Las protestas de gas que de nuevo están incrementándose en estos días, tienen un nuevo causal. No por nuevo, que ya tiene tiempo, sino por el crecimiento desmedido y abusivo que está asumiendo su ilegal distribución, como es la exigencia de pago abultado de los camioneros del combustible, así como de numerosos intermediarios que hacen negocio vendiendo el gas a los necesitados.
Cada ama de casa o padre de familia tiene una historia de los “trámites” que debe hacer para poder adquirir una bombona para su casa. Teresa, ama de casa,le cobraron 40 mil pesos por “conseguirle” un envase de 43 kilos hace unos cinco días. A Pablo, le exigieron 20 mil pesos por una de 18 kilos. A ambos les llevaron el cilindro lleno hasta su casa.
–Es demasiado, dice Gladys, pero es la única forma de tener gas. Con los apagones sin control que nos asedian, ya no se puede contar oportunamente con la cocinita eléctrica, el sartén o el horno, de modo que la necesidad de preparar alimentos, obliga a hacer el esfuerzo.
En estos días, según los que saben, el bolívar se ha devaluado de una manera catastrófica, pues ya un peso vale poco más de dos bolívares. O sea que la bombona de 43 kilos pasó los 80 mil bolívares, y la pequeña, de 18, cuarenta mil. Dos salarios mínimos nuevos, la grande y uno completo la otra.
¿Quién vende a esos precios y por qué? En cualquier parte hay alguien que “tiene contactos” o conoce a alguien en la planta” y consigue el gas a cambio de tan altos beneficios. La persona que lo necesita contacta a la persona apropiada, paga, y de vuelta en poco tiempo le llegan a casa con el combustible. Y no en el camión del gas, sino en vehículo particular.
Muchas personas, en cuyo hogar se requiere el volátil elemento, se encuentra agobiada por la carencia del mismo, tan indispensable para la preparación de la alimentación diaria, y para otros menesteres domésticos que necesitan pasar por la cocina. No es fácil sustituir el gas por leña, pues no todos los sitio son aptos.
Tampoco hoy día se puede cocinar en abundancia, para congelar luego y así retardar el momento angustiante en que la hornilla ya no enciende, porque la nevera ya no conserva los alimentos por la larga duración de los apagones. Entonces, el desespero lleva a hacer esfuerzos increíbles para poder pagar a los voraces especuladores. Una bombona recién llegada a casa, es un sólido respiro de tranquilidad.
El común de los usuarios siente que las autoridades correspondientes están al tanto de la situación y que no se motivan a ponerle coto. Y cada quién tiene su explicación, aunque siempre es la misma: “Todos se están untando”. Y mientras en los corrillos eso es lo que se dice, y nadie oficialmente dice algo, el pueblo espera por soluciones.
Humberto Contreras