Francisco Corsica
¿A quién de ustedes le resulta fácil resolver rápidamente grandes cuentas? Muchos se confunden. En el peor de los casos, responden lo primero que se les ocurre. Yo soy bueno en matemáticas, debo admitir, pero no siempre para los cálculos rápidos. Cuando no hay una calculadora a la mano o la pereza puede más que la fuerza de voluntad, toca tomar una hojita y darle solución a la operación. Hay que resolver. La mayoría de las veces ocurre así.
Uno de los grandes problemas de la educación —dentro y fuera de Venezuela— consiste en no volver prácticos los conocimientos adquiridos. Se quedan entre el libro y el cuaderno, como una abstracción de la realidad. Resulta que la vida demanda en ocasiones pericia y conocimiento. El propósito real de la academia debe ser prepararnos para eso, no para un examen que puede durar una hora. Las matemáticas, al igual que las demás materias, son para la vida, no para esos folios cuadriculados repletos de números y símbolos.
Observemos algo: estamos a pocos días de una reconversión monetaria entre el bolívar soberano y el digital y a la mayoría le cuesta dividir cualquier cifra entre un millón. No importa la edad, a casi todos les pasa. Sí señores, regresa el trajín con los susodichos ceros. ¿Recuerdan a la señora que se confundió en un programa de televisión en 2018? La pregunta era sencilla —quitarle cinco ceros a tres millones trescientos mil—, aunque los cálculos rápidos no son para todos.
«Deben ser como trescientos treinta mil. No, espérate. Si le quito esos ceros, serán más o menos trescientos. Son como… Dividido entre cien mil, treinta. Ya va, ahorita te digo. Serían unos… ¿Tres mil trescientos?». Algo así dijo a la audiencia de aquel canal. Trató de resolverlo rápidamente y no pudo. El resultado de la operación para ese entonces eran treinta y tres bolívares. Pero bueno, el que se encuentre libre de pecados que tire la primera piedra. No se rían porque ya veré a más de uno sacando cuentas en los próximos días.
Algunos dijeron al unísono: “¡Otra vez no!”, en cuanto se enteraron de la inminente emisión de un nuevo bolívar. Imaginarse aquel bochorno al estar convirtiendo es algo que muchos preferirían evitar. La ventaja es que casi ningún precio aparece reflejado en moneda nacional. En la capital, dólares. Por la frontera colombo-venezolana, pesos. Colindando con Brasil, reales. Y así sucesivamente. Quienes se manejen con esas divisas, no vivirán mayores inconvenientes. Al que se le deben tachar seis dígitos es al bolívar, no a las otras.
Sumémosle ahora que antes fueron cinco y ahora son seis ceros. Bueno, esta última debería ser más fácil desde todo punto de vista. Después de todo, un millón es uno y diez millones son diez. Considero menos complicada esta nueva modalidad. La forma que yo he usado en otras ocasiones es fijar el equivalente entre una y otra moneda.
Pongo un ejemplo: Si un millón de bolívares soberanos equivale a un bolívar digital, nueve millones de los primeros serán nueve de los segundos. Se respeta la equivalencia. ¿Vieron cómo se puede resolver? A mí me ha funcionado. Mejor dejo la explicación hasta aquí, porque si confunde convertir las cifras redondas como 70.000.000, ni hablar de hacerlo con 76.543.210,98 —serían 76,54 de los nuevos bolívares—. En casos como ese se nos enreda el papagayo sin remedio.
Los «entendidos en la materia», como diría mi abuelo, vaticinan que esta reconversión no gozará de larga vida. Indistintamente de su duración, debemos estar preparados para no caer desprevenidos. La banca y los comercios han venido desarrollando su trabajo para facilitar todo y el ciudadano de a pie debe hacer lo propio. Siempre será confuso por los precios volátiles que vivimos, pero debemos esforzarnos.
Espero que se hayan divertido un rato. De eso se trata. No somos calculadoras ambulantes, pero aplicar lo básico de las matemáticas puede ser útil para la vida diaria. Sustituir una moneda por otra no es algo que los Estados hagan a diario. Venezuela lo ha llevado a cabo dos veces en los últimos quince años y va para la tercera en los próximos días. Cierta destreza con las multiplicaciones y las divisiones no caería mal para estos efectos. Si no, consigan una tabla con la información suficiente para evitar desvariar en el intento.