Regional

Dos mil pesos para cruzar por la trocha

6 de marzo de 2019

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1.- Miedo, incertidumbre,

curiosidad:

Hay mucho miedo infundido. Los comentarios van y vienen entre quienes deber ir a Colombia, o regresar a  Venezuela. Paramilitares, hampa común,  colectivos, todos del lado venezolano despojando a las personas de sus pertenencias. Es la frase que repiten quienes se acercan  y ofrecen sus servicios como guías,  brindar seguridad en el recorrido por la trocha para llegar sano y salvo a su destino. Claro, es una seguridad que se paga en pesos o dólares. Los bolívares no son los más deseados.

Son muchas las trochas, Se repite que suman más de 40 caminos entre los dos países, por esta zona de los municipio Bolívar y Pedro María Ureña, pero no hay un reporte oficial conocido al respecto. Es como una leyenda popular que se transmite de generación en generación, de grupo en grupo. Por el cierre del paso peatonal de la  frontera el pasado 22 de febrero en horas de la noche por parte del gobierno de Nicolás Maduro las trochas retomaron el poder, su presencia en la cotidianidad de los tachirenses y de los medios de comunicación interesados en estar al día con la realidad que ocurre en Venezuela.

Es una odisea. De eso no hay duda. Toda una aventura. ¿Qué hay a lo largo de la trocha?  Es la pregunta de muchas personas. Muchos la ven como aquellas casas del terror de las ferias de pueblos. Esa casa oscura con espantos al entrar que en su recorrido sorprende con imágenes de terror y efectos especiales, criticados por todos quienes son testigos del paseo.  El que va por primera vez por estos caminos por necesidad o aventura se formula interrogantes. La única manera de obtener respuestas es dar el paso: cruzar la trocha.

2.- Adelante en el camino:

Desde San Antonio del Táchira todo comienza en la redoma del cementerio, parada obligatoria para las unidades de transporte público que vienen desde San Cristóbal y de otras ciudades del país. Los trocheros, en su mayoría hombres jóvenes, ofrecen sus servicios. Diversas voces prometen llevarlo por la trocha a cambio de dinero. Son ellos los mismos maleteros que ahora  sobre sus espaldas cargan pesadas maletas de los viajeros, bultos de alimentos o paquetes con cualquier cantidad de objetos. Cobran en pesos. La mayoría pide 10 mil pesos como tarifa mínima  por llevar el paquete hacia La Parada, otros esperan de la generosidad del cliente. “Lo que me quiera dar patrón”.

La mayoría de las personas no hace caso a estas voces. El grupo toma su ritmo y camina por la avenida Venezuela. Saben que las trochas están paralelas al puente internacional Simón Bolívar. Veían, cuando el paso era normal por este viaducto, como las personas pasaban por el río. Los criticaban y ahora iban por el mismo destino. Cosas de la vida, de la realidad del país.

Unos toman la ruta conocida como la trocha del CDI, otros se deciden o son llevados por la trocha larga. La primera a la izquierda del puente, la segunda a la derecha. Los caminos son similares.

3.- Dos mil pesos: cobro de peaje

Por la trocha larga, atrás quedan las casas. En la última esquina de construcción visible está un grupo de hombres. Son personas comunes y corrientes-Llevan sus rostros descubiertos, sudorosos por el fuerte caior:  unos flacos, otros gordos; unos blancos, otros morenos; unos altos, otros bajos de estatura. Se apoderan de la esquina para cobrar peaje que ellos llaman “una pequeña colaboración”. La mayoría paga dos mil pesos. Otros, de acuerdo a la cantidad de equipaje podría cancelar cinco, diez o más. No hay un catálogo visible o lista de precios para el pase. Es allí donde el pago garantiza libertad para seguir adelante, trocha abierta, no hay peligros.

4.- Avanzar entre la multitud:

Se camina por terreno despejado, arenoso, propio de la zona. Los rayos del sol calientan el cuerpo y la sed comienza a aparecer. Los grupos avanzan. Las personas van  y vienen. Los árboles aparecen y entre éstos el laberinto de caminos. No hay señales artificiales. Los puntos de referencia son árboles, rocas, aguas negras. A lo lejos aparece el río Táchira, señal de referencia obligatoria que indica estar cerca de la mitad del recorrido. A un paso de Colombia. Se cruza sobre las piedras o sobre neumáticos llenos de arena acondicionados por los trocheros que a lo largo del camino aparecen por todos lados y piden colaboración para el mantenimiento de los espacios naturales.   El caudal es muy bajo. Muestra del fuerte de verano en los andes.

5.- Meta cumplida:

Ya en territorio colombiano, en  la misma trocha, se percibe otro ambiente. Hay vendedores ambulantes a lo largo del camino. Venden agua, refrescos, pasteles, dulces, golosinas, medicamentos. Muchas personas descansan en estos puntos. Los militares colombianos aparecen. Hay sensación de seguridad. La meta está a punto de cumplirse. A lo lejos comienzan a verse estructuras de cemento. Es la parte trasera de las oficinas de Migración Colombia. Se llegó a La Parada. La mayoría cruza sano y salvo. Entre 20 y 25 minutos se vive la experiencia, la odisea llegó a su final.

De regreso… qué nos espera

Cumplidas las tareas del lado colombiano, comienza el retorno a San Antonio. No hay que inventar. Se debe regresar por el mismo camino, el ya conocido. Las historias intimidatorias se repiten. Los trocheros aparecen como abejas, por todos lados. Ofrecen sus servicios. Todos garantizan seguridad. Muchas personas pagan. Otras no. Saben que se puede ir y venir solos, sin problemas.

Se regresa en fila india. Se va paso a paso, uno detrás del otro. A mediodía los grupos de movilización son mayores. Hay mucha gente en el camino. Un constante paso que no termina. Los maleteros piden permiso entre las personas. Van cargados de peso y quieren cruzar rápido, Ese es su trabajo. Quienes llevan exceso de comida  por bultos deben pagar una cuota especial. Los militares colombianos están atentos a lo que sucede. Hay libre movilización. No se pide pasaporte, ni Tarjeta de Movilidad Fronteriza. Nadie paga por pasar. Lo hace si aceptó la ayuda del trochero o maletero.

Al cruzar el río Táchira y pisar territorio venezolano, se sabe estar cerca de la salida. Hay algunos vendedores ambulantes dispersos en el recorrido. No tan ordenados como si lo están del lado colombiano. A lo lejos aparecen los mismos hombres agrupados. Piden la colaboración, el peaje para seguir su camino. Se pagan otros dos mil pesos. Muchos no lo hacen. En algunos casos, generalmente con quienes llevan maletas, éstas son revisadas. Otra manera intimidatoria de obtener más dinero. No hay referencias de haber despojado a las personas de sus pertenencias. Este grupo de hombres es amable. La experiencia ha terminado. Cada persona toma su destino. Son muchos y diversos los comentarios. La mayoría dice que no repetirá el recorrido. Todos los venezolanos confían en que pronto la normalidad retornará a este lado de la frontera.

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