Por: Humberto González Briceño
El ejercicio de la praxis política como una lucha por el control del Estado plantea por lo menos dos dimensiones distintas en las que el político tiene que moverse.
Una de ellas es una caracterización fría y brutal del adversario y del contexto en el cual esa lucha se desarrolla.
La otra es mantener la moral elevada, el optimismo y la esperanza de sus seguidores que a pesar de la adversidad la victoria final es posible.
Una correcta caracterización es esencial en el diseño de una estrategia para la toma del poder.
Un mensaje que incentive la acción y la movilización es vital para ganar y mantener posiciones tanto en la guerra como en la política.
Pero existe una delicada y sutil frontera entre ver lo que es (realidad) y ver lo que conviene (deseo).
Los políticos tienen que hacer múltiples calibraciones y valoraciones de una realidad dada para plantear estrategias y tácticas que permitan trabajar con ella y eventualmente influir en su transformación.
Pero muchas veces en la formulación de estos análisis y estrategias hay que constatar niveles de dificultad que una masa no informada podría interpretar como una lectura pesimista llevando a la parálisis y no a la acción.
Esto es lo que conduce a que generalmente los políticos asuman un tono exageradamente optimista en su discurso y deliberadamente oculten a la masa cualquier elemento que pueda ser considerado como negativo.
Esta aproximación plantea varios problemas.
Uno de ellos es que tratando de desestimar niveles reales de adversidad el político termina propagando expectativas e ilusiones que luego son barridas por la realidad.
Otro problema es que el discurso optimista y esperanzador como elemento de propaganda termine siendo utilizado como insumo para el análisis en sustitución de la realidad contaminando cualquier intento serio de diagnosticar una situación.
Varias veces hemos explorado estos temas en esta columna porque continúa siendo una práctica recurrente por parte de los bandos enfrentados en la lucha política venezolana.
Falsificar la realidad es hoy un recurso propagandístico muy usado en Venezuela con el doble propósito de mantener convencidas a las fuerzas propias y promover la ruptura en las del adversario.
Haciendo abstracción de consideraciones de tipo moral podemos decir que es un uso de la propaganda que ha probado su utilidad a lo largo de la historia.
Lo que sí con casi total certeza se puede garantizar son los desastrosos resultados de ver lo que conviene y no lo que es la realidad a la hora de formular tácticas y estrategias.- @humbertotweets