Cualquier espacio, dentro o fuera de la casa, que se encuentre desocupado, puede acondicionarse y convertirse en un negocio. Actualmente es común observar, en lo que fue una sala, un anexo o el garaje, unos cuantos estantes para vender mercancía, generalmente productos alimenticios o de limpieza.
Norma Pérez
Donde hay jardín, también se aprovecha y, si no es el caso, el frente de la casa sirve para colocar las bodegas hogareñas. La necesidad obliga a ser creativos.
De garaje a negocio
Buscando alternativas de trabajo, pues el dinero no alcanza, a Alberto Castañeda se le ocurrió la idea de utilizar el garaje de su casa materna que se encontraba desocupado y ubicado en la avenida 10 del centro de Rubio, para montar una venta de verduras y frutas.
Con grandes esperanzas, abrió hace tres semanas y se puso al frente del puesto, que en otra época albergó el automóvil familiar. Cuando inició la cuarentena se quedó sin posibilidades de trabajar, pues lo que hacía era trasladar pasajeros hasta San Antonio, o viceversa, o hasta el aeropuerto, y con el cierre de la frontera y las salidas de Rubio, a causa del confinamiento, aunado a la escasez de gasolina, se quedó sin su única fuente de ingresos.
A su cargo están su esposa, dos hijas y su suegro. Vive en el sector Bolivia y allí colocó otra venta de verduras más pequeña. Explica que para entrar en competencia con negocios similares, ofrece precios solidarios y a pesar de que tiene muy poco tiempo en funcionamiento, ya cuenta con clientes que prefieren comprar allí, con mayor comodidad y no tener que desplazarse hacia otros lugares más distantes, porque el transporte es escaso.
Dice que ha experimentado en diferentes trabajos, pues la misma dinámica de la situación país lo llevó a incursionar en diversas áreas o a inventar cada día algo para obtener el sustento.
“Yo sé lo que es vivir en el exterior, pues hace algunos años estuve fuera del país, pero los venezolanos no somos emigrantes, nos gusta compartir con la familia y los amigos. En otra nación no hay esa camaradería, por eso luchamos y tratamos de aguantar lo que más se pueda aquí, donde están nuestras raíces. Como se dice coloquialmente, “aguantar la pela”, pero en casa”. Y así lo puso en práctica.
A cielo abierto
Néstor Ovaldo montó su “bodega” prácticamente en la puerta de su casa, ubicada en la principal avenida de Rubio, la “Manuel Pulido Méndez”. Allí, a cielo abierto y resguardado a medias por los árboles, colocó una mesa para mostrar sus productos y un improvisado banquito, donde se sienta a leer mientras espera con paciencia a los clientes.
Ya alcanzó los 67 años de edad y se decidió a hacerlo por la necesidad de conseguir dinero; comenzó a escuchar peticiones de las personas, que solicitaban en un principio medicamentos esenciales y después muchas otras cosas, que ahora exhibe, como champú, acondicionador en sobre, alimento para perros y gatos; alcohol, papel higiénico, pastillas de cloro y jabón. También presta el servicio de buscar cualquier otra cosa que le encarguen.
Desde hace tres meses comenzó con la venta, adaptándose a la normativa de confinamiento por la pandemia, que solo le permite trabajar hasta una hora determinada. La lluvia es otro impedimento y como se encuentra a la intemperie, muchas veces es complicado, aunque tapa con un plástico la mercancía y desafía los aguaceros con una chaqueta, que no soporta muy bien las inclemencias del clima.
Vende los artículos en pesos, pues así los adquiere, y cuando intentó negociar en bolívares tuvo pérdidas por la constante devaluación que sufre y por la fluctuación de la moneda del vecino país, que se ha convertido en la más común para las transacciones comerciales en el municipio Junín.
Anteriormente trabajaba en una parcela con café, pero le sale más costoso trasladarse hasta el sitio, mientras que con este emprendimiento está en su casa y no gasta en transporte, aun cuando reconoce que los ingresos no son muchos, pero de alguna manera le ayudan a cubrir algunos requerimientos.
Un aspecto positivo de su nuevo trabajo es que dice que siempre consigue con quién conversar, sobre todo con los pensionados que acuden al banco y después se detienen a contarle interesantes historias de vida.
Emprendedor anticipado
Anticipándose a los tiempos difíciles, Édgar Montilla decidió comenzar a vender alimentos en la puerta de su casa hace seis años, cuando se retiró del Ejército con el grado de sargento. Colocó un toldo y bajo este ofrece a los transeúntes huevos y verduras, que ahora combina con productos de limpieza y aseo personal.
Junto a su esposa, Jocelyn Ramírez, se turnan para atender el puesto ubicado en una céntrica calle de Rubio. Dice que gana solo para darle de comer a su familia y para enviarle algún dinero a su mamá. Es nativo del estado Portuguesa, pero se asentó en el Táchira, donde se casó y formó su hogar.
Comenta que cuando empezó la cuarentena y por ser horario hasta mediodía, se redujeron las ventas, pero continuó con su labor, que considera un trabajo formal y así lo asume, pues se levanta temprano a atenderlo y estar pendiente todo el tiempo.
A los compradores ofrece las opciones para pagar en efectivo y en pesos, y así facilitar las transacciones. Para redondear las ganancias, cría gallos y también vende pollos.
Bajo lluvia o sol, los esposos Montilla se encuentran al frente de su toldo para ofrecer sus productos y continuar con su medio de vida.
Todo por subsistir
En el municipio Junín han proliferado las ventas domésticas y hay un gran número de personas que prefieren literalmente trabajar desde casa. Se dijo adiós a los adornos o muebles inútiles, para dar paso a la mercadería.
Cuando el sueldo no alcanza para cubrir gastos de movilidad y alimentación, se buscan nuevas alternativas. Lo importante es subsistir.