Regional

Alterna la docencia con un puesto de comida rápida

15 de enero de 2022

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Ramírez es docente. Desde su corazón siente que debe dedicarse exclusivamente a ser educador, pero este deseo no lo puede cumplir y hoy se las arregla a ratos con “carreras” y, en las noches, vendiendo perros calientes


Por Freddy Omar Durán
José Ramírez nació con lo que llaman la “vocación del docente”. La desarrolló mucho antes de terminar la secundaria y esa misma sigue en el fondo de su corazón, con ganas de dedicarse exclusivamente a ella, pero en vez de cumplir este deseo, hoy se las arregla a ratos con “carreras” y, en las noches, vendiendo perros calientes.
Licenciado en Idiomas de la Universidad de los Andes-Táchira, promoción 2012, se ha desempeñado principalmente en el Liceo Nacional Zorca, con un breve paso por el Liceo Simón Bolívar, y actualmente hace parte del plantel de profesores de la Zona Educativa.
Desde el principio de su vida productiva, Ramírez aprendió a valerse en multiplicidad de oficios, y tal vez no haya sido para él tan traumático la “alternancia” de trabajos; sin embargo, eso no mitiga el dolor de saber que hoy la profesión de docente sea una de las más devaluadas.
—Desde muy joven me llamó la atención el inglés, le daba clases a todo el mundo en Zorca y entonces me fueron saliendo unas suplencias en el liceo, donde me sugirieron que sacara la licenciatura. Yo también daba conocimientos de matemática, física y química. Fui integrador en 5 materias. Cuando yo estudiaba en la ULA, trabajaba en el Club Demócrata como ayudante de barra, tenía un negocio en el Centro Latino, pintaba casas, arreglaba zapatos y daba clases particulares, además de las que impartía en el liceo. Hoy en día quien no tenga 2 o 3 trabajos no vive bien— comenzó su relato.
Reafirma que la única y real razón para dar clases es la pura vocación, pues los estímulos salariales los declara inexistentes, y esto de alguna manera incide negativamente en la calidad de enseñanza que se ofrece en la actualidad.
—Hoy en día, muchos docentes están dando las clases por darlas, medio asisten y, además de todo, hay que soportar las presiones de las directivas de las instituciones educativas. El que está dando clase debe hacerlo bien, si no retírese— agregó Ramírez.
En su concepto, la situación del docente está por debajo de las demás profesiones y, además de no ser tomados en cuenta para mejorar su condición, se les obliga a laborar.
—Usted va a otras partes del mundo y el docente es el profesional que mejor gana y al que se le considera fundamental para el desarrollo de un país. Un médico o un abogado debe pasar primero por un profesor.
Su señora madre, un hijo de 19 años, estudiante de Contaduría, y una niña de meses hacen parte de su responsabilidad. Conoce muchos casos de colegas que han tenido que emprender en otros modos de subsistencia, con logros desiguales.
—Un colega mío estaba dedicado igualmente a la venta de comida rápida y tuvo que dejar el puesto porque no le alcanzaba para el arriendo. No le daba. Este trabajo de la comida es para los fines de semana y hay veces que vende y en otras no tanto. Otra compañera vende matas curativas en el mercado; otra, con el marido, se las ingenia con el comercio; otro profesor es vendedor ambulante de verduras, y otro más se las arregla con las tortas y los dulces— dijo.
Su oferta de comida no se limita a perros calientes y hamburguesas, pues incluye la venta a domicilio de mondongo; además sigue con sus clases personalizadas y “carreras” entre semana; pero considera que hoy, con el servicio de taxi, tampoco es que se alcancen mayores ganancias, menos con la gasolina y los repuestos en alza. Sí ha considerado la posibilidad de irse al exterior, y ha hecho la tentativa en Colombia, como pintor, pero ya una rinitis no se lo permite.
—Si me animo, me voy, para ver cómo solventa uno. Yo tengo una bebé y uno piensa en el futuro de ella, y el carro no está dando. Usted va a la línea y lo que hace son dos o tres carreras diarias, y ya usted está gastando en ese día unos 3 litros, o sea 6 mil pesos. ¿Y el aceite? ¿Y los cauchos?…
Lo que le depositan mensualmente por su trabajo de docente ya casi ni lo mira, porque “da risa”, y ni sabe a ciencia cierta cuánto está ganando, pues eso se gasta con una sola vez que se pase la tarjeta para adquirir tres o dos productos de la canasta básica.
—Con vocación no se come. Usted no se puede ni meter a dar cinco días de clase, ni tres, porque tiene que gastar en pasaje más de lo que gana. ¿Si a usted no le alcanza, qué va a hacer?

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