los pasos del grupo y que cuando todo parecía un tropiezo insalvable, el 18 de febrero de 1974, a las 12 del mediodía, se realizó el paro cívico pro-universidad. Fue una acción histórica. Todos los estamentos socioeconómicos, culturales y políticos en los municipios se incorporaron. Los estudiantes fueron vanguardia poderosa del movimiento, convertido en un cuerpo de vigilantes cívicos en las calles. Finalizado el paro a las 6 pm con sabor a triunfo, se esperaba ahora que el Consejo Nacional de Universidades, previsto para el jueves siguiente 29 de febrero, considerase lo que había  sido una aspiración sentida para esta porción geográfica de Venezuela: su Universidad. Y en esa reunión se le dio aprobación, noticia que desató el júbilo. Se hacía realidad el tesón de un “grupo voluntarioso de hombres y mujeres que logró marcar un hito para la educación y el futuro del Táchira”. Se abría una nueva página para la historia de la educación, no solo del Táchira sino de la región andina y el país.

A estos años de distancia, recordamos  con gran respeto y aprecio a quienes trabajaron para lograrla: Miguel Angel Nietos Bastos, militar civilista, a distancia histórica y humana de los que ahora medran tras personajes divorciados de sus deberes ciudadanos, venezolanistas y democráticos, condujo con gran acierto el esfuerzo que plasmó nuestra universidad, y que  con nostalgia observamos que ese trabajo pareciera se ha borrado del subconsciente de los tachirenses de ahora y en especial de quienes se benefician de ella.

Las premisas de quienes integraron la conducción del movimiento, como el plan de estudios, veían una universidad “desparramada” por toda la geografía tachirense: la frontera con todas sus potencialidades, secuelas  y características específicas; la montaña alta, turística, agrícola y pecuaria; la parte llana, igualmente agrícola y pecuaria, así como la cálida y fría, donde la tierra aporta alimentos y rubros fundamentales para la subsistencia humana y la agroindustria. Se planteó una universidad para formar el recurso humano que requiere la zona y la región. No estamos al tanto si eso se cumple, lo cierto es que hoy lamentablemente la generación que asiste a las aulas de la UNET se forma en un momento en que el país no permite que el valioso recurso que allí se prepara pueda poner sus conocimientos y técnicas al servicio del desarrollo y crecimiento de su estado y su país, pues muchos están saliendo de su terruño porque se han cerrado las puertas que deberían estar abiertas  para que permitan ingresar hombres y mujeres a impulsar un mejor futuro.

Arturo Uslar Pietri escribía en 1981, en un texto que tituló Educar para Venezuela, un mensaje que pareciera vigente en este etapa turbulenta de nuestro país: “El designio de la universidad venezolana, en este tiempo, no puede ser otro que dar los hombres  que le van a permitir al país desempeñar un papel  importante en esta etapa de la humanidad, porque es el saber, es el conocimiento el que ha hecho que el mundo se transforme y es esto lo que ha estado detrás de las grandes revoluciones”.

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