La culminación de un año escolar implica planes y expectativas para los jóvenes a punto de recibir de recibir su título de bachiller. Para ellos es un momento crucial, esperado por mucho tiempo, y que al fin llegó. Es hora de celebrar y se estimula la imaginación para compartir con los compañeros.
También se espera con ansias participar el día central, en la misa de acción de gracias y en la solemnidad del acto de grado. Ese día, rebosa en los corazones de graduandos y familiares la emoción. Subir al escenario, recibir el título, estrechar manos y ser objeto de congratulaciones.
Un gran día que en este 2020 nunca llegó. La pandemia mundial y la cuarentena que inició en marzo impidieron que miles de bachilleres cumplieran este sueño. En los patios y pasillos de liceos y colegios no hubo el acostumbrado bullicio. El último timbre resonó en un espacio vacío.
Rubio, capital del municipio Junín, no fue la excepción. Los integrantes de las promociones de bachilleres también formaron parte de la estadística de jóvenes que este año se graduaron a distancia, en la modalidad que impuso la cuarentena.
“Importante es lo aprendido”
David Alexánder Sanguino Peñaloza tiene 17 años y recuerda cuando comenzó a estudiar el primer año de secundaria: “una experiencia novedosa que asumí con algo de nerviosismo. Graduarme era culminar una meta, soñaba con las festividades, con el acto académico”. Las circunstancias no lo permitieron.
No pudieron concretar nada, pues desde marzo comenzaron las clases a distancia y a medida que avanzaba el tiempo constataron que no se iba a realizar ninguna celebración con los compañeros. Este panorama no lo amilanó, así que decidió adaptarse y pensar que en el futuro vendrán cosas mejores.
Mantuvo un promedio de 19 puntos y ya cuenta con un cupo para estudiar Ingeniería Mecánica en la Universidad Central de Venezuela. Escogió la capital de la República debido a los problemas de transporte, conectividad y electricidad que afectan al estado Táchira.
Considera que con disciplina todo se logra y así lo aplicó durante los estudios a distancia: “Vivo en el sector ´El Canal´, donde no hay servicio de internet, y para entregar las asignaciones escolares debía caminar un kilómetro y medio hasta la casa de un compañero que me prestaba el computador para enviar las tareas”.
Su mamá emigró a Bogotá para buscar mayores recursos, pero dice que siempre está presente a pesar de la separación obligada; actualmente se encuentra con su papá, quien lo apoyó en todo momento para culminar sus estudios.
“Lo importante en la vida no es el final, sino el camino recorrido, lo aprendido. Las experiencias, los recuerdos y lo vivido quedan en la memoria. No haber hecho una celebración, no implica que no lo merezca, pues nos esforzamos y luchamos para adquirir el título de bachiller, primer escalón en la trayectoria académica”, manifiesta David Sanguino, quien con orgullo ostenta su franela de la promoción número 30 de la unidad educativa Colegio Los Andes.
Sin tiempo para despedidas
Mioreyin López tiene dieciséis años y un promedio de 20 puntos que mantuvo los cinco años del bachillerato. “Fue un momento triste saber que no iba a tener acto de grado, poder despedirme de mis compañeros de promoción, porque son muchos años de esfuerzo que se ven allí reflejados”.
Su tiempo lo dedicó a estudiar para obtener los mejores resultados, que siempre logró con notas sobresalientes. Le hubiera gustado aprender a tocar piano, pero fue algo que no pudo hacer. “Estudiar y mantener el promedio fue difícil por los cortes de energía eléctrica; cuando había luz adelantaba las tareas y así pude cumplir con todo”.
Tiene otro hermano, y su mamá es docente. Ella también quería ver a su hija graduarse en un acto formal, pero no pudo cumplir su sueño debido a la pandemia y al largo periodo de cuarentena, que aún no finaliza.
Comenzará a estudiar Contaduría en la Universidad Valle del Momboy, que tiene una sede en Rubio, su pueblo natal, pero también tiene planes de seguir la carrera de Psicología.
Junto al grupo de estudiantes había planeado hacer una fiesta, compartir los últimos días y celebrar el tradicional “último timbre”. “Nos quedó un poco de desilusión y tristeza”.
“Algo excepcional”
José Enrique Hantuch Acevedo tiene 17 años, se graduó con un promedio de 19 puntos. Estudió todo el bachillerato con un mismo grupo, tenía planificado culminar el año con las celebraciones tradicionales: una fiesta, el último timbre y compartir con sus amigos. Recibir su título en un acto académico, con todos sus profesores y acompañado por sus padres, que también se sumaban a este logro.
“Cuando inició la pandemia esperaba que pasara rápido, pero al ver que transcurrían los meses, llegó la desilusión, que compartí no solo con mis compañeros sino también con mis familiares y con los docentes, porque esperábamos finalizar como siempre se había hecho”, comenta este joven integrante de la promoción “Aquiles Nazoa”.
Intentaron buscar alternativas, pero fue muy complicado y no lograron realizar ninguna actividad, ni siquiera virtual. Con su espíritu animoso, lo tomó como algo excepcional, por ser la primera promoción afectada por una pandemia mundial.
Aspira a estudiar Arquitectura o Ingeniería Civil en la Universidad Nacional Experimental del Táchira, y después le gustaría realizar una especialización fuera del país, en caso que consiga una beca.
“Esto que nos ocurrió es una enseñanza, que cualquier circunstancia fuera de la rutina puede cambiar la dirección de nuestra vida; en este caso, fue del proceso enseñanza- aprendizaje y nuestro acto de grado. Todo cambia, aunque tengamos planes, nada es seguro y espero que mi graduación en la universidad sea el doble de emocionante de la que esperaba ahora”.
Un ciclo que se cierra para estas nuevas generaciones de jóvenes que muy pronto ingresarán a la universidad y le darán otro rumbo a sus vidas. Nuevos retos que deberán asumir con madurez. Mientras tanto, en la memoria quedan los momentos gratos y los recuerdos.
Por Norma Pérez