Lo único positivo que Maduro y los suyos podrían hacer es irse del poder. Permitir que de esa manera se abra una nueva etapa que facilite cambios políticos, económicos y sociales de fondo. Ya está bueno ya… como se dijo en otros tiempos. Este presente es un tormento y su prolongación sería un tormento más doloroso. Los jefes de la hegemonía llevan dos décadas deshaciendo a su antojo, y lo que tenemos salta a la vista: una Venezuela destruida, y urgida de ayuda humanitaria en medio de una bonanza petrolera. Nada de eso tiene ni la más remota posibilidad de cambiar, si está jefatura no se va.
Tienen que irse. Su tiempo se agotó. Recibieron las riquezas más colosales de la historia venezolana y transmutaron al país en una inmensa ruina. Ya forman parte de la peor historia de nuestra nación. Acábense de ir para que Venezuela pueda ser, de nuevo, una patria viable y soberana. No se trata de una exigencia de un sector o parcialidad política. Es un clamor nacional. Si hay algo que une a la abrumadora mayoría de los venezolanos, es la aspiración común de un cambio efectivo, nada de lo cual es posible mientras Maduro y los suyos sigan donde están. Tampoco es un antojo de circunstancia. No. Es una conclusión a la que se ha llegado por la crisis más grave e injustificada de gran parte de nuestra trayectoria histórica.
La Constitución formalmente vigente establece o dispone diferentes caminos para que Maduro y los suyos se terminen de ir. Y si son caminos constitucionales no pueden ser, al mismo tiempo, inconstitucionales. Ya se han invocado diversos de esos caminos que tienen pleno sustento en la Constitución. Hay que impulsarlos como mecanismos legítimos de presión para que los jefes de la hegemonía se vayan. Y esto es precisamente lo que viene haciendo el presidente interino, Juan Guaidó. El respaldo de la comunidad democrática internacional confirma la idoneidad de esa lucha.
Ya el país esta sumido en una violencia sin precedentes, como para que Maduro y sus colaboradores pretendan continuar en su poder ilegítimo, por la vía de la imposición, es decir de la fuerza, es decir de la violencia. Lo que Venezuela ansía es paz y justicia, pero ni la una ni la otra tienen cabida en el régimen que busca seguir imperando. Y si a alguien, a estas alturas, le quedaba alguna duda, siquiera mínima, sobre la necesidad impostergable de que se vayan, tenemos el caso de la negativa a recibir ayuda humanitaria, en especial medicinas, para una población que se muere de mengua. Esta podría ser la última descalificación, y una de carácter absoluto. Repito: váyanse… es lo único positivo que pueden hacer en Venezuela.
Fernando Luis Egaña