Norma Pérez
Mientras los jóvenes de la organización “Cambiando vidas Venezuela” recuperaban los espacios de un parque en estado de abandono, los integrantes de la Fundación “Mano Amiga Junín” se organizaban para repartir una sopa de mondongo a más de un centenar de personas.
Estos son solo dos ejemplos de incontables iniciativas que nacen en el interés de encontrar la forma de ayudar. Son muchas las maneras en que se puede hacer y son más las buenas acciones que motivan corazones.
Llegó la alegría
Para los más pequeños llegó la alegría cuando vieron la recuperación del parque del sector “La Azucena” de Rubio. Los columpios, la rueda y los túneles del tobogán dijeron adiós al óxido y a la herrumbre. El descolorido de las paredes dio paso a una calidez de tonos luminosos; la maleza desapareció para dejar ver el verde de la grama, y hasta unas palmas recién sembradas prometieron sombra en un futuro.
Manuel Ventura, presidente de “Cambiando Vidas Venezuela”, explicó que la organización decidió tomar la iniciativa de la recuperación, restauración y reforestación del parque, el cual había sido abandonado por falta de recursos para su mantenimiento.
Los trabajos en el sitio los emprendieron hace un mes y se culminaron con su reinauguración en el Día del Niño, para dar un obsequio a los infantes del sector y sus alrededores, quienes acudieron a disfrutar de las remozadas áreas de juego.
Para celebrar la ocasión, hicieron entrega a los pequeños visitantes de cotillones, paletas y cotufas. También organizaron una jornada de juegos y diversión. Todo esto fue posible gracias a los donativos que realizaron los comerciantes del municipio Junín.
Mano amiga
Como parte de sus diversas actividades, la Fundación “Mano Amiga Junín” se encargó de preparar una sopa-mondongo, en un almuerzo dominical para 110 niños y sus representantes, en el barrio “Piso de Plata”.
Previo a esta acción bienhechora, hicieron presencia en “Buenos Aires” y “La Palmita”, para ofrecer a los habitantes de estos sectores deprimidos económicamente un aliciente, no solo para calmar una necesidad física sino también espiritual.
Osmey Correa, integrante de la Fundación, agradeció el respaldo de todas las personas que apoyan estas acciones y se suman como un gran equipo para hacerlas posibles.
Desde cualquier lugar se puede ayudar. A quien toca la puerta de una casa para pedir algo de comer; al gato o perro callejero que padece hambre y sed. Al anciano que no puede cruzar una calle o lleva un paquete muy pesado. Un pequeño aporte reconforta enormemente el corazón. Lo importante es tener disposición.