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26 de abril de 2024
Ubaldo García
Cuando el Dr. Antonio Nicolás Briceño emigró a Curazao y Cartagena después de la estrepitosa caída de nuestra joven república en 1812, ya tenía planes organizados para tomar Barinas, allí algunos amigos y familiares comprometidos con la independencia estaban en aprestos y adelantaban los acontecimientos para la llegada del diputado y coronel Briceño.
En la ciudad amurallada lanzó la llamada “Proclama de Cartagena”, contrató oficiales experimentados para su ejército y con plata propia compró armas y municiones para iniciar la gesta que lo llevaría pronto a la muerte.
El plan para la liberación de la patria era entrar por Cúcuta, y después de tomar la Villa de San Cristóbal seguir hacia los llanos por el camino de La Concordia, San Josecito, Río Frío, Puerto Teteo, Guacas de Rivera y Guasdualito, mientras que en Barinas un grupo de hombres y mujeres tenían adelantada la sublevación.
Antonio Nicolás Briceño llegó a Cúcuta en los primeros días del mes de marzo de 1813. Traía a su esposa embarazada y a su niña Ignacia de 3 años de edad, y casi de inmediato pasó a San Cristóbal como una avanzada patriota, la verdad era que no quería estar atado a las órdenes dictadas por el Congreso de la unión neogranadina y mucho menos al liderazgo de don Simón Bolívar, un mantuano como él con mucho poder económico en el centro de Venezuela y con la llama de la emancipación prendida por dentro de su corazón.
Después de leer a los moradores de la Villa de San Cristóbal la proclama de Cartagena, que era la carta de navegación para el ejército, fusiló a dos españoles que en las calles quisieron burlarse de la propuesta patriótica y después cortó sus cabezas y las envió a Cúcuta para que Bolívar se enterara de sus convicciones en la idea de execrar a la raza española de los territorios americanos.
A finales del mes de abril de ese 1813, el llamado “Diablo” Briceño desobedeciendo la orden de presentarse en Cúcuta, toma la ruta de la montaña de San Camilo con su pequeño ejército cosmopolita y como dice su biógrafo don Mario Briceño Perozo, en esta empresa será su causa dos veces traicionada.
Por mucha fuerza y disposición que se tenga en estas campañas de independencia por territorios casi desconocidos, era muy importante la inteligencia y exploración de un cuerpo de avanzadas y descubiertas que aseguraran el comando central y efectivamente el gobierno español tenía mucho poder y dominación, no era fácil atacarlo con éxito. Briceño bajó por el margen del río Torbes hasta el Quinimarí y siguiendo por el camino encajonado entre las montañas cruzó el río frío hasta que el pie de monte se abre en terrazas aluvionales. En Puerto Teteo se entera que José Yáñez, el sanguinario español, existe en Guasdualito, entonces divide sus pocas fuerzas en grupos: uno va sobre las bestias mientras que el otro navega por las aguas del Uribante abajo. Dicen las notas de su biógrafo que en la hacienda de don Gervasio Rubio y después en el hato de don Francisco Antonio Fortul en las cercanías de las poblaciones de hoy de El Piñal, La Morita y Naranjales, los hombres fueron emboscados, unos pocos salvaron su vida y escondidos llegaron a San Cristóbal; otros murieron entre la selva y una docena con sus jefes amarrados fueron desembarcados en Guacas, desde donde siguieron por entre las sabanas hasta Guasdualito y Barinas, en donde la ley del Rey se cumplió. Era 15 de junio de 1813. Antonio Nicolás Briceño fue fusilado al amanecer de aquel día. Unas tres semanas antes habían caído presos sus amigos que los esperaban y también fueron fusilados en Barinas.
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