Regional

Diciembre prometedor para el comercio

5 de diciembre de 2020

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Con cierta cautela, el comercio sancristobalense acoge la temporada navideña y se alegra de la afluencia de compradores en estos primeros días del mes flexible, incluso en una magnitud que desde hace años no se veía, mientras había caído en el encanto de Cúcuta, ciudad hoy de más difícil acceso por las limitaciones de la cuarentena


Freddy Omar Durán

Aunque más personas pueden en esta Navidad estar recorriendo los centros comerciales de San Cristóbal, en su capacidad real de compra en moneda extranjera está la generación o no de ganancias para muchos vendedores

Esta temporada navideña se abre prometedora para el comercio tachirense, que estoicamente aguantó uno de los peores años de su historia. El inicio del mes flexible, en medio de la pandemia, abre la puerta a muchos para activar sus negocios.

El estruendo de la música, la reiteración de ofertas por los altoparlantes, una nutrida concurrencia de peatones, y la congestión de vehículos  contrastan con los días más rígidos de la cuarentena que sumían a los centros comerciales en el silencio y la soledad.

Mientras en algunos comerciantes los signos de recuperación ya se ven en los primeros días de diciembre, para otros tanto alboroto solo representa un espejismo, y solo después de la segunda semana del mes se comprobará “si es verdad tanta belleza”.

Al menos las cosas pintan bien en los alrededores de las plazas Bolívar, María del Carmen Ramírez -o Los Mangos- y dentro del Sambil y Traki, pues unos metros más lejos de esos epicentros de la actividad comercial, la agitación social se va atemperando y se va escuchando más la queja de que los transeúntes miran mucho y compran poco, algo comprensible en medio de una crisis económica, en la que la capacidad del bolsillo la marca el contar o no con pesos, y estos no se sueltan con tanta facilidad.

Relativo optimismo

El optimismo de Hernán Parra es relativo, no cree que servirá para compensar  9 meses de ganancia cero; pero al menos le permitirá no cerrar su negocio definitivamente.

En el centro comercial Low Center, donde ha tenido su negocio por 6 años, al menos 30 % de los locales no ha abierto, y no cree que lo harán, pues la prueba a que los sometió la pandemia fue demasiado fuerte y no están estimulados para hacerlo, pues ello implica, entre otras cosas, renovar la existencia.

—He tenido que –afirmó Parra- ver de dónde saco el dinero para invertir, para estar surtido y que el cliente no diga “¡ay!, es que solo ofrecen un solo modelo de ropa”. Al proveedor se le debe cancelar con moneda extranjera, y en consideración con los clientes, cerramos el margen de ganancia por producto.

Agrega que con recesión económica, y coronavirus, este año ha sido muy duro. “Estamos esperando a ver cómo se comporta diciembre y así considerar si se emparejan las ventas. Hasta los momentos, hay buenos indicios; hay movimiento de gente y de ventas. No nos permite recuperarnos, pero por lo menos sirve para no cerrar, y ser fuente de empleo”, expresa.

El hecho de que más gente se defienda con moneda dura, y la frontera permanezca cerrada, los considera signos positivos de lo que ocurrirá en los próximos días, con un mayor auge para la última quincena del mes.

—El que la frontera esté cerrada a nivel comercial nos ayuda bastante -agrega Parra-, porque la gente no baja a comprar a Colombia y el dinero, lógico, se queda aquí. Por eso, nos preparamos mejor para esta temporada, contratando más personal. He escuchado a clientes que han dicho que en algunos rubros está más baja la mercancía que en Cúcuta y, aunque allá se consiguiera ahorro, este no sería superior a los 5 mil pesos, y estos ya se gastan pagando el pasaje a la frontera, pasando la trocha, y haciendo otros gastos en esa ciudad. O sea, en el fondo sale más caro comprar en Cúcuta.

Sobre el comportamiento del consumidor, teniendo en cuenta que el suyo se mueve entre los estratos medio y bajo, asevera que el sueldo influye mucho y establece diferencias, pues no es lo mismo lo poco que un empleado público gana, en comparación con el personal privado, al que se le cancela en divisas.  En este sentido, ya no se preocupa mucho por el funcionamiento de los puntos eléctricos, pues casi ninguna factura pasa por ahí.

—Por punto de venta es muy poco lo que pasa: el punto se dejó de utilizar en un 99 %, en lo que va del mes apenas. Entre los empleados públicos, la mayoría lo que cobró fueron como 3 millones de bolívares en aguinaldos; ni para una chupeta. Por lo general, los que pueden pagar con bolívares son los que les han hecho transferencia.

