Regional

Barrueta: una leyenda viva de la educación en el Táchira

3 de octubre de 2020

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El 1 de octubre cumplió 50 años de trabajo ininterrumpido como profesor del Colegio Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, mejor conocido como Nazaret


Laura Sobral


La rectitud, el orden y la disciplina como principios. Temido por unos, amado por otros, admirado por todos. Delgado y alto, con su camisa impecablemente planchada, lentes de cristal grueso y un tono de voz imponente, siempre serio pero con un fino sentido del humor y memoria prodigiosa. A sus 72 años aún ingresa al aula de clase solo con una pequeña agenda en mano y lo básico para poder usar la pizarra, que llena una y otra vez con números y signos, en columnas separadas por líneas trazadas, más derechas que con una regla de guía.

Francisco Barrueta, egresado en Física y Matemática del Instituto Pedagógico de Caracas, en el año 1970, maestro de los de antes, de esos que enseñan una asignatura, pero en medio de los números y las fórmulas, forja carácter y siembra valores en los estudiantes. Tal vez el único cálculo en el que falla es en afirmar que ha tenido unos 20 mil alumnos de secundaria en distintos colegios y liceos, pues quienes lo conocen se atreven a decir que podría ser el doble de esa cifra.

El 1 de octubre cumplió 50 años de trabajo ininterrumpido como profesor del Colegio Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, mejor conocido como Nazaret. Sigue activo dando sus clases de Física y Matemáticas en este emblemático plantel tachirense, donde el profesor Francisco Barrueta es una institución, incluso ha educado a varias generaciones de una misma familia; hoy recuerda con exactitud nombres y anécdotas de sus estudiantes, de quienes habla con orgullo y afecto.

Una vida dedicada a la enseñanza

Francisco Barrueta contó que, cuando apenas estudiaba primer año en el Instituto Pedagógico de Caracas, comenzó a enseñar en el Liceo Aplicación, en la capital de la República. “Yo con el entusiasmo y las ganas de hacer, siendo apenas un estudiante, pues agarré esas horas para ganarme un dinerito y empecé a trabajar. También di clases en la Escuela Técnica del Norte, en La Pastora, y en el Instituto de Comercio Doctor Jesús Muñoz, en Los Teques”.

En mayo de 1970, al terminar los estudios universitarios, fueron llamados los de su promoción por el Ministerio de Educación, y con un mapa de Venezuela, grande, pegado en la pared, les pidieron que escogieran a dónde querían ir a ejercer la profesión; él escogió su San Cristóbal natal, a donde le asignaron 40 horas diurnas y 16 horas nocturnas.

Fue así como empezó de manera formal en la parte pública su jornada laboral, el 15 de septiembre de 1970, en el liceo Luis López Méndez de Táriba, municipio Cárdenas. Allí atendió a sus primeras generaciones de estudiantes tachirenses, y conoció e hizo amistad con la profesora de Castellano y Literatura, Lía de Valenzuela, quien trabajaba en el Colegio Nazaret, en su sede antigua. “Ella me dijo que en el colegio no había profesor graduado de Matemáticas. Me llevó y me presentó a la hermana española Isabel Garriga, madre superiora y directora, de inmediato me dieron el trabajo. Allí comencé el jueves 1 de octubre de 1970, y este jueves, 1 de octubre de 2020, cumplí 50 años de trabajo continuo en el Colegio Nazaret, esa ha sido mi casa, es como un matrimonio, para siempre. Ahí estudiaron mis hijos, ahí he pasado gran parte de mi vida”.

Sin embargo, paralelo a su trabajo en el Colegio Nazaret de Táriba, y en el Liceo Luis López Méndez, también tuvo un importante paso como educador en el Seminario Santo Tomás de Aquino, en Palmira, municipio Guásimos del estado Táchira.

Miles de estudiantes han estado sentados frente a él en las aulas de estos recintos donde trabajó; la jubilación del Ministerio de Educación llegó el 16 de diciembre de 1996, pero de ninguna manera significó el fin de sus actividades, 24 años después sigue religiosamente con su misión de docente, con la misma entrega de la juventud impetuosa de los años 70.

El profesor Barrueta no dudó en afirmar que la mayoría de las experiencias han sido buenas. “Los recuerdos malos los borré, no gasto memoria almacenando algo negativo o que no me agrada. Tengo cariño y orgullo por mis estudiantes, la mayoría de ellos hoy profesionales, gente de bien, esa es la más grande satisfacción”, expresó al tiempo que comienza a decir nombre tras nombre de muchos alumnos.

Sus estudiantes lo definen como admirable en el dominio de la física y la matemática, tan riguroso como brillante, nunca ha requerido de textos para sus clases, mucho menos de calculadoras, puede hasta corregir inconsistencias en un libro, y desarrollar cualquier planteamiento algebraico sin errores, despertó la vocación por los números en muchos, y en otros permitió comprender que, definitivamente, este no era su fuerte.

