La crisis económica, el uso intensivo de tecnologías que nos comunican persona a persona desde largas distancias, y las modalidades de nuestros mensajes difundidos a través de ellas, han cambiado radicalmente todo lo referente a la petición de ayudas económicas destinadas a quienes necesitan algún tipo de requerimiento médico.
Precisamente, porque el sistema de salud ha involucionado alarmantemente, ha tenido que evolucionar las maneras de recurrir a la caridad del prójimo. En tiempos en que se “hace para sobrevivir”, rogamos que en nuestras existencias no aparezcan eventualidades médicas cuando no hay ahorros, ni créditos, ni capital garante para solventarlas.
Un cambio preocupantemente cuantitativo, porque si comparamos con unos cuantos años atrás, quienes acudían a las personas de buen corazón, o padecían extrañas enfermedades que incluso ameritaban viajes al exterior, o estaban en las más críticas condiciones de extrema pobreza, y en este caso, para operaciones realmente onerosas, pues al menos lo hospitalario propiamente y el personal profesional podían ser aliviados por el sistema de salud público mismo.
Hoy en día nadie está a salvo, independientemente de su estatus laboral y social, de terminar echando mano a la caridad pública, ya sea para pagar una intervención quirúrgica, para la terapéutica y evaluación facultativa, o simplemente para adquirir una fórmula. Pero a su favor, la globalidad de las comunicaciones posibilita que desde cualquier lugar del mundo baje la contribución, brindada especialmente por la solidaridad de los venezolanos radicados en el exterior. A través del extranjero, a su vez se pueden crear otros tipos de estrategias, como crear fondos virtuales en dólares, como Gofundme, solo posible desde algunos países.
He ahí otro cambio importante relacionado con el universo de donantes, en teoría extensivo al planeta entero. Y para abarcar ese universo entero se dispone de las redes sociales propias y ajenas de mayor alcance, e incluso se ha tenido que cambiar el lenguaje para conmover corazones, desde una táctica más gráfica que retórica, ya sea con imágenes fijas o en movimiento.
Y, aun así, los medios de comunicación tradicionales como la radio, la televisión y la prensa siguen siendo recurridos para estos fines. Si hay una cosa que ha caracterizado a Diario La Nación, ha sido el servicio social, en principio prestado a través de una información escrita con apoyo fotográfico, más en la actualidad, adaptándose precisamente a las redes sociales, también se logra de un modo más directo y conciso, a través de “flyers”.
En el pasado, toda una comunidad se podía abocar por semanas a una campaña por persona, y dichosamente se alcanzaba la meta. En la actualidad, uno tras otro van consecutivamente, conmoviendo a los tachirenses que, pese a sus propias carencias, han demostrado ser caritativos y se conmueven al ver el rostro del doliente acompañado de un número telefónico, u otro tipo de contacto, y el detalle del mal que lo aqueja.
Y no importa si el paciente goza de fama pública, o apenas se le reconoce dentro de un entorno íntimo; la enfermedad los pone al ras en una misma circunstancia sufriente y, al mismo tiempo, en una misma línea ascendente guiada por una luz de esperanza. Una condición de igualdad que ha tocado al gremio médico, y una muestra dramática fueron los clamores de colaboración para el doctor Luis Díaz, quien luchó hasta el final contra el covid-19.
La generosidad siempre presente
La periodista Lorena Evelyn Arráiz, desde su posición certificada de “influencer”, y siempre muy cercana a un entorno de servicios de salud, ha tratado de contribuir, no solo a la multiplicación del mensaje, sino incluso a ser “puente” entre el afectado y los benefactores.
Su experiencia personal al respecto le ha permitido descubrir cuánta generosidad los tachirenses pueden demostrar.
—Nosotros en principio hacemos un “repost” de las peticiones a través de las redes sociales, pero hemos tenido una suerte de bendición o suerte, de que las personas que pueden prestar su ayuda se ponen en contacto conmigo. Me sucedió en estos días con un niño que necesitaba “fulgram”, un antibiótico muy fuerte, y alguien que conozco dijo que lo tenía. Nos ocurrió con una niñita de padres muy muy pobres, internada en el Hospital Central, para la cual una persona que siempre nos apoya cuando cocinamos en las casas hogares, se puso a la orden para pagar su tratamiento. No se trata solo de ser multiplicador de un mensaje, sino de ser enlace, de aliviarle un poquito el sufrimiento. A veces, cuando se podía ir a Colombia, se podía incluso traer una medicina.
A una ya difícil situación económica fuerte, se añade ahora la emergencia sanitaria por la pandemia, que acapara la atención y los recursos del sistema de salud, y que al mismo tiempo ha secado los recursos económicos de una población productivamente paralizada.
—Las medicinas están muy costosas y bien sabido la crisis que vive nuestro país. La mayor cantidad de venezolanos son empleados públicos y tratan de mantenerse con un sueldo que no llega a los cinco dólares. Tú te das cuenta de que te están pidiendo lo más básico, como la vitamina C o un antibiótico que cuesta el triple, o pastillas para la presión arterial.
Para la periodista Arráiz, no se trata solo de dinero, sino de dar una voz de aliento y cariño al enfermo.
—Es una forma de ser solidarios, y decirles no están solos, los estamos colaborando. De a poquito se van juntando cositas para ayudar a la gente, que está en situación de vulnerabilidad, y vulnerabilidad no significa pobreza, sino sencillamente que en ese momento no se cuenta con lo suficiente para cubrir gastos médicos que están realmente muy caros, en cifras que se cuentan en millones de bolívares.
Freddy Omar Durán