Regional

Casa de paso Divina Providencia atendió a venezolanos “varados”

26 de febrero de 2019

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Un área amplia de comedores casi llena pronto tendrá que desocuparse porque otro grupo de venezolanos con ticket en manos esperan afuera bajo el inclemente sol de La Parada, también por su ración de alimentos, una de las 8 mil que se repartirá ese día, aunque puede ser que este número aumente.

Con su delantal en el que está bordado la imagen del Señor de los Milagros, el padre David Cañas, padre de la criatura bienaventurada, supervisa que los servicios de comedor, salud y peluquería operen eficientemente en medio de las limitaciones en la Casa de Paso Divina Providencia de la Diócesis de Cúcuta.

Si alguien necesita una prueba fehaciente de la emergencia humanitaria que azota a Venezuela, basta visitar el refugio, al que nadie podría tildar de falso positivo.

El cierre de la  frontera inquietó un poco a la institución, ya que gran parte de su apoyo logístico lo reciben de venezolanos voluntarios que viven en San Antonio y Ureña. De otra parte se esperaba que el flujo de personas en estado de vulnerabilidad iba a descender y no fue así, por el contrario se ha agudizado. Este fin de semana su actividad se incrementó ante la presencia de los venezolanos que sin pretenderlo se quedaron varados luego de asistir al concierto Live Aid Venezuela, y otros que apoyaron el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela por los puentes internacionales.

Jean Carlos Andrade, coordinador de la Casa de Paso Divina Providencia, afirmó que desde el 23 de enero se ha visto un aumento de la población venezolana que allí acude no solo por un plato de comida sino para los que requieren tratamientos de alto costo para afecciones renales y vinculadas al VIH, entre otras. Ellos son atendidos por médicos del Hospital Universitario Erasmo Meoz para ser remitidos a otros instituciones: muchos de ellos no cuentan con la documentación de identificación debida -ni siquiera poseen carnet fronterizo- y eso ha complicado que sean incorporados al sistema de salud colombiano. Este hecho demuestra lo débil que todavía es la legislación colombiana ante la condición de emigrante, quienes muchas veces ven violentados sus derechos humanos por no cumplir con requisitos burocráticos, así estos estos gocen de un mejor soporte tecnológico.

A esos que no han podido cumplir con el papeleo, pues sus necesidades no esperan, solo les ha quedado cargar la mochila al hombro y dirigirse a pie a ciudades como Rumichaca o Bucaramanga durando hasta cinco días o más.  Es así como la Casa de Paso Divina Providencia ha tenido que asistir a otras empresas caritativas similares que operan en las carreteras, una de las cuales se encuentra en el municipio Los Patios de Norte de Santander.

Unas 9 mil personas comieron en el comedor que sirve al día unos 8 mil platos.

Así como hay católicos que con su aporte económico coadyuban al sostenimiento del albergue; hay gente inescrupulosa que engañan a viajeros desprevenidos, diciéndoles que en la Casa de Paso Divina Pastora se dan tarjetas para dar bonos y ayuda humanitaria, y que ellos sirven de intermediarios a cambio de dinero. Por eso se ha tenido que poner a la entrada un cártel donde se niega que se esté dando ese tipo de asistencias para recibir bolsas de productos de primera necesidad. Este tipo de acción delictiva se enmarca dentro de un accionar delictivo, dentro del cual se incluye el ofrecimiento de dinero a cambio de cabello, o venta de pasajes al exterior, que a la larga terminan en estafas, dentro de una franja fronteriza donde manda todo el mundo menos el Estado.

El albergue obedece al principio católico de aliviar el dolor del más necesitado, predicado continuamente  por el obispo de Cúcuta Víctor Manuel Ochoa y el Papa Francisco, sin discriminaciones de ningún tipo. Cerca de 20 venezolanos conforman el voluntariado de base que diariamente labora en un esfuerzo, al cual se suman semanalmente 80 personas más pertenecientes a varias comunidades religiosas.

Todo comenzó con la idea del padre Cañas de semanalmente ofrecer 120 “mutes” (lo que se llama mondongo en el Táchira) a los mas hambrientos; pero cuando vio a niños “raspando la olla”, quienes le manifestaron que llevaban más de cuatro días sin probar ningún bocado de sal,  se dio cuenta que su misión caritativa debía tener un mayor alcance.

Freddy Omar Durán

 

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