Alfredo Monsalve
En la misma medida en que Nicolás, el que hoy tiene el poder en Venezuela, se encuentra en una disyuntiva a raíz de la visita que le hizo el Fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) y que lo investiga por supuestos delitos de lesa humanidad, así mismo existe una inmensa mayoría de ciudadanos que estamos a la expectativa de si en este nuevo año 2022, termina la llamada “revolución”. Las esperanzas aún no se han perdido para que se acabe este yugo que vapulea a grandes y a chicos, a hombres y mujeres, a negros y blancos; en síntesis, a toda la población la tiene contra la pared. Son más de dos décadas, como mentaba mi abuela Candelaria González: “llevando leña pareja”. Ya estamos hartos de vivir de migajas. La gente está cansada. Los comentarios sobre el desastre económico-social y político, se quintuplican a la enésima potencia. La escalera del desarrollo venezolano nos conduce al foso del síndrome catatónico. Allí están los resultados que en este artículo no alcanzarían sus páginas para enumerar el desastre. Un ejemplo muy sencillo y recurrente: en algunas estaciones de servicio en el suministro de combustible, no aceptan bolívares (nuestra moneda), sino la divisa “gringa” o pesos colombianos. Al menos en algunos municipios fronterizos con la hermana República de Colombia. Una locura descomunal.
Pero, la demencia nos conduce más allá de lo irracional. Me comentaba un señor de la tercera edad que el régimen le deposita 7,00 bolívares en la cuenta “Patria” como pago de su pensión, y se preguntaba qué podía comprar con esa miserable cantidad. Entonces, no es que quien esto escribe tiene como meta mal poner al régimen de la debacle que vivimos. Otro desgarrador ejemplo es lo que está ocurriendo en el estado Barinas, Venezuela, con las “elecciones” para gobernador. Todo el mundo, todos los habitantes del Planeta Tierra tienen la vista puesta en esa entidad y lo que ha hecho el régimen para no “perder” ese bastión llamado “la cuna de la revolución”. Por Dios.
Dos preguntas obligadas: ¿acaso la gente es pendeja? Y ¿la oposición que hace? Yo no voy a opinar sobre los “líderes” opositores venezolanos. Que el mundo saque sus propias conclusiones. Lo interesante del caso es que, a mi modo de ver, y colocando nuestra fe en un adagio verídico que nos reconforta: “no hay mal que dure cien años”. En la historia mundial contemporánea, ejemplos hay a granel. Interesante sería además, revisar nuestra Constitución y contrastar algunos de sus artículos con lo que el régimen aplica o ejecuta en la mayoría de sus actos. Ahora, mientras Venezuela siga inmersa en está mentada “revolución”, les cuento, como es sabido, que seguiremos en picada. Otra inquietud que no me deja dormir, y veamos que la vaina no es cuento, es el hecho de que el régimen (incluyendo la cúpula militar), se dicen “antiimperialistas”, pero pactan con imperios. Allí tenemos a la vuelta de la esquina las relaciones con el imperio ruso, el imperio chino, el imperio iraní. Se jactan de hablar de soberanía nacional, pero estamos “invadidos” por cubanos, orientales, entre otras nacionalidades.
En definitiva, estimados amigos, si queremos salir de este modelo político, que nos carcome cada día más, debemos tener la paciencia de Job. Yo no creo en las invasiones (gústele o no) para acabar con un determinado régimen dictatorial, autoritario, oclocrático, etc. Creo en la autodeterminación de los pueblos. Pero con una dirigencia sólida, decidida, transparente, efectiva. Lo contrario es más de lo mismo. Allí viene el deseado Revocatorio presidencial. Independientemente quien esté en el CNE, es un hecho para salir de este modelo “comunista” obsoleto y retrógrado. Punto. Lo demás es paja. Las guerras no son buenas. Y repito el concepto de guerra: “… es el lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian, se matan; por culpa de viejos que si se conocen y se odian, pero no se matan”. Y culmino con una pregunta pertinente: ¿el 2022 será el fin de esta “revolución”?. Se abre el debate pues.
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