Regional

Al llegar el gas a Pozo Azul se armó la trifulca colectiva

3 de septiembre de 2019

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Es el momento en que los vecinos dejan de ser vecinos para convertirse en fieras salvajes, en franca competencia por un bien preciado: el gas. Es el momento en que las suspicacias diluían cualquier sentido comunitario, en virtud de la desesperación de carecer de un producto por meses, y por el cual en el mercado negro se pagan hasta 25 mil pesos o más…

Este sábado llegó, a eso de la una de la tarde, un camión de Pdvsa-Gas, con bombonas pequeñas, lo que no solo obligó a un cierre provisional de la calle dos del sector Pozo Azul, en el barrio 23 de Enero, sino que se armó un revuelo que a la larga se transformaría en trifulca.

A dos mil bolívares vendieron la bombona de 18 kilos. ¡Una ganga!, pues este lunes amanecería a 14 mil bolívares, es decir, una diferencia de ¡7 veces más! en el precio.

Los empleados de la compañía oficial y la encargada por la comunidad de coordinar el despacho no habían comenzado y ya se notaban cansados. Se debía ante la desalentadora perspectiva de lo que habría de venir: gritos, insultos, y rogando que las cosas no se fueran a los golpes. Toda una prueba de fuego para los nervios y el estoicismo.

De las desagradables experiencias de repartir en la calle, se ha tratado de aprender para mantener a la muchedumbre a raya, para tener paciencia y que “el pueblo se organice”.  Pero ya, desde ese comienzo, con los coleados que nunca faltan, el alboroto se vaticinaba, un alboroto que se esparcía por todo el barrio y servía para atraer más y más personas necesitadas de una bombona, así fuese la más pequeña. La urgencia y la carencia evidente en la carga de los camiones, frustraban cualquier intento de armonía.

Incluso se intentó colocar una barra para que uno a uno fueran pagando y llevándose el producto, sin aglomeraciones…pero la disposición de comenzar a vender primero las de boca pequeña, sin advertirlo previamente, dividiría a la cola en dos, y la otra vertiente estaría muy lejos de ser un todo ordenado: terminaría convertido en una muchedumbre agolpada contra  el vehículo, en la que los de atrás atropellarían a los de adelante, y muchos cargaban bien en alto las bombonas, con el riesgo de “ponérsela” en la cabeza a otros.

Ni la condición de anciano, menor de edad, discapacitado o de género, merecían especial consideración; todos debían hacer su respectiva cola. Pero esa condición tampoco los colocaba en minusvalía, si había que sacar fuerza de donde fuere para hacerse de su bombona, lo harían, defendiéndose con pies, rodillas, puños o uñas… a empellones o a punta de alaridos. Uno que otro grito nos indicaba que alguien estaba sufriendo daño físico, o una riña estaba en proceso.

Las de boca grande

Luego del maremágnum -y agotadas las bombonas de boca pequeña-, algo que se negaban a creer quienes, porfiados, no se movían del puesto ya ganado, avasallando a los encargados de la distribución del gas; tenía que seguir el turno para las bombonas de boca grande; no obstante, ya se habían formado dos colas, dos colas que reclamaban igual prelación, aunque en realidad una era anterior a la otra; pero esta la formaban quienes no se daban por enterados de que existía una previa.

Muchos llevaron sus bombonas de empresas como Táchira Gas o Duragás, que se distinguen por su color, y en las cuales desde hace un buen rato no se distribuye el producto. Fueron descartadas de inmediato por los empleados de Pdvsa Táchira-Gas.

La gente cuidaba en las colas sus bombonas, hasta con su vida; porque nunca falta quien, aprovechando el desorden, pretenda robarse alguna o “intercambiarla” por otra que no fuera de Emegás.

Pero la situación se tornó tristemente dramática cuando ya no había más gas, ni de las de boca ancha, ni la de boca pequeña… nada. Nuevamente a rogar que un apagón no desactivase sus cocinas eléctricas, en aquellos hogares que las tuviesen; nuevamente a buscar leña o consumir productos que no necesitasen ser preparados.

El milagro llegó a Pozo Azul ese sábado. La escena para nada es distinta a la que sucede en cada sector, donde se da una providencial aparición del camión. Una situación que se repite y que puede convertir a amigables vecinos en acérrimos enemigos. Pero, como dicen por ahí, “el pueblo es sabio” y tal sabiduría sanará esas heridas… tal vez.

Los nuevos precios

Este lunes, el Protectorado del Táchira anunció nuevos precios para las bombonas de gas: la de 43 kilos quedó en 32 mil bolívares, apenas unas cifras más abajo del salario mínimo, y la más pequeña en 14 mil bolívares. Pero, como muchos consideran, sin producto y con muchas mafias negociando en el mercado negro, en pesos y dólares, cualquier escala de precios solo hará aparecer las bombonas en fotografías de redes sociales.

Freddy Omar Durán

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