Un hogar ejemplar

Una vida dedicada a la docencia, con ética y pasión. En la gráfica, Francisco Barrueta junto a su esposa. (Fotos: Johnny Parra)

Mientras transcurre la entrevista y el profesor Barrueta accede a compartir su experiencia, desde la sala contigua su esposa, Deicer Zambrano de Barrueta, observa con el amor intacto. Una sonrisa de admiración le adorna el rostro, mientras los ojos se inundan por quien ha sido su compañero y orgullo durante 48 años de matrimonio.

La casa está impecablemente ordenada y decorada. Muebles, pinturas, imágenes familiares, flores y adornos, evidencian la dedicación y ternura de la señora Deicer, quien escucha atenta, ofrece café y corre a buscar fotografías del recuerdo de un largo camino recorrido que se proyecta aún con bastante futuro.

Se vuelve presumido el profesor Barrueta al hablar de su familia. “Llevamos 48 años de casados y seguimos, ella me ha aguantado”. De esta unión llegaron cuatro hijos que ya abandonaron el nido: Juli (la única niña), Oliver, Christian y Christhopher, además de seis nietos que hoy mantienen viva la ilusión. El maestro enumera a sus hijos sin obviar también los logros académicos, profesionales, familiares, de cada uno de ellos, está orgulloso de los frutos obtenidos.

“La educación ha cambiado, pero no hay tiempo para cansarse”

“La educación ha cambiado mucho”, manifestó con firmeza. “Antes era mucho más exigente. Los estudiantes no estaban tan distraídos con las computadoras, teléfonos celulares, calculadoras, se dedicaba más tiempo a estudiar, pero debemos continuar, hasta que Dios permita, tratando de dejar un legado y de enseñar lo que sabemos, es nuestro aporte”.

––Luego de tanto tiempo dedicado a la educación, ¿está cansado?

––¿Cansado?  Pues el cuerpo sí tiene un momento en que se cansa, pero de repente uno agarra ánimo, fuerza, bien sea porque se consigue en la calle con un representante, con un muchacho de hace mucho tiempo, que lo saluda a uno con cariño, le da un abrazo, le dice unas palabras bonitas, que gracias a los esfuerzos de uno, con los errores y las virtudes que uno pueda tener, influyó mucho en su desarrollo, se hizo profesional y está trabajando, y esas son las pequeñas cosas que a uno le hacen borrar el cansancio o algún sinsabor.

––¿A sus 72 años, por qué sigue trabajando?

––Sigo trabajando por vocación, por pasión, porque no es por lo económico, ya que el salario de un docente es de 4$ mensuales. El ingreso ya no es lo principal. Sigue vivo en mí el ánimo de tratar de enseñar a alguien lo que uno aprendió. Enseñar, esa es mi razón.

––¿Son 50 años, ¿y cuántos más?

––Yo todos los días pienso que, mientras tenga fuerzas, y tenga la capacidad mental, salud mental, que me pueda mover, que me pueda trasladar. Yo creo que seguiré. Pero eso lo decide Dios y la madre directora del Colegio.

––¿Qué piensa de la educación a distancia por la pandemia?

––Estamos pasando trabajo. Se puede tener la última computadora, el mejor teléfono celular, pero aquí la electricidad falla hasta 10 horas al día, no hay internet. Yo en mi casa pago el servicio religiosamente, pero no tengo internet. Mi teléfono celular no agarra algunas aplicaciones, por ejemplo, Zoom no me permite instalarla. Es difícil, uno tiene que inventarse, hacer de tripas corazón. Yo hago todo lo que se pueda, videos, escribo guías con mi puño y letra, doy la teoría y hago los ejercicios y los envío, para luego enviar las actividades evaluativas. Yo pido a Dios que esto pase rápido, porque yo considero que las clases presenciales son necesarias, a mí me gusta verle la cara al estudiante, si pone cara de alegría o de tragedia, pero por internet no sé y no veo al muchacho trabajando.

––Teniendo en cuenta la situación de Venezuela y la educación en el país, ¿cuál es su mensaje?

––Pedirle a Dios que tengamos mayor atención por parte de las autoridades hacia los docentes, las instituciones. Un país sin educación es un país que va al desastre completo. El Ministerio de Educación debe estar pendiente de las instalaciones educativas, da tristeza ver que mi liceo Simón Bolívar, donde yo estudié, esté acabado, luego de haber sido número uno en todos los sentidos. El liceo Luis López Méndez también está abandonado. Deberían funcionar otra vez las escuelas normales, darles salario digno a los docentes, que se sientan orgullosos y puedan cubrir sus necesidades en todos los aspectos.

Francisco Barrueta, el profesor de física y matemática de miles, el educador, el maestro. Una leyenda viva de la enseñanza en el Táchira, que aún tiene espíritu, fortaleza, lucidez y conocimientos para seguir haciendo vibrar a unas cuantas generaciones más.

Orgulloso muestra la identificación de sus inicios.

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