Opinión

Una sola fuente de ingresos no es suficiente

26 de noviembre de 2023

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Francisco Corsica

 

Frente al bullicio cotidiano de un local comercial capitalino, se presenta un escenario intrigante y poco convencional. Cabe precisar que frente al local se coloca el medio de transporte que facilita una importante empresa de la zona a sus empleados. Aquí, la rutina se ve interrumpida por una interacción fuera de lo común entre un transeúnte y el dueño del establecimiento.

El peatón, en lugar de ser el comprador típico, se convierte en un proveedor inesperado. Sí, se trató de un intercambio de roles. La conversación entre ambos se convierte en un juego de oferta y demanda fuera de lo ordinario. El tendero, tan desconcertado como interesado, cuestiona al transeúnte: «¿Si trabajas en la empresa y todos los días te montas en sus autobuses, ¿por qué me ofreces estas tortas artesanales?».

Con una mirada directa y sincera, el transeúnte reveló su realidad: «Si me quedo con el sueldo de la empresa, no llegaré a final de mes». Sus palabras resonaron con una verdad cruda que atraviesa la vida de muchos empleados en este sector. A pesar de trabajar para una empresa privada, los salarios resultan insuficientes, como si fueran un ancla que impide alcanzar la estabilidad financiera.

Su historia tomó un matiz más profundo y conmovedor cuando compartió cómo se enfrenta a jornadas extenuantes. «Después de una jornada laboral completa, me veo obligado a preparar las tortas por la noche para venderlas tanto en la calle como dentro de la empresa. Es agotador, pero necesito cada céntimo. No puedo permitirme quedarme inactivo», expresó.

El panorama económico, según las actualizaciones del Observatorio Venezolano de Finanzas, revela una brecha significativa entre los ingresos del sector privado y público. Los salarios promedio en el sector privado rondan los 200 dólares, pudiendo llegar al doble en el caso de los cargos gerenciales. Por otro lado, el contraste se hace evidente al compararlo con el del sector público, que no alcanza los 4 dólares mensuales.

Pero esto no es todo. En un país donde los ingresos están completamente desproporcionados frente a la voracidad de los precios, las estadísticas del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros pintan un panorama desolador: una familia de cinco personas requiere, únicamente para alimentarse, la abrumadora suma de 493,53 dólares en tan solo un mes.

Esta disparidad desgarradora entre lo que se gana y lo que se necesita para cubrir necesidades básicas no solo es un número en una página, es el pulso de una población que se enfrenta a diario a una encrucijada financiera. La brecha insalvable entre los ingresos y el costo de subsistencia se convierte en un reto abrumador para cada ciudadano.

Semejante realidad evidencia una situación alarmante para quienes, como el peatón, se ven obligados a buscar alternativas para sobrevivir. Estos testimonios son un eco de una problemática que trasciende estadísticas y números, sumergiéndonos en la cruda realidad de aquellos que luchan incansablemente por mantenerse a flote en un mar de dificultades económicas. La lucha por la estabilidad financiera se convierte en una batalla cotidiana, donde el sacrificio y el agotamiento son moneda corriente.

La importancia del trabajo es incuestionable. Enaltece el espíritu, otorga un sentido de contribución a la sociedad y brinda dignidad. Sin embargo, en circunstancias así, desata un dilema: ¿a qué costo? El agotamiento y la fatiga que surgen de una jornada laboral interminable para apenas cubrir las necesidades más básicas plantean una reflexión profunda sobre la calidad de vida.

De esta forma, uno de los grandes pendientes de esta sociedad es lograr el equilibrio entre el trabajo y el descanso, entre la contribución a la sociedad y el cuidado del propio bienestar físico y emocional. Es una ecuación que parece desafiante en esta realidad. El cuerpo y el alma merecen un respiro, un espacio para recargar energías y encontrar satisfacción más allá de la mera supervivencia.

La complejidad de esta problemática económica exige un abordaje integral y audaz. Revalorizar los salarios y erradicar la pobreza se erigen como los pilares fundamentales para transformar la penosa realidad de los venezolanos. Sin embargo, alcanzar estas metas implica navegar por aguas turbulentas y sortear obstáculos colosales.

Revitalizar la capacidad adquisitiva de los salarios, tanto en el sector público como en el privado, no es una tarea que pueda lograrse de la noche a la mañana; requiere un enfoque estratégico y políticas económicas sólidas. Aumentar los ingresos sin desencadenar efectos adversos, como una inflación descontrolada o un aumento masivo en el desempleo, es un equilibrio delicado que se debe alcanzar.

Por otra parte, superar la pobreza se entrelaza intrínsecamente con el fortalecimiento económico y la revalorización de los salarios. Es un desafío monumental que, aunque conlleva riesgos y desafíos, es vital para dignificar la vida de millones de venezolanos atrapados en un círculo vicioso de necesidades no satisfechas.

Es triste reconocerlo, pero esta es una sociedad empobrecida. Recuperar el valor del trabajo no solo se traduce en un aumento salarial, sino en el restablecimiento de la confianza en la estabilidad laboral y en la posibilidad de vivir sin la incertidumbre de no poder cubrir las necesidades básicas. Es un llamado a una sociedad que merece más, que anhela una vida con mayores oportunidades y menos obstáculos, en el camino hacia un futuro próspero y justo.

Pero más allá de la constatación de la problemática, se requiere un compromiso real para generar cambios tangibles. Es innegable que este camino está sembrado de dificultades. No obstante, la inercia no es una opción. La mera contemplación de cifras desoladoras no puede ser el destino final. La recompensa valiosa de este esfuerzo colectivo sería que cada individuo recupere la posibilidad de tener un empleo con ingresos dignos, abandonando la necesidad de buscar ingresos adicionales a través de malabarismos económicos.

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