Mientras la luz viene y va, los comerciantes esperan que los clientes, tal vez escondidos durante los apagones; regresen; pero no solo pocos lo hacen, sino que deben enfrentarse a la cruda realidad de la falta de efectivo y del colapso de la plataforma bancaria.
Con alguna divisa extranjera en su bolsillo, tal vez los consumidores estén más entusiasmados de llenar las despensas de sus hogares; no obstante, con apenas dos o tres días sin ir de compras, su “resucitación” comercial los confronta con una dura realidad: precios elevados.
Rumores decían que precisamente el día del apagón se iban a hacer importantes anuncios económicos y que estos incluirían aumento de salarios. Sea esto cierto o no, la realidad indica que seguimos con el mismo salario, y que la dura crisis ha puesto a prueba la solidaridad del venezolano, e igualmente ha despertado el “canibalismo especulativo”
Con un salario mínimo de 18 mil bolívares, que casi la gran mayoría de venezolanos está ganando, apenas si unos cuantos productos de la canasta básica para una semana se cubren.
Ya sea que se movilice a través de un deficiente transporte público, ya sea que lo haga en su vehículo particular en tanto no sufra ningún desperfecto y esté abastecido de combustible, no falta quien esté dispuesto hacer una romería por supermercados, abastos, negocios informales, y el puestico vecinal del “tendero amigo”, tras el mejor precio.. y aún así las cuentas no cuadran.
7 mil bolívares en carne molida, más 4 mil de un paquete de arroz, más 4 mil de un paquete de harina, más 5 mil de aceite, más… ya no más, porque hemos sumando 20 mil bolívares, y todavía queda pendiente las verduras, las frutas, la charcutería (que por kilo y por si sola abarca el mínimo), los productos para el aseo, y pare de contar…
La luz regresó en gran parte del territorio tachirense; mientras que la plataforma no, lo que impidió que los bancos trabajaran con normalidad, y encendiera las alarmas de quienes sufrían sequía de efectivo, y ya habían constatado, para colmo de males, que en los establecimientos tampoco pasaban las tarjetas.
Tal vez a quien en su billetera no le falte algún dólar o peso, la contingencia no lo toma tan desprevenido, lo cual no ha sido óbice para que escandalice el comprobar que muchos productos están más económicos en Cúcuta, y eso no es de extrañar, en parte, porque precisamente lo que se adquiere aquí se trae desde Colombia. Por eso muchos, con un pasaje a tres mil bolívares, que a capricho del transportista puede subir al caer la tarde, prefieren echarse el viaje y adquirir sus mercados allá; cuando hace apenas unos meses salía más costoso para el venezolano. Esto se refleja en los inmensos bultos de comida y otras mercancías, que parten las espaldas y los hombros de los trocheros, adquiridos por venezolanos provenientes de diversas partes del país, muchos tal vez previendo una carestía peor.
Se pudo ver en Cúcuta este fin de semana, como los compradores venezolanos no esperaban ni que los camiones que transporta los artículos de primera necesidad pararan frente a los supermercados, para abarrotar sacos y sacos.
Freddy Omar Durán