Porfirio Parada
Eran casi las 6:30 AM cuando ingresaba al terminal de pasajeros en San Cristóbal. Era la primera vez que me trasladaba de San Cristóbal a La Grita en bus, quería asegurarme de no pasar ningún problema con el tiempo, no quería llegar tarde ni perdido, tenía un entusiasmo reservado, expectante. Era el clásico bus ENCAVA, se leía en uno de sus vidrios frontales El Cobre La Grita. Cuando arrancamos, había pocos pasajeros y solo con el transcurrir del viaje se fueron llenando sus asientos. El conductor no paraba a todas las personas que le sacaban la mano en la calle, pero sí lo hizo, muchos kilómetros después de Cordero. Era viernes de la semana pasada, me dirigía a La Grita para estar en la Primera Feria Cultural del Libro en la Atenas del Táchira, además que tenía planificado algunos encuentros y conversaciones con personas vinculadas con la cultura y las bellas artes de ese municipio.
Ese viaje era necesario. Necesitaba ver las montañas, la rutina de lo extraordinario, lo verde del terruño, los claros arroyos, el sonido de la mañana, las vacas en los montes, los sembradíos iluminados ya de día luego de la noche en neblina. Con estas montañas que hay aquí, si se quiere se renace. El relieve de las montañas unas con otras, las formas y texturas que ofrecen sus cultivos, la mano del hombre, la siembra, los camiones de carga, los campesinos, los girasoles, el arriero, el olor a campo. Necesitaba alimentarme del paisaje andino antes de encontrarme con el destino que marca estos días mi vida. Pensé por un momento que íbamos a parar en el Páramo El Zumbador pero el conductor siguió. Más que ver, sentí golpeada la carretera bajando hacia y después de El Cobre, sin embargo, opté por seguir mirando como turista, o como el que se va del país y vuelve mirando de nuevo las cosas. Cuando llegué a La Grita, consulté con dos personas, decidiendo subir hasta la Casa de la Cultura Don Pepe Melani en mototaxi por 5.000 pesos. El pasaje de San Cristóbal – La Grita está a 30.000 mil pesos colombianos.
Llegué a este recinto cultural y de las artes en La Grita, y me dispuse a contactar a las personas que me había comunicado previamente para el viaje. Me presenté en la Dirección de Cultura de la Alcaldía del municipio Jáuregui, conversé con su directora de apellido Duque (el apellido Duque muy famoso en La Grita, muchos cultores y artistas han dejado huella en la historia del pueblo) y con su equipo de trabajo, le escribí y le envié una nota de voz al cronista de La Grita y artista plástico Néstor Melani Orozco, me encontré con el director del Museo del Táchira Anderson Jaimes, saludé a Amarú Vanegas, Freddy Araque, Adolfo Segundo Medina.
Hubo una reunión corta entre las autoridades culturales de allá, nos conocimos entre breves miradas y pausas, hablamos de proyectos y toma cultural, hablamos de exposiciones y artistas plásticos, hubo intercambio de números telefónicos entre la invitación de un café. Me sentía contento por los primeros encuentros en mi viaje a La Grita. Luego me invitaron a disfrutar la programación de la feria, donde hubo venta de libros nuevos y usados, recitales y talleres de poesía, ponencias sobre patrimonio cultural y arte rupestre, inauguración de una excelente exposición de Pepe Camargo, proyecciones de cortometrajes por parte de la Escuela de Cine de La Grita y más.
El hospedaje fue en el Hotel de Montaña, con la arquitectura del legendario Fruto Vivas. En la primera noche conversamos con los poetas y promotores del libro. Hablamos de varios temas con un palo de miche por el frío. Yo estaba fascinado conociendo por primera vez estos espacios en la cúspide de las montañas. No sabía dónde o con quién iba a compartir el cuarto de habitación. Fue casi por elección fortuita e intencionada que compartí con la gente del “Rincón del Poeta” de San Juan de Colón, donde el poeta Eudes Alexander Moncada, con ellos, me quedé, durmiendo en la parte de arriba de una litera, que por cierto tenía mucho tiempo sin dormir en una. Éramos desconocidos de muchas formas, pero al rato, se transmitió una confianza suave e invisible que nos permitió compartir de la mejor manera ese fin de semana.
