Regional

Al borde de la extinción la artesanía y cestería en El Abejal de Palmira

22 de febrero de 2020

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  • Gran parte de las ventas en la vía Palmira – Copa de Oro cerraron sus puertas y los viejos artesanos han muerto o se marcharon, decepcionados por la crisis que afecta lo que fue considerado como uno de los sectores de mayor prestigio y bonanza en materia de artesanía
  • “Las cosas no son como antes”, dicen, y hasta hay quienes pronostican la desaparición de la cestería, porque no existen figuras de relevo para mantener una tradición que pertenece a un pueblo y se ha mantenido por generaciones

Esto se acabó mijo. Las cosas no son como antes. Nadie compra. La gente viene, mira y se va. Muy pocos preguntan y, cuando les dicen los precios, inmediatamente se marchan, porque no hay plata para comprar nada”.

Estas fueron las palabras iniciales de Ana Rosa Chacón, vieja y experimentada artesana en cestería, que observa, con tristeza y melancolía, la casi total desaparición de lo que fue uno de los iconos del municipio Guasimos, en la zona El Abejal, próxima a Copa de Oro, Palmira.

Atrás quedaron los días de gloria y bonanza, cuando ese oficio era reconocido, apreciado y ejercido por no pocas familias, que a través de su trabajo creador obtenía el sustento diario y se esmeraban por mantener una competencia sana, en calidad y precios.

Fue la época en que El Abejal de Palmira tenía renombre y su presencia, con toda su creatividad, era obligada durante la Feria Internacional de San Sebastián.

Su participación en los desfiles de feria, con imponentes y artísticas carrozan, permitió a estos artesanos, varias veces, ocupar el primer lugar y ganar concursos, en medio de la admiración y reconocimiento de centenares de personas, que tenían mucho de qué hablar sobre las características de las espectaculares carrozas.

Sin puntos de venta

Ana Rosa Chacón muestra la casi abandonada calle y dice: “ya casi no existen ventas. Antes estaban por todos lados y la gente venía a mirar, a pasear y comprar, pero ahora ya casi no existen. Una que otra aquí y cuatro en la parte baja. Son contadas, porque ya no es negocio y la gente las mantiene más por amor, testarudez, y por mantener la tradición, que por las ganancias que esto deja”.

La artesana toma entre sus manos una cunita de madera que tiene a su lado y mostrándola expresa: “Eso casi no se vende”.

Se queja porque los antiguos puestos de cestería ahora albergan ventas de repuestos para carros o productos alimenticios colombianos, que son vendidos en pesos.

“Este era un sitio turístico y de gran renombre, también por su cerámica, dulces típicos y otras atracciones”, recuerda, mientras insiste en explicar lo que a su modesto entender son las causas de la crisis.

“A la gente le importa más la comida. Antes había más de 50 negocios en esta calle y hoy solo queda un puñado. Los de la parte de abajo”, reitera.

Ratifica que los precios son considerados como muy altos, pero se debe entender que el material cuesta y que desde hace más de un año escasea y esto ha aumentado su valor. Antes traían de la montaña los bejucos y la madera, pero eso prácticamente se acabó, porque son pocas las personas que actualmente se dedican a eso.

Esto se puede acabar

Carmen Morales también hace referencia a la crisis. Ve negros nubarrones en el horizonte.

Empieza mostrando una de las cestas que tiene a la venta y acariciándola dice: “Al bejuco y la madera hay que trabajarlos. Hay que limpiar y cortar, pulir, armar. Hay que trabajar duro y, además de eso, su precio no es económico: Un tercio cuesta 50 mil pesos: Se trata de bejucos y madera que traen de la montaña y a eso se debe agregar el costo de otros materiales, entre los cuales está el cartón, que lo venden en moneda extranjera. Una cesta pequeña se fabrica en dos horas y hay que sacar los costos de producción, que son altos”.

Se queja  porque no se consigue mano de obra. Los cesteros son artesanos que están desapareciendo. Los viejos son los que conservan la tradición, pero esta se  acaba, ni los hijos ni los nietos quieren saber nada de eso.

Antes pasaba de generación en generación, pero se ha roto la línea. El periodista pregunta a hijos y nietos de Carmen Morales sobre su disposición a continuar con la tradición familiar y la respuesta es negativa. No les llama la atención.

“Antes lo solicitaban a uno para dictar cursos y ahora no.  Aquí esta el Centro Artesanal y su actividad es poca”, recuerda. De hecho, los periodistas, a su paso por el lugar, solo atinaron a ver un puesto de venta, en condiciones que parecían precarias.

Cuando se le pregunta sobre la cantidad de negocios que han cerrado, dice no tener idea y refiere a un censo practicado por la alcaldía. “Quedan muy pocos, antes eran muchos”, comenta. Finalmente, considera que la crisis afectó fuertemente a la gente de la cestería.

“Ya no se puede casi trabajar debido a los costos, y por el constante aumento de los rublos, resulta difícil la reposición de la mercancía, sin sufrir pérdidas”, alega.

Explica finalmente que en la elaboración de diferentes objetos se utilizaba un material plástico traído de Colombia, que muchas personas confundían con el ratán, pero ya no se puede comprar por los costos.

“Necesitamos ayuda”

María (nombre supuesto, solicitó no suministrar su identidad) narra que son muchas las cosas que han cambiado en El Abejal y hasta critica la calidad de algunos artículos.

“Los sombreros tejidos se acabaron, los hacían con un tejido de siete líneas, eran obra de artesanos de buenos conocimientos y gran habilidad. Ahora son más sencillos, más simples, no es el arte de antes. Este sombrero no es el mismo que trabajaban los de antes. Era arte lo que producían artesanos como la señora Francisca, que aún está laborando”, manifiesta.

La mujer, con más de 70 años, confiesa que en su existencia nunca llegó a pensar que esto ocurriría, que la tradición desapareciera y un lugar como El Abejal de Palmira, dedicado a la artesanía y reconocido internacionalmente por eso, dejara de serlo.

A su criterio, hay indolencia y despreocupación. “Es necesario evitar que El Abejal se convierta tan solo en un punto geográfico, en la vía Panamericana, entre Palmira y Copa de Oro. Para ello se necesita la ayuda de los entes gubernamentales”, acota.

Piden mayor apoyo

“Que nos ayuden para la adquisición de los materiales, la promoción del lugar, la reactivación de la zona, que una vez fue calificada como la Ruta de la Cestería, y la formación de los nuevos artesanos para que asuman el relevo”, expresa la artesana.

“Necesitamos estimular y reactivar a los viejos artesanos, para que retornen al oficio con todos sus conocimientos y experiencia, y nos entreguen su magnífica creación”.

Que divulguen sus conocimientos y se incorporen al rescate de nuestras cosas de tradición, la artesanía, la cestería, cerámica y la dulcería, entre otras, para evitar que todo esto, que forma parte de nuestros pueblos, desaparezca y nuestra cultura se acabe”. (AH).

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