Regional

Dudas e incertidumbres en el comercio frente al IGTF

4 de abril de 2022

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Esta semana, los comercios se han ido adecuando a la implementación del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras, IGTF, mientras muchos comerciantes dudan si pertenecen o no a la nueva categoría de sujetos pasivos especiales y otros, los que intentan ajustarse a la ley, se quejan de los costos que eso implica y del impacto negativo a sus ventas que el tributo tendrá.
Freddy Omar Durán
Aunque el nombre de la nueva carga impositiva sea Impuesto a la Grandes Transacciones Financieras, en siglas IGTF,  y en la letra se adjudique a cierto tipo de contribuyentes, lo cierto es que pequeños y medianos comercios ya están en proceso de ponerse al día con una medida que desde este lunes ya ha entrado en vigencia.
Teniendo en cuenta que el bolívar ha perdido espacio frente a la moneda extranjera, y considerando la incidencia del peso en la economía tachirense, que abarca alrededor de un poco más del 90 por ciento dentro de las operaciones comerciales, su impacto resulta innegable.
Precisamente, un justificativo del tributo, enarbolado por representantes del Gobierno nacional, ha sido el de volver a darle protagonismo al signo monetario nacional, pero muchos temen que estos intentos artificiales, sin estímulo a la productividad en general, a la larga conlleven inflación.
En la práctica y en la difusión informativa, se ha aplicado una alícuota del 3 % para pagos con dólares o pesos; no obstante, economistas han indicado que en la reforma a la ley se establece un vago escalafón para todo “contribuyente especial”, establecido de la siguiente manera:
*De 0 a  2 % para casi todas las transacciones con bolívares.
*De 2 a 8 % para las transacciones dentro del sistema bancario, en divisas o criptomonedas que no sean emitidas por el BCV (o sea, mediante tarjetas de crédito, tarjetas de débito, cheques, etc.).
*De 2 al 20 % en el caso de las transacciones en divisas o criptomonedas no emitidas por el BCV sin mediación de instituciones financieras (efectivo).
En algunos negocios encuestados por el equipo de Diario La Nación, aún no han recargado sobre su factura el nuevo impuesto, ya sea, entre otras razones, porque muchos se consideran eximidos del tributo o no están informados al respecto, porque temen las consecuencias que traerán en sus ventas, o porque sencillamente no pueden cubrir el costo de las nuevas máquinas fiscales. Sin embargo, a través de “Yo Reporto” de Diario La Nación, ya muchos consumidores han presentado sus facturas, luego de realizar sus respectivas compras en los supermercados de la zona, donde constatan la recarga al monto final que han tenido que cancelar por sus compras.
Con la reforma al Impuesto a las Grandes Transacciones, sobre el cliente final cae todo el peso del tributo, ya que se aplica a la hora de comprar un mercado en un supermercado o una prenda de vestir en una tienda, por ejemplo, en tanto que, a diferencia del IVA, hasta los momentos no se han determinado exenciones para servicios o productos de la canasta básica alimentaria o de consumo prioritario. Esto se alejaría del espíritu inicial del impuesto proclamado por el Ejecutivo nacional, de “cobrarle al que más tiene”.
—El IGTF es un impuesto que se traslada al consumidor. Va gravar al usuario que pague en divisas o criptomonedas. Ha tomado por sorpresa a la mayoría de los comerciantes y a la mayoría de los asesores tributarios y financieros, quienes se han demorado en la implementación porque los softwares todavía no han culminado su aplicabilidad, o sea, en el modelo de factura, en la adecuación de la impresora o máquina fiscal, y eso ha retrasado su cobro, explicó el economista Aldo Contreras
Ese calificativo de “el que más tiene”, tendría que estar relacionado con el tipo de negocios que calificaría a ser “contribuyente especial”, al que va dirigido el gravamen; y para entrar en esta categoría basta con tener una ingreso anual por el orden de los 33 dólares para persona natural y los 133 dólares para las empresas, de acuerdo al valor actual de la unidad tributaria, de 0,02 bolívares.
De hecho, expresiones como “a mí no me sale”, “a mí no me corresponde”, “yo no soy contribuyente especial”, se hicieron comunes en algunos entrevistados, aunque otro aceptó que “vamos todos para allá”.
—Básicamente, a todos los supermercados de la entidad tachirense -los formales, claro
está-, a las farmacias, donde se compra línea blanca o línea marrón, y la industria en general, se les considera “sujeto pasivo especial”, que carga el 3 % del impuesto al consumidor, algo que no sucedía con el IGTF antes de la reforma, donde la empresa era la que lo asumía, y no hay mínimos ni máximos para cobrarlo. Los contribuyentes ordinarios y las personas naturales tenemos un año de prórroga para el pago de este IGTF. En los estados que están más dolarizados se hace más complicado el tema del vuelto: imagínate, a quien compra un combo de hamburguesas por 10 dólares, por el cual se deben pagar 30 centavos de dólar de impuesto; pero si das 11 dólares, ¿cómo te van a dar los setenta centavos de vuelto?, continuó en su exposición Contreras.
En espera de aclarar las vaguedades de la ley, los comerciantes confían en que el Seniat emita un instructivo.
—El instructivo por parte del Seniat no ha salido y, por lo tanto, hay algunos criterios subjetivos por parte de los profesionales en las ciencias económicas y sociales. El argumento de la AN ha sido el fortalecimiento del bolívar, pero en el caso del Táchira, donde el 94 % de las transacciones comerciales se hacen en pesos colombianos, pues lo que se va a lograr es aumentar la inflación. Si una persona, por ejemplo, un plomero, cobra a una familia por un servicio 100 mil pesos, tendría que ir al banco, depositarlos, llegar a su casa y entrar a la página web para subastar las divisas, adquiriendo así bolívares para hacer sus compras en el supermercando, rogando que el punto funcione y que haya energía eléctrica. Es decir que la aplicabilidad del impuesto, en el caso del estado Táchira, es sumamente complicada, acotó.

