Regional

Conduce la esperanza frente a la ruta del miedo

1 de agosto de 2020

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Raúl Márquez

Desde hace dos años, Luis Suárez labora como chofer de una de las ambulancias del municipio Fernández Feo. A sus 57 años, jamás imaginó que debía afrontar una pandemia, desde una de las líneas de batalla. Una misión que ha asumido con vocación, pero, sobre todo, con fe  

Con las primeras luces del alba, Luis Suárez, tras bendecir a sus hijos, se aleja de su hogar, ubicado en el sector Manuelita Sáenz, de San Lorenzo, en Fernández Feo, en dirección a San Rafael de El Piñal, a la sede de la alcaldía, en donde desde mediados de marzo se instaló la Sala Situacional, como respuesta gubernamental ante la llegada de la covid-19 a la jurisdicción.

Desde hace dos años labora como chofer de una de las ambulancias de Protección Civil-Fernández Feo, una misión que desde entonces intenta cumplir a cabalidad, aún más en estos tiempos de pandemia.

En la Sala Situacional, el señor Luis comparte con personal de Protección Civil-Fernández Feo, del Instituto Autónomo del Cuerpo de Bomberos de El Piñal, así como con funcionarios de los demás organismos de seguridad y auxilio que cumplen funciones en estas ardientes poblaciones de la llamada ´puerta del llano´. En este recinto todo gira en torno al nuevo coronavirus: se planifican actividades, se coordinan; a veces se atraviesan momentos tensos, también se echa broma, en fin; pero, sobre todo, se sueña al unísono con que algún día, no muy lejano, se pueda retornar a lo que hasta marzo de 2020 era la vida normal.

En este particular comenta que, a sus 57 años de edad, jamás imaginó que sería testigo, en primera línea, de una crisis como la generada por esta pandemia, que tiene en jaque al mundo y cuyas cifras lúgubres sobrepasan ya los 660 mil muertos.

—El riesgo, el peligro, siempre está presente en nuestro día a día. Y ahora, con la llegada de la covid-19, ese miedo se hace más tangible. Definitivamente, la muerte dejó de ser algo abstracto y de otros, para convertirse en un enemigo cercano—, apunta, con su característico hablar pausado.

(Intertitulo)

“En casa las medidas son extremas”

En la carrera 7 del sector Manuelita Sáenz, de San Lorenzo, en un complejo de casas de una planta y tejas rojas, que suele verse desde la llamada recta de Santo Domingo, en la troncal Cinco, vive junto a su esposa y tres de los cinco hijos que tiene. En este particular, aclara que uno se independizó hace tiempo, y que el otro vive en Bogotá, Colombia, en donde, como muchos venezolanos, busca un futuro mejor.

Precisa que, debido a su trabajo, en su casa se redoblaron las medidas de bioseguridad frente a la pandemia.

—Yo, más que nadie, debo ser responsable de los míos. Es por ello que cuando llego a casa sigo al pie de la letra unos protocolos que nos hemos autoimpuesto. Antes de entrar a casa, debo desinfectarme los zapatos en un recipiente de hipoclorito que instalamos en la entrada. Si por descuido paso de largo, mi esposa e hijos me echan el grito, y entonces debo regresarme y hacerlo—comenta, con algo de risa.

Además de ello, desde que se decretó la cuarentena por parte del Ejecutivo nacional, advierte que sus hijos, prácticamente, no han salido de la casa.

—Aunque no sabremos exactamente el origen de este virus, desde mi punto de vista no viene de Dios, es algo de la tierra, de los hombres. Por eso, estoy claro en que debemos aguantarnos y seguir las normas, hasta que, Dios mediante, se encuentre y distribuya la vacuna—subraya.

Es una vocación que implica ayudar al otro

—Una noche en que cumplía guardia, hace unos meses, ocurrió un accidente en la troncal 5, cerca de San Rafael de El Piñal. De inmediato nos dirigimos al sitio. Uno de los heridos yacía sobre el pavimento, al parecer, sin signos vitales. Me le abalancé y percibí que aún respiraba, por lo que pedí a mis compañeros que lo subiésemos a la unidad y lo trasladáramos al hospital. Pero cuando ya lo montábamos, falleció. Ese día me di cuenta de que cuando a uno le llega la hora, nadie lo puede salvar de su destino. Y entonces caí en la cuenta de que Dios me había impuesto una misión que debía cumplir lo mejor posible—sentencia.

En el contexto de la crisis de salud provocada por el nuevo coronavirus y a propósito de la vocación, aduce que, así como él, muchos compañeros se mantienen en la lucha, sostenidos por el amor al prójimo, por el anhelo de auxiliar y poder hacer todo lo posible por el bienestar del otro, en medio de una terrible crisis económica y sin contar con las condiciones idóneas para ello.

—A menudo, muchos amigos y familiares me dicen que por qué sigo trabajando aquí, si gano tan poco, y yo les digo que por vocación. Seguiré aquí, porque en este momento es cuando el municipio y el estado necesitan de nosotros. Es verdad que tenemos algunas limitaciones, que en algunos casos no contamos con todos los equipos de bioseguridad, pero aquí seguiremos, hasta que todo pase— señala con convicción.

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