Aun cuando pasó por una dura prueba, Julio César Vargas se siente orgulloso de formar a sus hijos con valores morales y espirituales que les permitan ser personas de bien
Por Norma Pérez
Debido a circunstancias complejas en su relación matrimonial, a Julio César Vargas le concedieron la custodia de sus hijos, cuando tenían 13, 10, 7 y 3 años de edad. A partir de ese momento, él se hizo cargo de ellos. Había que adaptarse y seguir.
“Al principio fue muy difícil, un cambio demasiado brusco de la rutina y hubo momentos de desesperación. Tenía un cafetín, que era mi fuente de ingresos. Me quedé solo con los niños y los primeros meses fueron una locura. Me levantaba de madrugada, preparaba todo lo del cafetín, después el desayuno, la ropa, los llevaba al colegio y después, todo lo demás”.
Tiempo después, sus hermanas comenzaron a ayudarlo con algunas labores y en la crianza de los pequeños. “Ellas fueron un apoyo para sacar a mis hijos adelante. Después me acostumbré al nuevo ritmo y las cosas fluyeron mejor”.
Desde su residencia en Rubio, próximo a cumplir 66 años, recuerda la experiencia que vivió tiempo atrás, cuando debió asumir el rol de padre y madre a la vez, situación inesperada y nada sencilla.
“Fue difícil, sobre todo con los dos mayores, cuando entraron a la adolescencia. Me dieron algunos dolores de cabeza, pero lo superé. Con los dos menores fue más fácil, el varón siguió el ejemplo de sus hermanos, y mi hija es la niña de la casa, todos le tienen cariño y le prestan mucha colaboración”.
A medida que crecían, la preocupación del padre se centró en que tomaran por el buen camino y, para ello, les inculcó los valores que recibió de sus progenitores:
“Tengo muy buena escuela, mi mamá era una maestra normalista y nos infundió valores y cualidades morales. Eso me sirvió para transmitirlo a mis hijos, enseñarles que hay que ser honestos, correctos, solidarios y responsables. A medida que ellos cobran experiencia agradecen la educación que se les dio. Ese es nuestro caso”.
Considera que fue complicado, pero no imposible, mantener económicamente a sus cuatro hijos: “Tenía el cafetín y con estos ingresos subsistía, pero me quitaba mucho tiempo, que debía dedicar a los niños, y al cabo de tres años tuve que alquilarlo porque me sentía agotado y estresado. Después vino la crisis del país, pero me las ingenié para que ellos tuvieran cubierta su alimentación, educación y necesidades básicas. No sé cómo hice, fue con la ayuda de Dios”.
Pese a que sus tres hijos varones ya tomaron diferentes rumbos, Julio César Vargas dice que se mantienen en contacto, como la familia que son: “Nuestra relación siempre ha sido buena, somos muy unidos y nos mantenemos en constante comunicación. Entre ellos se prestan ayuda y se quieren mucho”.
El mayor de sus descendientes, Reiny José, presta servicio en la Armada venezolana; Julio Enrique se encuentra en Rubio; Carlos Eduardo trabaja en Bucaramanga, Colombia; la más pequeña, Valery Julieth, estudia quinto año de bachillerato, y es la única que actualmente vive en el hogar paterno.
“Siento una satisfacción inmensa de haber sacado adelante a mis cuatro niños en tiempos difíciles. Es una alegría muy grande verlos formados, después de tanta incertidumbre. Agradezco a Dios y a mis hermanas, porque sin ellos hubiera sido muy complicado”.
Para él, lo más importante es haberles dado una buena formación e inculcar en ellos valores morales y espirituales, tener siempre a Dios por delante. “Lo material es superfluo; mis hijos tienen una buena base, ojalá la aprovechen y la sepan utilizar”.
Su mensaje para todos los padres es que asuman la responsabilidad que tienen con sus hijos, porque si esta no existe va a afectar a los niños. “Lo primordial es luchar y ser responsables. Esto implica la educación en el hogar, forjar en ellos solidaridad, respeto y cariño, con el ejemplo. Levantarlos con disciplina, pero sin maltrato, hablarles con firmeza y escucharlos. Transmitirles afecto, que sientan que los queremos”.
Julio César Vargas Pineda es el padre que no se amilanó al quedar solo con cuatro niños y supo formarlos para ser personas de bien. Él superó la dura prueba que la vida le puso. Hoy la historia es de satisfacción y labor cumplida.