Freddy Omar Durán
El abandono de las plazas públicas ha sido uno de los tantos males que trajo consigo la pandemia, y aunque la municipalidad y la acción voluntaria de los vecinos han asumido su recuperación, todavía falta mucho para reponer su deterioro.
De esto no se ha salvado la plaza Miranda en el corazón de La Concordia, que lejos está de la concurrencia de visitantes de unos años atrás, especialmente los niños quienes encontraban allí un modo sano y económico de entretenimiento.
Aunque a través de operativos de limpieza se la ha librado de malezas y basuras, aun muchas cosas consideran deben arreglarse, y sobre esto hacen observaciones especialmente los que hacen vida comercial allí establecidos en quioscos, líneas de taxis y ventas de calle, que la quisieran ver menos vetusta y descuidada.
–No es suficiente que vengan de vez en cuando a limpiar, pues las son muchas las hojas que caen, y muchos han seguido con la costumbre los inconscientes de arrojar basura, al rato que las cuadrillas han hecho el trabajo, por eso hay que insistir en la seguridad. En diciembre cuando el Protectorado guarañó y pintó se volvió a ver algo más de gente por acá —afirmó Alvaro Sánchez.
El mal estado de la vialidad en los alrededores ha sido otro punto negativo, siendo un lugar muy transitado, usado como estacionamiento y para albergar las colas para el abastecimiento de gasolina. El mal estado de los drenajes ha impedido que se contenga las corrientes de agua que a la larga han destruido a las calles 5 y 6.
Pero lo que a muchos más incómoda es el hecho de que la mendicidad haya escogido a la plaza Miranda como dormitorio y albergue.
–Mire la estructura de la plaza tan acabada, hacen 5 o 6 años que no la retocan, y aquí los malos olores son insoportables. Muy poca iluminación esto es una cueva de lobos en la noche. A eso contribuye la indigencia porque hacen sus necesidades aquí, cocinan contaminando con los plásticos que usan de combustible. Debería la Fiscalía y otros órganos del poder público hacerse cargo de esta situación. Algunos indigentes pernoctan aquí otros vienen de otras partes pero son como alrededor de 12 personas en ese estado—afirmó Felix Maldonado.
Requiere muletas
En la plaza Miranda, Orlando Seijas, quien se la pasa entre San Josecito y San Cristóbal, descansaba en uno de los bancos, mientras recurría a la caridad del prójimo para obtener un par de muletas ergonómicas, ya que el par de palos que usa para desplazarse en nada ayuda a la recuperación de una pierna rota. Se dedica a cuidar una casa; pero eso para él no es suficiente para cubrir sus gastos médicos
–Yo lo que le pido a las personas es que por el amor de Dios me ayuden a conseguir unas muletas. El doctor me dijo que para pegar esos huesos debo pasar ocho meses con ese yeso. Hace ocho días iba bajando una escalera, me resbalé y caí mal. Tengo doble factura—contó Seijas
Lo mejor sería estarse tranquilo en su hogar, a la espera de que los huesos sanen; pero desafortunadamente su pobreza no se lo permite.
El doctor me dijo que tengo que tener reposo permanente y necesito de unas buenas muletas, pues moverme con estos palos me complica. Tengo que salir señor a la calle, porque el problema es que no tengo alimento, no tengo nada—clamó Seijas.