Finalmente, Parra agregó que la informalidad también los afecta, pues al no cancelar mantenimiento de local, renovación de inventario, empleados e impuestos, se pueden dar el lujo de competir en precios con el comercio formal.

En busca de ofertas

Ya sea pintando llamativamente las vitrinas con el porcentaje de sus rebajas, ya sea anunciándolas por megáfonos, lo cierto es que la cultura del comerciante tachirense, al menos en lo que a ropa y calzados se refiere, ha variado aquella postura de “este es mi precio, usted verá si me compra”.

Las mismas circunstancias de la falta de transporte han vuelto al tachirense ducho en emprender largas caminatas, así que si es por buenos precios, ya no le importa si tiene que cansarse un poquito más. Sea como sea, un estreno decente para Nochebuena o Año Viejo, para una persona –calzado y el ropaje de pies a cabeza- no baja de los 150 mil pesos-promedio, pudiendo estar un poco más por debajo de este “pateando” la calle, o un poco más arriba, en caso de querer darse un lujo.

Meses de encierro le han dado otro sentido al salir de compras en familia, pues ha significado buscar otro ambiente, reencontrarse con la gente, luego de que muchas viviendas se convirtieran para ellos  en prisión por meses, o de que en las ocasiones en que se podía salir, solo descubrieran un ambiente citadino tenso y apagado. Sin embargo, el temor de muchos es que el relajo navideño, avalado por la “flexibilidad” permitida, baje la guardia contra el covid-19, pese a las medidas biosanitarias que en los centros comerciales y los establecimientos se cumplan.

Jungla de supervivencia

Si bien es cierto que la informalidad ha sido un fenómeno viejo, que de maneras más o menos efectiva se ha enfrentado, este año ha transformado el centro de San Cristóbal en una jungla de supervivencia. En tanto antes las ventas ambulantes eran más o menos una opción para quien gustaba y sabía comerciar con ciertos ramos, entre ellos últimamente el de los víveres, y con un tarantín más o menos arreglado, ahora a la lucha por la supervivencia ha arrojado a la gente a la calle para ganarse el pan.

Dulces, artesanías, pantuflas, ferretería, cosas usadas o nuevas, ropa interior, almohadas: la lista de lo que ofrece la informalidad no se agota, y ya no hay timidez en lo que respecta al pedazo de acera que se toman. También hay que decir que se concentra en rectángulo que forman la Octava y la Quinta avenidas, con las calles 10 y 5 de San Cristóbal, territorio comercial que supera en afluencia a otros, como los alrededores de la plaza Los Mangos, también bajo la expectativa de lo que la Navidad les depare.

Al arquitecto Alexánder Zambrano no le da vergüenza decir que la cuarentena lo obligó a vender empanadas y pasteles frente a la plaza Bolívar, y lo toma de buena manera, tanto así que ha vestido a su puesto con los colores de la Navidad y él, para no desentonar, luce su gorrito de duende.

—De 100 personas que pasan -agrega Zambrano-, solo diez compran, el resto pasa derecho. Pero, aun así, la alegría hay que mantenerla, la alegría del venezolano es intachable, con todo y la situación económica que estamos viviendo. No podemos dejarla morir. Hace tres meses, la pandemia me obligó a buscar el sustento de mi familia en la calle. Mi situación es la misma de muchos profesionales que no encuentran fuentes de empleos decentes. Aquí estamos luchando.

El señor José Agustín Cárdenas lleva años con el negocio de las medias panties, desde los tiempos en que era casi perseguido, y eran artículos importados de Colombia e Italia, hasta su auge en establecimientos especializados. Hoy en día sigue siendo un producto solicitado, en variedad de tamaños, y enfocado en niñas y mujeres mayores con problemas de venas várices. Ni mesa ha necesitado para exhibir su mercancía; le basta con una tela tirada al piso

—Ojalá nos dejen trabajar libremente, sin trabas, y parece que va a ser así. Hay unos vendedores en la calle que traen una mesa; pero yo no, pues me queda difícil cargarla desde donde vivo, en San Sebastián, y menos pagarle a alguien para que la cuide. Además, esto no pesa mucho y se puede llevar y traer con facilidad. En otra época yo pagaba alquiler, pero si de esto apenas si sacas para un cafecito, menos vas a estar pensando en arriendos -concluyó el señor José Agustín-.

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