Regional
Biblioteca de la UNET: Reapertura parcial en medio de las dificultades
sábado 27 diciembre, 2025



“Un libro muy consultado es un punto de encuentro de generaciones enteras de profesionales formados en nuestras salas”, reflexionó Yoleida Medina.
La biblioteca “Dr. Lorenzo Monroy” de la Universidad Experimental del Táchira aún mantiene un ligero aroma a humedad, desprendido de los libros cuyas páginas continúan infectadas por hongos. Aunque en mayo de 2024 se logró la reapertura del primer nivel, la mayoría de las salas permanecen clausuradas.
Los rayos del sol entran por los amplios ventanales, las sillas de color amarillo vibrante contrastan con el cemento de las paredes de la sala de Información General. El sonido de los libros al abrirse sobre las mesas, los murmullos y las risas de los estudiantes inundan todo el primer nivel. Mientras tanto, el resto de las salas permanecen en un silencio profundo.
Desde 1975, el imponente edificio de tres pisos ha sido el hogar de cuarenta mil títulos: Desde publicaciones periódicas hasta trabajos de grado y ascenso. Los libros, encuadernados con percalina de colores y debidamente clasificados, aguardan por ser rescatados de la humedad y el olvido.
—La biblioteca debería ser la parte más importante dentro de la universidad porque es el corazón de la academia, el punto de partida de todos los profesionales —destacó Yoleida Medina, trabajadora del área de Procesos Técnicos—. Lamentablemente nos vimos en la necesidad de mantener cerradas las áreas más importantes del saber.
Los textos pertenecientes a la sala de Ciencias estaban encuadernados con percalina de color verde, por su parte los de la sala de Tecnología eran de color azul y los libros de Humanidades eran vinotinto. Algunos de ellos han sido restaurados y organizados en diversos estantes de la sala de Información General, otros esperan ser arreglados pronto.
Debido a la falta de presupuesto, el aire acondicionado del recinto no se pudo arreglar cuando se averió en el año 2019. Esta situación, sumada a la estructura hermética del edificio, creó el ambiente ideal para el inicio de la contaminación por hongos de algunas colecciones.
—Después de la pandemia, en el año 2020, la biblioteca estuvo cerrada alrededor de tres años y medio. La falta de limpieza y el encierro afectaron los libros —explicó Iván Darío Moncada, director de la biblioteca de la UNET, quien acumula 31 años de servicio—. El personal de limpieza se vio en la obligación de aspirar cada ejemplar, para después aplicarle un líquido especial. Esta era la única forma de recuperar el primer nivel.
La biblioteca reabrió sus puertas en mayo del 2024, gracias a la ardua labor de sus trabajadores y de las autoridades universitarias. El aire acondicionado sigue sin ser reparado; no obstante, los libros se han descontaminado poco a poco para volver a las manos de los lectores.
De acuerdo a lo señalado por Iván Moncada, en la biblioteca hay suficiente material pero desactualizado, la última actualización fue en el 2016. Además, varios libros fueron descartados debido a la contaminación y al cumplimiento de su vida útil.
Por lo general, todo papel administrativo tiene un tiempo reglamentario de diez años para su descarte. Los trabajadores, renuentes a aceptar la exclusión de los libros con poca demanda, decidieron crear una sala retrospectiva. Un proyecto que fue paralizado debido a los problemas ocasionados por los hongos y la polilla.
El recinto literario se distribuye en tres niveles que hoy cuentan historias opuestas. En el tercer piso se encuentran los textos dedicados a los temas de Humanidades, en el segundo piso están las salas de Ciencia y Tecnología. Ambos niveles cerrados, son espacios donde el aire se siente pesado y las personas no pueden acceder, por seguridad. Sólo pueden subir los trabajadores y el uso de tapabocas es obligatorio para evitar la exposición a los hongos.
