Marco González, docente, escritor y poeta, es un tachirense con profundo sentido humano y social que ha dado lo mejor de sí por la educación y el nivel de vida de las personas. Este ilustre hombre, conocido como el Teacher, ha recibido múltiples reconocimientos y condecoraciones en su productiva trayectoria. Hoy cumple 99 años, casi un siglo de vida. Continúa haciendo historia
Bleima Márquez / @bleimamr
Casi un siglo de vida cumple Marco González, ilustre tachirense conocido popularmente como el Teacher. Un hombre cabal, en el sentido amplio de la palabra, que ha dejado huellas imborrables en su andar. Sigue edificando su historia.
El Teacher nació el 7 de abril de 1922, en una montaña de la aldea El Cuquí, cerca de Rubio, municipio Junín. En esas tierras andinas transcurrieron los primeros años de su existencia.
El pequeño Marco realizaba las tareas que normalmente eran asignadas a los niños en los campos. Llevaba leña a la cocina, y agua de una naciente, porque el preciado líquido no llegaba a la casa.
Para asistir a la escuela tenía que caminar entre 15 y 20 cuadras, pero lo hizo con agrado porque le gustaba estudiar.
El Teacher recuerda que en El Cuquí solo podían estudiar hasta tercer grado de primaria. Luego la maestra, basada en el desempeño, informaba el destino que cada chiquillo debía seguir.
Este hombre, de cabello plata y mirada dulce, recuerda que, al finalizar el tercer grado, la maestra del poblado reunía a los alumnos y a sus representantes para el reporte final. A algunos les sugería buscar un lugar para estudiar el cuarto grado, pero cuando veía que no reunían las condiciones para continuar, les decía que ayudaran al trabajo de la casa o la finca.
«Cuando llegó a mi nombre, le dijo a mi papá: A Marco Antonio González Muñoz me lo llevo para Rubio. Y así fue. Mi papá protestó y dijo: ¡Ay no! ¿Y quién me va a ayudar aquí en la casa y con los obreros?», recuerda con satisfacción y asegura que la frase de su maestra marcó su vida porque, de no haber sido así, ahora su destino y el de su familia sería otro.
A los pocos días, ese niño campesino estaba inscrito en el colegio María Inmaculada y allí cursó el cuarto grado. A pesar de su condición de campesino, no tuvo ningún inconveniente y en poco tiempo destacó. Una vez culminada esa etapa, Marco Antonio continuó en la escuela Antonio Ramón Silva, donde recibió excelente educación.
El docente
A los 18 años, la Normal Federal le otorga el título de maestro. Actualmente esa institución no existe.
En 1947, su destino fue Michigan, Estados Unidos, donde realizó su primer curso de inglés y mejoró lo aprendido con el profesor Candiales. En 1949 hizo su segundo curso en New York. Después continuó dando clases, esta vez en el Instituto Pedagógico de Caracas.
Luego, en el año 1962, retorna a Estados Unidos, en esta oportunidad con una beca otorgada por ese mismo país de Norteamérica para un curso de casi un año denominado Teacher professional improvement (mejoramiento profesional), en la Universidad de Texas.
Al retornar continúa con su labor docente en diferentes instituciones, incluso en la misma Escuela Normal donde estudió y en la Universidad Católica; además de la mayoría de los centros educativos privados de San Cristóbal y Táriba.
También impartió sus conocimientos en el liceo Simón Bolívar, centro de educación básica y diversificada donde dejó su rastro e innovó con tecnología de punta para la época. Allí brindó sus servicios por más de una década. Incluso creó un laboratorio para facilitar la enseñanza del inglés.
De esta institución pasó a la Zona Educativa, con el cargo de jefe de Apoyo Docente. En el año 1977 recibe la jubilación, pero sigue activo en su producción.
Luego de su retiro administrativo, el Teacher adquiere una finca en Los Naranjos, sector Chururú, hacia la vía La Fundación. Un buen día se detuvo a pensar en lo estancado que se encontraba el caserío llamado Pabellón. Era solo una bodega y una escuelita. “Aquí tiene que haber un liceo, una iglesia, una organización comunal”, se dijo a sí mismo y decidió regalar parte del terreno de su propiedad para el progreso de la zona.
Pero no se conformó con el obsequio, él canalizó y participó con trabajo y recursos en la construcción y equipamiento de esas instalaciones y otras obras más, como: la casa de las religiosas, el tanque de agua, una medicatura tipo II, y un jardín botánico. Además, hizo un parcelamiento para vender a módicos precios. Hoy un sector de la finca Los Naranjos es un caserío que lleva por nombre Marco González.
Para su entorno familiar es gratificante ver cómo sus exalumnos hacen manifestaciones de cariño y agradecimiento. “Lo admiramos muchísimo, su labor ha dejado una huella, no solamente en nosotros, también en sus alumnos. Cada vez que salíamos, antes de la pandemia, encontrábamos una persona que le decía profesor con cariño”, comentó su hija Ibette.
Creación editorial
Cuando el Teacher comenzó su actividad docente no había casi libros, eso lo motivó a idear mecanismos didácticos para facilitar el proceso de enseñanza – aprendizaje. Su inquietud lo llevó a elaborar libros cargados de pedagogía.
