Hogan Vega y Dorli Silva
Vivir y compartir un viernes santo en los andes venezolanos implica tener un día de recogimiento espiritual, donde la comunidad cristiana participa activamente en las ceremonias litúrgicas; se recuerda el sacrificio de Jesucristo con la solemnidad y el fervor propios de la tradición andina. Es un día para la reflexión personal y colectiva sobre el significado del sacrificio de Jesucristo en la cruz; es un evento central en la teología cristiana, interpretado como un acto de amor y redención divina. Se afirma que, a través de este sacrificio, la humanidad puede obtener el perdón de sus pecados y reconciliarse con Dios. Más allá de las interpretaciones religiosas, el relato del sacrificio de Jesús también resuena, a nivel humano, como una historia de entrega, sufrimiento y trascendencia.
Por tanto, los detalles específicos de su significado son principalmente una cuestión de fe y teología. De ahí que, teológicamente, existen interpretaciones diversas sobre cómo este sacrificio logra el perdón de los pecados. Algunas perspectivas se centran en la idea de una expiación sustitutiva, donde Jesús toma el castigo que la humanidad merecía; otras enfatizan el amor incondicional de Dios manifestado en este acto, o el ejemplo de sacrificio y servicio que Jesús ofreció.
Ahora bien, valorar el sacrificio de nuestro señor Jesucristo es tomar consciencia del significado de un viernes santo para las familias cristianas, donde sea considerado como un día que inspire a vivir con compasión y a valorar la vida. Es un día para reflexionar sobre el significado profundo del sacrificio que impulse a cultivar la compasión en el día a día. Que se valore cada instante de la vida y se la trate con la reverencia que merece. Es un día para recordar la importancia de la empatía y la solidaridad en las interacciones y decisiones. Este día inspira para ser más considerados con los demás y reconocer la belleza y fragilidad de cada vida.
En otras palabras, como seres humanos la vida presenta situaciones dolorosas que escapan al control de las personas. Se pueden experimentar pérdidas, enfermedades, desilusiones… ese dolor es una parte intrínseca de la existencia humana. Sin embargo, la manera en que se responde a ese dolor, la historia que se cuenta sobre él y la forma en que se permite definirlo, muestra la opción del sufrimiento. Las personas pueden quedarse ancladas en la amargura, el odio, la ira, o buscar maneras de aceptar, aprender y crecer, a través de la experiencia. La resiliencia, la búsqueda de significado y la conexión con otros pueden ser herramientas poderosas para navegar el dolor, sin que se caiga en el sufrimiento prolongado. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, se conserva cierto grado de libertad, acerca de cómo se enfrentan las pruebas. Se asume que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional; depende de si se acepta o se deja en el olvido. Es la mente la que enfrenta al dolor y suprime el sufrimiento.
Asimismo, el dolor es una experiencia física y sensorial, una respuesta a un daño real o potencial en el cuerpo. El sufrimiento, por otro lado, es una experiencia más amplia que involucra aspectos emocionales, psicológicos y existenciales, y es la respuesta cognitiva y emocional ante el dolor o una situación difícil. Es decir, el origen del dolor tiene una raíz biológica y se produce en el cuerpo, mientras que el sufrimiento tiene su origen en la psique, en la mente y las emociones. El dolor se puede aliviar con analgésicos o técnicas médicas, mientras que el sufrimiento puede requerir terapia psicológica o espiritual. El dolor es el sufrimiento físico, mientras que el sufrimiento es la vivencia subjetiva de la experiencia dolorosa, que incluye las emociones, pensamientos y la percepción de la situación. En consecuencia, se debe aceptar el dolor en cualquiera de sus manifestaciones, pero es condicionante ser fuertes y controlar las emociones y vivir en la fe, tal como lo enseñó nuestro señor Jesucristo. Se debe llevar de la mano de la paz espiritual y, por tal motivo, eliminar de la mente el sufrimiento; es una realidad para vivir en sana paz.
Disfrutar de un viernes santo, y de las tradiciones andinas, es vivir un ambiente de profunda reflexión y devoción, matizado por las tradiciones andinas propias de la región del Táchira. Si bien las celebraciones centrales giran en torno a la liturgia católica de la Pasión del Señor, se pueden observar algunas particularidades influenciadas por la cultura local; por ejemplo, el viacrucis es una de las ceremonias más importantes del Viernes Santo. Es común que se realicen representaciones vivientes de las estaciones del camino de Jesús hacia la cruz, a menudo con la participación de la comunidad. En San Cristóbal, estos viacrucis pueden tener un toque local, en la vestimenta o en la manera en que se representan algunas escenas.
Del mismo modo, escuchar el Sermón de las Siete Palabras, es meditar sobre las últimas frases de Jesús en la cruz; es un momento central en las iglesias de San Cristóbal. Los sacerdotes suelen ofrecer reflexiones profundas sobre el significado de cada una de estas palabras. Igualmente, en San Cristóbal, tradicionalmente se realizan procesiones solemnes en la tarde del Viernes Santo, para recordar el santo entierro de Jesús.
La gastronomía andina se caracteriza por la abstinencia de carne roja; en la tradición andina venezolana se suele consumir pescado y otros platos particulares durante la Semana Santa. Aunque más típico del Jueves Santo son los siete potajes, algunas familias en San Cristóbal mantienen la costumbre de preparar platos especiales, a base de pescado, también el Viernes Santo. Otra tradición andina es la devoción al Nazareno; si bien la gran manifestación de fe al Nazareno es el Miércoles Santo, la figura de Jesús con la cruz es central en la reflexión del Viernes Santo, y la devoción popular andina se hace presente en las oraciones y recogimiento. Existen otras tradiciones, como las peregrinaciones, que aunque no constituyen una tradición central en San Cristóbal como en otras regiones andinas, la fuerte conexión con la naturaleza y los lugares altos influyen en algunas expresiones de fe individuales, sin que se confunda el feriado con un llamado a la conversión y sea el inicio de una verdadera resurrección espiritual. Séneca señaló: “El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional. No importa qué, sino cómo lo sufras”.