Como Jean Carlos Valero, muchos comerciantes esperan mayor información acerca del IGTF. (Foto/ Tulia Buriticá)

Muchas dudas

A Jean Carlos Valero, los temores y las preguntas lo abordan con relación al IGTF, y siente que su situación como pequeño comerciante del producto en el ramo automotriz se asemeja a la de sus colegas.
—Nosotros estamos a la expectativa de lo que vaya a pasar. Hay muchos rumores al respecto, y por eso esperamos a un funcionario que se acerque a nosotros para tener mayor claridad al respecto, dijo Valero.
Voltaire Jaimes no solo se coloca en la posición de comerciante, pues también como consumidor se ve afectado por el nuevo impuesto. En su concepto. ha habido mucha desinformación, y muchos esperan que sus contadores personales los actualicen en el tema.
—Hay mucha desinformación. Pero lo que sí sabemos es que el pueblo es el que lleva. Y nosotros. a la larga. somos consumidores iguales. Es una cadena muy larga, en la que cada uno sufre las consecuencias, opinó Jaimes.
De acuerdo con José Rangel, se debería pechar a los que más tienen, y no que el pueblo termine restándole aún más a sus mermados ingresos, sobre todo en nuestro estado, donde el bolívar es casi inexistente.
—A mí no me parece; ese impuesto sería bueno para las grandes empresas, con importantes dividendos, con capacidad de aportar a la Nación, y no que recaiga al consumidor final, y que a partir de los dividendos de sus negocios aporten a la Nación. Nosotros, las personas del común, estamos pasándola mal. Con lo que se gana no alcanza para solventar gastos y ese 3 % del impuesto le resta más; además, en el interior del país hay más bolívares que en el Táchira, y así, pues se eximen de pagarlo, afirmó Rangel.

Andreína Valdez teme bajas en sus ventas por el nuevo impuesto. (Foto/Tulia Buriticá)

“Hasta pagando en bolívares se pierde”

Andreína Valdez, administradora de Compras Agro, ya está consciente que debe situarse en el bolívar, como forma de pago de sus clientes, y así impedir un golpe en sus ventas.
—Yo opino que es un retroceso total. No solo hay que cobrarle al comprador el 16 % del IVA, sino agregarle un 3 %, y esto nos va a bajar las ventas. Tomaremos la opción que nos paguen en bolívares, la moneda de curso legal, y no en moneda extranjera, sostuvo Valdez.
Pero, así como Valdez desea ser justa con el precio en bolívares, ella reclama que el desorden de cobros en diversas monedas al final es uno de los factores que más duro está pegando en el ajuste de precios.
—El problema es que te están cobrando el dólar a cinco y no a la tasa que pone el Banco Central de Venezuela. Ya lo he vivido. Cuando fuimos a pagar en dólares a un proveedor, se nos dijo que teníamos que pagar el 3 %, y entonces optamos por no facturar, e igual nos insistieron en pagar el porcentaje; entonces optamos por pagar en bolívares y la tasa era la que ellos nos ponían. Por cualquiera de los dos lados salíamos perdiendo. No hay supervisión: el que quiera trabajar con dólares que lo haga; pero que se establezcan los  precios en bolívares, la moneda en curso legal. Y ahora también tenemos el petro, que está fluctuando mucho y con el cual tenemos que pagar las obligaciones al municipio, dijo Valdez.

Wilson Mendoza se encuentra muy preocupado por el costo que le trae actualizar su tecnología fiscal. (Foto/ Tulia Buriticá)

Equipos fiscales por las nubes

El ser contribuyente especial, que debería ser motivo de consideraciones especiales, al estar aportándole al país, para Wilson Mendoza es un estigma que le ha conllevado una actualización tecnológica que escapa al ingreso de su negocio de partes automotrices en La Concordia.
—Lo ponen a uno a comprar una máquina, ya no nos sirve la máquina que tenemos, para eso necesitamos 1.200 dólares y 180 dólares más para la adecuación del software con el cual hacer la factura. Con eso adquiero un carro, o lo invierto en el negocio ¿Quién tiene ese dinero debajo de la gaveta para pagar eso? Nosotros ya tenemos 2 máquinas fiscales compradas, la última me trabajo 6 años y ahora me dicen que no es compatible para la transmisión de data. No llevo ni la mitad del dinero y estoy pensando seriamente en prestar. ¿Cuándo voy a recoger ese dinero?, manifestó Mendoza, preocupado.
Para el ser contribuyente especial le puede significar una desventaja competitiva con relación a los que ni facturan, y pueden ser preferidos por su clientela.
—Yo soy contribuyente especial, tengo que reflejar ese impuesto y cuando yo le vaya a cobrar ese impuesto al cliente, se espanta y se va para otro negocio que no facture, y yo voy a quedar en desventaja con relación a la competencia. Eso es lo que hay que pensar. Con gente de bastante movimiento y que en realidad sean grandes capitalistas, se entiende; pero es que contribuyentes especiales somos casi todos. Nosotros tenemos que pagar religiosamente cada 15 días al gobierno, y somos los que más contribuimos, para venir a ser los más golpeados, subrayó Mendoza.

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