Ocho productos editoriales en total, de cuales dos son de su autoría y seis en conjunto con Gerd Gorne, profesor de liceos y universidades, originario de Alemania, de los cuales cinco eran para bachillerado y uno de libre escolaridad.
Sus libros, impresos por la Editorial Torbes – Diario La Nación, no solo fueron utilizados en Táchira, llegaron mucho más allá, cubrieron las necesidades de incontables estudiantes y docentes del Zulia, Mérida, Caracas, Trujillo y de muchas más entidades de la geografía venezolana.
El Teacher escribió otros textos, pero referentes al leonismo (leonísticas I, II y III), otra etapa de su interesante y provechosa vida. El último libro es la compilación de las columnas publicadas en Diario La Nación y su publicación fue electrónica, mientras que los dos primeros sí fueron impresos en papel.
Marco Antonio también forma parte de la Sociedad Bolivariana, y ha escrito valiosos artículos cargados de información histórica y belleza literaria. “Bolívar lo sabe todo”, “Bolívar en el Táchira”, “Visitas a la villa de San Cristóbal”, y “Bolívar, siempre Bolívar”; esta última es una de las obras más interesantes, porque la redactó en primera persona y pareciera que el mismo Libertador contara su vida.
Además, ha escrito una serie de poemas impregnados de sentimientos puros y sinceros, dedicados a su esposa, hijos y otros personajes.
La familia
En el año 1950, Marco Antonio se casó con Josefina Bustamante de González, a quien define como una extraordinaria profesora de Biología y Química. Ella también fue una maravillosa ‘leona’ y, al igual que el Teacher, brilló por su capacidad para ayudar a la gente necesitada.
De esa armónica y feliz unión nacieron cuatro hijos, todos profesionales: Elly, ingeniero petrolero; Ybett, periodista; Marco Luis y Lydda Marina, ingenieros electrónicos.
El amor, el diálogo, la solidaridad y la comprensión caracterizaron a la hermosa pareja que durante 62 años fue su compañera de vida y experiencias. El llamado de Dios al mundo celestial fue el motivo de la separación terrenal.
La familia ha ido creciendo, ahora el Teacher tiene siete nietos y cinco bisnietos, algunos no se encuentran en estas tierras andinas, rodeadas de imponentes montañas. Han salido a otros estados e incluso viven en otros países, pero eso no es impedimento para compartir. La tecnología ahora es su aliado y gracias a ella hacen tertulia familiar. “El último domingo de cada mes nos reunimos todos por videoconferencia”, dijo con una sonrisa dibujada en su rostro el sabio abuelo.
El leonismo
En el año 1991 comienza una nueva etapa, formar parte del Club de Leones. A los siete años asume la gobernación del leonismo en el distrito E1, que abarcaba Apure, Táchira, Zulia, Falcón, Trujillo, y las islas Aruba y Bonaire. Su gestión fue extraordinaria, así lo han calificado los mismos compañeros del club.
“Yo me siento contento de haber ayudado a orientar las funciones de los clubes y el trabajo de los leones”, sostiene con alegría, y afirma que nunca dejó de ser león, porque es otra carrera, pero más humanitaria.
Desde San Cristóbal Monarca, su club, ejecutó múltiples obras sociales en pro del desarrollo de las personas y los pueblos. Una de las acciones más destacadas, que recuerda con satisfacción, fue un programa que duró más de un año en una escuela que se llama Cedralito, en Capacho Viejo. “Nos dedicamos a un caserío en donde nos pidieron ayuda porque vieron que la escuela no progresaba”.
Mejoraron el comedor de los alumnos y profesores, crearon otra aula adicional, consiguieron que la alcaldía y Obras Públicas ayudaran al plantel. Dictaron cursos para los escolares. Llevaron ingenieros especialistas para asesorar a los campesinos, mejoraron las viviendas de los lugareños y la condición de vida de sus habitantes, lograron llevar el agua hasta sus cocinas. “Me acordaron cuando yo tenía que cargar el agua en una cosa llamada yugo, formada por dos potecitos”, revivió el Teacher esos momentos de su infancia.
Otras de las obras que dejó fue la recuperación y puesta en marcha de la casa donde funciona actualmente el Club de Leones, en La Castra. Comenzaron con odontología y fueron incrementando los servicios, actualmente funcionan 18 especialidades, más un laboratorio y algunos estudios de Imagenología. Todas las consultas a precios solidarios para los más necesitados.
Gervasiano
Entre los años 1949-1952, en el mandato de Marcos Pérez Jiménez, hacia la zona de Bramón, cerca de Rubio, la Ciudad Pontálida del Táchira, se consolidó un acuerdo entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela al fundar una escuela con carácter internacional, la Normal Experimental Gervasio Rubio, donde laboró como profesor de Inglés y por año y medio fungió como subdirector ad honorem.
Los profesores y alumnos egresados de esa institución fundaron una asociación de alumnos y profesores de la Escuela Normal Experimental Gervasio Rubio y a la fecha han efectuado 40 reencuentros, uno cada año, en una ciudad distinta del país. Hace cuatro años, el contexto país hizo suspender la cita anual, pero aún mantienen el contacto.