Regional
Cansancio, angustia e impotencia, soportan las personas que superan el paso El Zig-Zag
2 de octubre de 2017
No tiene nada de color rosa el paso por El Zig-Zag para las personas que obligatoriamente tienen que movilizarse por esta vía. A pesar de llenarse del mejor de los ánimos, pronto los arropa el cansancio, la angustia, la incertidumbre, el miedo y la impotencia.
La primera prueba está ubicada a dos kilómetros de los deslizamientos, resguardados por efectivos militares que restringen el paso de vehículos, como fue el caso del transporte de Diario La Nación que, por instrucciones del personal que allí laboraba, (un teniente y comandante) no pudo llegar al lugar de los hechos; sin entender la importancia que tiene un medio de comunicación a la hora de informar, sobre todo en este tipo de emergencias que afectan la normalidad del estado.
No obstante, en medio de esta situación de emergencia, también hay funcionarios dispuestos a colaborar con los representantes de los medios, cuyo deber es entregar una información veraz de lo que acontece, sobre todo en estos casos, donde está afectada una de las principales vías de acceso al estado Táchira.
A pesar de que es del conocimiento de la colectividad que no hay paso, muchas personas se arriesgan y como pueden llegan hasta el portal La Restauradora con sus maletas de ropa, mercancía y alimentos; muchas vienen de Colombia y en sus brazos traen aceite, harina y otros productos que están escasos en Venezuela. Con paciencia hacen el trasbordo y se montan en un Transtáchira que cobra 500 bolívares y los deja en el camino, dependiendo de hasta dónde pueda llegar y, si no hay dinero, levantan el dedo pulgar cuando un convoy u otro auto todoterreno se acerca, para que los acerque un poco más.
Difícil trabajar
“Esto es muy bravo”, dijo una señora que compra mercancía en Cúcuta y la lleva a El Piñal para vender”, no vuelvo a inventar, la próxima vez me espero que todo esté bien, porque así salgo perdiendo.
Esperando para ver cómo se movilizaban para ir desde el peaje, estaban Juan Alberto Franco y Javier Uventa, quienes viven en Bogotá, pero decidieron pasar diez días de vacaciones entre Caracas y Valencia, y buscaban la forma de retornar a Cúcuta.
“De verdad no nos arrepentimos de venir a Venezuela, tienen un país bello, el único inconveniente que vivimos fue atravesar este paso; pero vemos como todos se ayudan, la guardia, los policías, la gente, nos vamos con otra imagen de este país, no todo lo que dicen por los medios y las redes sociales es verdad, nos vamos a contar lo que vimos y para eso tomamos muchas fotos, allá en Colombia cuentan solo lo malo”, indicaron.
“Contamos once derrumbes, pero a pesar de la situación “vimos que todos colaboran y superan los problemas, los guardias ayudan a la gente a cargar las maletas, con los papeles no tuvimos problemas, nos los pedían, miraban el pasaporte y no nos dijeron nada, al contrario, nos trataron muy bien”.
Caro llegar al Táchira
Una educadora, quien debió ir a Caracas y devolverse de inmediato, pues solo iba a buscar a su hija que estaba en Caracas pasando vacaciones con su papá, y que pagó 80 mil bolívares por pasaje para llegar a San Cristóbal, estaba agotada.
El encava que los trajo los dejó botados cerca al aeropuerto de Santo Domingo. Como pudieron llegaron al portal de La Restauradora, sin dinero efectivo, situación que los angustiaba.
Visita de 24 horas
Una joven colombiana, invitada por dos amigos venezolanos, decidió pasar unos días en el Táchira, llegó el sábado por la mañana, por la noche decidió visitar un sitio nocturno en El Nula, lugar de residencia de sus amigos, y en el momento en que fue al baño dejó su cartera encima de la mesa y al regresar se encontró con la sorpresa que se la habían robado.
“Lo poco que estuve me gustó, pero me voy, porque me robaron la cédula y así no voy a estar tranquila. Ya pasamos por los derrumbes, espero llegar esta tarde a Cúcuta”, expresó.
“Voy para Quito”
Un médico venezolano, que dejó a su país hace siete años, aprovechó la cola dada por una camioneta de un organismo público. Dijo: qué lástima que todo esté tan mal en mi país. Yo me fui hace tiempo porque presentía lo que venía, y vengo de vez en cuando porque “no me puedo olvidar de este pedazo de tierra. Soy médico imagenólogo, y en Quito estoy bien, tengo mi casa y carro, pero cuando puedo vengo y doy una vuelta a mi país. “Duré unos días aquí, ahora vuelvo de nuevo a Ecuador”.
Nancy Porras