La vida de la biblioteca se concentra en el primer nivel, grupos de jóvenes entran por la puerta principal de vidrio, saludan al personal y se dirigen a la sala de Información General. Separada de la recepción por una puerta a dos hojas de madera blanca, es una sala de techos altos, y enormes ventanales permiten la vista hacia la plaza Bolívar de la UNET.
A las afueras de la biblioteca, estudiantes con sus camisas de promoción ríen y se toman fotografías. En el interior, jóvenes de nuevo ingreso inician su camino: Una joven de arquitectura diseña un plano en una de las mesas redondas; unos metros más allá, un grupo de amigos se reúne entorno a un libro de matemáticas, otros rebuscan entre las estanterías y revisan los pequeños ficheros de madera.
—Antes se encontraban aquí los libros de cultura general y consulta rápida, como enciclopedias, colecciones de diccionarios e incluso revistas y periódicos. Pero la disponibilidad bajó por el presupuesto —detalló Yoleida Medina con un tono suave, cargado de añoranza —. Actualmente, muchos recurren a esta sala para la consulta de trabajos de grado o para estudiar.
Yoleida Medina observa a través de los ventanales al grupo de egresados con camisa de promoción. La alegría y el alboroto de los jóvenes ocasiona una gran sonrisa en el rostro de aquella persona cuya vida ha pasado entre estanterías. Ella acumula 23 años al servicio de la biblioteca, el lugar es su segundo hogar.
—Cada estudiante egresado, cuya carrera lo lleva a representar a nuestro país afuera, uno lo ve y dice: Lleva un pedacito de la biblioteca —expresó con una voz cargada de emoción, no puede despegar su vista de la celebración que ocurre afuera—. Porque todo profesional que estudió aquí, estuvo en algún momento de su carrera en estas salas, dejó su memoria de grado para futuras generaciones y leyó alguno de estos libros.
Tras su reapertura, la biblioteca funciona los días lunes, martes y jueves, desde las 7:30 de la mañana hasta el mediodía. Según Iván Moncada, en condiciones normales de estudio, cerca de ciento cincuenta estudiantes acuden diariamente. Los servicios más utilizados son el préstamo de libros y la consulta de trabajos de grado.
Además del préstamo en físico, la biblioteca “Dr. Lorenzo Monroy” cuenta con el servicio de internet, mas no de WI-FI, para la comunidad universitaria. En la recepción se encuentra una fila de computadoras encendidas y disponibles para poder navegar en la web, el usuario solo debe solicitar su turno.
—Este es un espacio muy tranquilo, en el cual puedo reunirme con mis compañeros para elaborar trabajos. El personal que labora aquí siempre nos presta muchísima atención— destacó Daira Rincón, estudiante del segundo semestre de Arquitectura.
La pieza fundamental para el buen funcionamiento de la biblioteca son los 19 trabajadores activos. El director, siempre con una sonrisa y atento a cada joven que ingresa, lidera un equipo que conserva el buen humor a pesar de las dificultades. Todos tienen como meta en común ver la biblioteca recuperada en su totalidad, antes de que llegue el tiempo de sus jubilaciones.
—Antes de mi jubilación, espero ver recuperados los otros dos niveles, con el favor de Dios. El director se ha esforzado mucho para que esto ocurra, existe un proyecto para arreglar el aire y descontaminar las áreas con una limpieza general de los libros —explicó Yoleida Medina—. Se planea llevar a cabo, próximamente, un trabajo minucioso con máquinas y aspiradoras de agua, la idea es no dejar cerrar el corazón de la universidad.
La biblioteca “Dr. Lorenzo Monroy”, aunque todavía está marcada por el aroma a humedad y el silencio de sus niveles altos, se llena cada mañana con la calidez de los rayos de sol que entran por sus ventanales. Entre las voces alegres de los trabajadores y el susurro de las páginas al pasar, el corazón de la academia resiste y continúa como punto de partida de aquellos profesionales allí formados.









