Regional
A los pies de la Virgen de la Consolación un solideo blanco bendecido por el Papa
14 de octubre de 2023
Nancy Porras
Un solideo (casquete que porta el Papa y los obispos para cubrirse la cabeza) fue colocado a los pies de la imagen de la Virgen de la Consolación de Táriba, por monseñor Mario Moronta, durante la celebración del 101 aniversario de la Diócesis de San Cristóbal, como regalo del papa Francisco.
Frente a los fieles, reunidos este jueves 12 de octubre en la Basílica Nuestra Señora de la Consolación, monseñor recordó que el 11 de septiembre fue recibido por el Papa en Roma y conversaron de temas que les incumbían a ambos.
Entregó tres regalos al Papa: Una medalla de la Universidad Católica, una imagen del Santo Cristo de La Grita y café tachirense, el cual aseguró guardar en habitación, preparárselo por sí solo y tomárselo.
Recordó monseñor que en el año 1985 visitó a Venezuela el papa Juan Pablo II y se quitó su solideo y lo puso a los pies de la Virgen de Chiquinquirá, y en 1996 colocó un rosario en las manos de la Virgen de Coromoto que todavía permanece en esa imagen.
“Nosotros le pedimos un regalo al Papa con el compromiso de ofrecérselo a la Virgen y llevamos un solideo blanco, se lo colocó y después lo bendijo y yo le dije que el día que cumpliera la Diócesis 101 años, como ofrenda de todo el Táchira lo íbamos a colocar a los pies de la Virgen de la Consolación, y así lo estamos haciendo”, expresó.
También colocaron una fotografía que testimonia la bendición del solideo que será ubicada en un lugar dentro de la Basílica como recuerdo de este día y como compromiso de orar por el Papa.
Reunidos en la misa
En la eucaristía celebrada en la Basílica y presidida por monseñor Moronta los fieles hicieron acto de presencia luego de ser protagonistas de una peregrinación que partió desde el Seminario Santo Tomás de Aquino acompañados por las imágenes de la Virgen de la Consolación y el Santo Cristo de La Grita.
Los feligreses caminaron hacia Táriba y se concentraron en la iglesia San Juan Bosco en el barrio Monseñor Briceño y luego tomaron la vía que conduce a la Basílica.
Cerca de las diez y media comenzó la eucaristía. En medio de cantos y las imágenes ubicadas al frente de los feligreses que decidieron acompañar a la Diócesis de San Cristóbal en su cumpleaños. Una iglesia del pueblo.
En la homilía, monseñor Moronta expresó que era propicia la ocasión para inspirarse en la escritura y hacer posible que todos “seamos capaces de entonar un canto de amor a la Iglesia de Jesucristo presente entre nosotros desde hace más de 100 años”.
-Se ama a la Iglesia -explicó- por haber recibido una herencia de trabajo por la justicia y la paz, se puede cantar mirando al futuro. La nuestra es una Iglesia que ha aprendido a trabajar por la justicia con lo que ello conlleva y significa.
“Las manos callosas de los agricultores, las manos marcadas por la ciencia, las manos amorosas de los padres, madres y abuelos, las manos consagradas de nuestros sacerdotes, hablan de la justicia, paz, y la misericordia que no dejarán de laborar para edificar la justicia”.
“No obstante, es verdad que existen personas cuyas manos están cuidadas por un guantín, que evita el contacto con las necesidades del pueblo, pero la Iglesia supo poner sus manos al servicio y protección de los más necesitados para sostenerlos y darles la caricia de la solidaridad”, agregó.
Al proclamar la Palabra, naturalmente, se grita rebeldía contra todo aquello que implique el menosprecio de los hermanos, el pecado de mundo, la oscuridad de la justicia y la opresión, la desvalorización de la familia y de la persona humana.
Rebeldía
“Es una Iglesia cuya boca ha gritado rebeldía frente al narcotráfico y la violencia irracional de los grupos irregulares, o ante la opresión de las mafias que nos quieren robar a nuestros niños y adolescentes para conducirlos a la prostitución o frente a mediocres y acomodados para aprovecharse de los demás”, sostuvo.
Subrayó que se tiene una Iglesia con sabor a pueblo, que ama las peregrinaciones y las identifica con el Santo Cristo de La Grita, bajo la protección de la Virgen María y no está escondida en las sacristías o temerosa por dejarse ver, está en las calles, universidades, donde hay sufrimientos y alegrías.