Francisco Corsica
Cada cierto tiempo nuestro país rebasa la capacidad de asombro de cualquiera. Bien se trate de un evento extraño, vergonzoso, inesperado o pintoresco. Quienes hacemos vida en esta parcela de 916 mil kilómetros cuadrados —si no incluimos a nuestro Esequibo— lo sabemos perfectamente. Los extranjeros disimularán un gesto pícaro cuando leen o escuchan sobre las peculiaridades criollas. Y claro, los comentarios de toda índole no se hacen esperar dentro de estas fronteras.
Fíjense lo curioso de vender una ilusión. Durante el mes pasado, Las Mercedes —en Caracas— se llenó más de lo habitual con personas buscando un local en específico. Hasta volverse viral en las redes sociales, se anunciaba que la famosa cadena internacional de cafeterías Starbucks abría su primera sede acá en Venezuela. No sonaba ajeno. Después de todo, poco antes Spotify agregó a Venezuela como territorio para prestarnos sus servicios. ¿Por qué no podía pasar lo mismo con la otra?
De esta manera, se empezaron a ver filas de gente para comprar la bebida caliente y tomarse el típico selfie con el logotipo a sus espaldas en la primera sede de la franquicia en nuestro país. Ya saben, para presumir un poco en las redes. Las cosas parecían marchar en orden hasta que Nestlé y la propia Starbucks desmintieron que allí se vendieran sus productos originales. Sabemos que el día de los inocentes estaba cerca, y aun así, no era para tanto. Quienes compraron allí fueron vilmente burlados. Lamentablemente, les vieron la cara.
Estuve tentado de acercarme a sus instalaciones para conocer la popular bebida. Me provocaba con solo ver las fotos y los vídeos. Gracias a Dios no fui otro estafado más. No faltará aquel que diga: “son la misma cosa, ambos sitios venden café, no es para tanto”. Pues sí, en esencia el propósito es el mismo. Una cafetería ofreciendo alfombras no podría hacerse llamar de ese modo. Pero si hubiera ido a cumplir mi intención del principio, hubiera adquirido un producto que no era aquel por el cual estaba pagando, pese a la similitud en el sabor, la presentación o cualquier otro detalle. ¿Ahora ven la razón del fraude?
Por otra parte, sirvió para conocer algunas tendencias. Dejando de lado el asunto de la piratería, comprobamos que una marca extranjera reconocida podría aumentar sus ingresos al abrir sedes en nuestro país. Antes de publicarse la verdad, el simple hecho de usar su logo y decir que vendían productos auténticos llamó la atención del público y no perdieron mercancía. El consumo venezolano va en ascenso y nos convertimos paulatinamente en un mercado más interesante para locales y foráneos. Tal vez sea prematuro pensar en estos términos, pero todo parece indicar que hacia eso vamos. Es un comentario mirando hacia adelante, no al presente.
No obstante, como tanto hemos señalado en ocasiones anteriores, un negocio exitoso no refleja necesariamente una economía nacional vigorosa o en una mejor situación. Sí, pudo llegar esta cadena a nuestras calles, pero en marzo del año pasado se fue Wendy’s. Es un caso puntual en una constelación de circunstancias opuestas o distintas. Menos si sus numerosas ventas las han conseguido engañando a los demás. El triunfo debería alcanzarse con honestidad y brindando calidad en el servicio, no de otra manera.
Además, somos una sociedad con suficiente historia cafetera y los libros contables de un sinfín de empresas están impregnados con olor a café. Es una de tantas identidades que revisten el propio gentilicio. La bebida nacional no tiene algo que envidiarle a la importada. Inclusive es mejor que varias de ellas. Pudieron generar cuantiosas ganancias sin recurrir a estas prácticas. Es más, se pudo fundar con sede principal en Caracas la competencia directa de Starbucks y Juan Valdez. Como decía Walt Disney, “si puedes soñarlo, puedes lograrlo”.
Lo que pudo ser una ventana abierta para reinsertar a nuestro país en el plano de la globalización, acabó siendo falso. Por si fuera poco, hicimos el ridículo en los noticieros internacionales con nuestra ficción. Triste, sin duda. Eso sí, no todo está perdido. Ya vimos que a la verdadera Starbucks —si decidiera invertir acá— no le iría tan mal. Ojalá en un futuro vengan y agreguen la semilla autóctona en su menú. De esa forma, se convertiría en una relación ganar-ganar para el productor nacional y para la cadena extranjera.