La despectiva declaración causó desagrado, enfado. Ir a elecciones regionales, señaló una dirigente nacional, “es entregar todas las fuerzas acumuladas en estos días por unas migajas de poder efímero y ficticio”. Su propósito, deslindarse de la decisión asumida por la mayoría de los partidos opositores agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática de acudir a las elecciones de gobernadores, a pesar de los obstáculos del gobierno y de las sumisas instituciones como el Consejo Nacional Electoral. La infeliz declaración tuvo inmediata propagación en los reducidos espacios virtuales de los extremistas tuiteros y se podría comparar con ese rechinante ruido que se escucha en determinados lugares, generando molestias y negativo impacto ambiental.
La injuriosa asociación entre elecciones regionales y reparto de migajas de poder, seguramente forma parte del juego antipolítico de profetas nacionalistas que llevan atada al cuello la bandera patria para exhibir en heroicas tarimas donde se proclama todo o nada. Al leer la desafortunada declaración, emergió en la memoria la intervención de otro “dirigente nacional” que hace años, en cerrado escenario, comunicó a los asistentes que se enviaban los lineamientos a las provincias pues, deberían entender que en Caracas estaba el centro del debate y la producción política.
No asombran estas posturas, tal vez irritan un poco, pues forman parte de esa comparsa que tanto daño ha causado en la geografía cultural (y política) venezolana, al relegar a planos secundarios lo regional y lo local. Algunos suelen decir con candoroso (y peyorativo) tono, allá en el interior, en la provincia, en el país profundo. Se podría pensar que tal vez no han entendido el cambiante mundo de la globalización ni se han detenido a examinar los impactos socio-espaciales y territoriales de las tecnologías de la información y la comunicación.
Esa perspectiva se ha reforzado considerablemente desde la otra orilla, es decir, desde las altas esferas autocráticas y neo-dictatoriales que gobiernan a Venezuela al intentar imponer el centralizado control territorial, debilitando las administraciones estadales, municipales y buscando ejercer férreo y directo dominio del ciudadano a través del abominable carnet de la patria. Por eso, gobernaciones y alcaldías que no estén bajo su dominio, les estorban en sus estrategias de perpetuación en el poder. Las desprecian pero, por ahora, las necesitan porque han fracasado en todos los ensayos controladores como el estado comunal o la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente.
Y como tienen certeza que para la próxima contienda electoral no cuentan con el apoyo mayoritario de los electores, entonces acuden a las artimañas provocadoras del desencanto generalizado, promocionando las elecciones como una dádiva, una concesión a la oposición, es decir, una migaja de poder. Buscan desesperadamente la abstención y sólo tienen eco en esa otra orilla, donde se califica de efímero y ficticio este proceso electoral. Esta es una postura destructiva y antidemocrática.
Habrá que insistir una vez más, elegir gobernadores no es un acto menor ni las elecciones regionales un juego político provinciano. Tampoco es un regalo o una limosna del gobierno. Estas elecciones forman parte de las obligaciones constitucionales y los derechos ciudadanos, y en las actuales circunstancias podrían convertirse en un poderoso evento demostrativo de rechazo a ese espantoso desastre causado por la revolución bolivariana. En el futuro cercano, las gobernaciones serán pilares fundamentales en la reconstrucción de Venezuela. Por lo tanto, votar en las elecciones regionales es un compromiso imprescindible.
(Mario Valero Martínez)
@mariovalerom