En mi segundo día estaba pautado mi visita a la casa del cronista de La Grita con la compañía de Anderson Jaimes. El maestro vive en el corazón del pueblo, cerca de las campanas de la misa, plazas y espacios religiosos, entre negocios y locales, carros, personas y motos subiendo. Pero antes de caer en detalles del encuentro, pude contemplar la mañana desde el hotel, con la tranquilidad del espacio, la serenidad que ofrece esta parte de la cordillera de los andes. Disfrutaba mientras observaba pero también pensaba, intentaba no pensar para solo sentir. Tomé unas fotos para el recuerdo. El bus rojo, nos buscaba temprano en la mañana. Debíamos estar listos. Bajábamos escuchando poesía de sus creadores. Uno que otro chiste pasajero. Yo insistía en mirar a través de los vidrios.
Llegamos a eso de las 11:00 AM. Por ahí. La casa es de las viejas casas andinas, el patio central entre habitaciones y cocina. Todo en esa casa es vida e historia: Materos, animales, cuadros de pintores, esculturas, sillas de madera, obras de arte, objetos, instrumentos antiguos musicales, materiales para pintar, óleo, una foto de Reverón, una obra Agustín Guerrero, una cabeza de toro. Anderson Jaimes conversaba con Néstor Melani mientras yo sacaba la cámara y empezaba a grabar, imágenes de apoyo, registros simples del espacio, sin alterar la conversa. Luego Anderson se fue y entrevisté al maestro sobre su experiencia con la lectura de libros, su vínculo con los autores, la palabra y la escritura.
Nestor Melani Orozco de tanto entregarse a la lengua, al mundo de las palabras, de la historia, el arte y la cultura, parece o es un sabio. Sus respuestas son recitales. Es un declamador en la proyección de sus ideas y sentimientos. El video ya se editó y se publicó, está en YouTube buscando en “Cuestiones de Lectura” estando dentro de su casa, pude realizar otro viaje dentro del mismo donde ya estaba. Me fui del lugar conociendo varias cosas, me fui con la experiencia en mi piel y en mi mente, me fui despidiéndome de su esposa que fue gentil conmigo. Seleccioné a Violeta Parra como la banda sonora de este capítulo audiovisual. Para muchos la más importante cantautora y artista folclórica chilena de toda la historia. Qué viva la Violeta también. Melani me obsequió su más reciente libro: “La Grita en otra memoria”.
Subí de nuevo a la Casa de la Cultura Don Pepe Melani, y durante el trayecto grabé algunas calles, esquinas, y esculturas del pueblo. Al llegar seguí conversando por cortos momentos con personas y artistas de La Grita: Oscar Duque, Jairo Duque, Josefina Rey, entre otros. El ambiente fue agradable, más que hablar escuchaba, en las paredes de este espacio cultural se pueden ver obras de los artistas plásticos Mario y Rafael Sánchez, retratos de personas del pueblo a cargo de Gerardo Duque. Conversando con Oscar Duque lo invité a mi programa de radio para hablar sobre la Escuela de Cine de La Grita, esa valiosa creación, formación y producción para jóvenes y adultos en el mundo de las artes visuales y cinematográficas, en la oralidad y lenguaje corporal, en la actuación.
En la noche volvimos a recitar en el hotel hasta las 2:00 AM. Esa noche sí bajó la neblina e hizo mucho más frío. La pasamos bien y creo que a los libreros les fue bien en la jornada. Al siguiente día, el día de cierre, fui el primero que regresó a San Cristóbal con la emoción arropaba. Fue un viaje necesario. Mi agradecimiento especial a mi familia que son incondicionales en mis cortos o largos viajes. Al Museo de Artes Visuales y del Espacio (MAVET), a Amarú Vanegas, Anderson Jaimes, a la Dirección de Cultura de la Alcaldía del Municipio Jáuregui, al Hotel de Montaña, al cronista Néstor Melani Orozco. Nos vemos en las montañas.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio.