Regional

El cambio total de vida de Julieta Ovalles desde que le mataron a su único hijo

23 de enero de 2020

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La madre cambió de casa, de trabajo y de rutina, para dedicarse a investigar cómo fueron las últimas horas de su niño. No hay detenidos por el crimen

Hoy se cumple un año, desde que el joven salió de su casa a marchar y luego fue encontrado en la fría morgue


Por Omaira Labrador M.

Hace 341 días, la vida de Julieta Ovalles cambió radicalmente. Han transcurrido 8.184 horas, desde el 23 de enero de 2019, cuando ella identificó a su hijo, Luigi Ángel Guerrero Ovalles, en la lúgubre morgue, luego de finalizar la marcha en recuerdo de la histórica fecha para Venezuela.

La vivienda, la rutina y hasta el trabajo de Julieta Ovalles, desde esa fecha, cambiaron radicalmente: le asesinaron a su hijo. Su único hijo, a quien en la familia llamaban la “oveja blanca de la familia”, por su carácter apacible, muy diferente a los demás integrantes de los Ovalles.

Julieta Ovalles cambió de vivienda, su trabajo y hasta las metas, desde que le asesinaron a su hijo. (Foto: Jhonny Parra)

La muerte de Luigi Ángel Guerrero, de 24 años, judicialmente sigue como hace un año: sin responsables. Es una estadística más de las refriegas entre opositores y oficialistas.

Pero lo que no sigue igual es la vida de la madre-padre. En la práctica, ella se ha dedicado día a día a reconstruir lo sucedido a su hijo, luego de salir de su casa con un termo de agua y una mandarina.

Ella quiere saber qué sucedió antes de las  4 de la tarde, cuando apareció muerto en la morgue del Hospital Central de San Cristóbal. En su cuerpo, ella vio marcas de balazos y maltratos por golpes.

Silenciaron la alegría de las Julietas

Para Ovalles, el joven asesinado era su único hijo, de 24 años. Estudiante de cuarto año de Comunicación Social en la ULA-Táchira. Era el varón de la casa. La alegría. El joven que, a su juicio, “tenía un corazón de niño”.

Su fe de cristiana evangélica le da fuerzas para dedicarse a investigar y reconstruir las últimas horas de vida del joven. No pudo volver a habitar la casa donde vivió 24 años con su hijo, “para mí, mi casa era Luigi”. Ahora, en su honor y por ella misma, termina la tesis pendiente, para obtener el título de Comunicación Social que su hijo no pudo alcanzar.

Las diferentes facetas de Luigi Ángel las guarda con recelo su mamá. (Foto: Jhonny Parra)

Con su hijo, murió una Julieta y nació otra, aún tímida, pero con contundencia. Con facilidad habla de derechos humanos y usa la jerga policial y médica.

No solo la vida le cambió a esta delgada madre, sino también a Julieta Núñez Lamprea, de 64 años, la abuela que de la pena partió a Colombia, donde viven otro hijo y otros nietos.

Una “fuerza” le decía que su hijo había muerto

42 años tiene Julieta Ovalles. Ella hace un año, en horas de la tarde, escuchó por la radio que había dos muertos y varios heridos en la marcha que convocaron factores opositores. Al ver que no llegaba su hijo, junto a su mamá se fue caminando desde el barrio Libertador hasta el Hospital Central, a ver si en la lista estaba su Luigi, su único hijo.

Aunque los apellidos Guerrero Ovalles no aparecían entre los heridos y menos entre los muertos -por una primera confusión-, Julieta insistió y de la Emergencia del Hospital pasó a la morgue, donde tampoco su niño aparecía.

Fue tanta su insistencia, que uno de los trabajadores fue despejando dudas y con cada rasgo que ella daba, comprobaba que a quien ella buscaba sí estaba entre los muertos. Estaba en el frío planchón de la morgue.

“Al no llegar a casa, y al enterarme que había heridos y muertos, dije que algo le pasó. Él no estaba preparado para ese tipo de situaciones. Él era un ser pacífico”, dice a un año del hecho, con tristeza en su rostro, pero sin lágrimas y al categóricamente rechazar que lo pudieran tachar de “guarimbero” o “tirapiedras”.

Cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde, Julieta comprendió que los planes de su hijo, de graduarse e irse al exterior, acababan de morir con él. Y ella, también, moría de dolor.

“Mi amor, Dios te bendiga y te guarde”, fueron las últimas siete palabras de Julieta para su hijo Luigi. Frase acorazada, para no olvidarla.

Un año de investigación

Sin ser investigadora policial, Julieta Ovalles decidió, en honor a su hijo, escudriñar para saber por qué y cómo murió su hijo. La respuesta a la primera interrogante no la tiene, pero la segunda dice que sí.

¿De acuerdo con su investigación, cómo murió Luigi?

—Yo entrevisté a todos los médicos y demás personal que lo atendió en el hospital. Él falleció de un paro cardiaco, una hora después de haber ingresado a la Emergencia del Hospital Central. Él llegó vivo, lo atendieron; de hecho, le hicieron varias prácticas médicas—dijo en tono convincente, mientras observaba las fotografías de cumpleaños y primera comunión de su pequeño, que celosamente llevaba para la entrevista en una bolsa plástica.

De acuerdo con lo que le han dicho quienes lo atendieron, durante los tres meses que fue al Hospital Central a recabar información, “a Luigi le dio un paro, lo trataron de revivir y, al no responder, de una vez lo sacaron a la morgue. Allí, el mismo médico forense me dijo: ‘me lo trajeron calientico’. Esto me extraña, ya que según entrevistas a otros médicos, el procedimiento para quien le da un paro es dejarlo una hora para declararlo muerto”.

Luigi Ángel (24 años).

A dos días de la fecha que trastocó la vida de ella y de la abuela de Luigi, espeta como la investigadora empírica en la que se ha convertido:

—Para el dolor de mi alma, todos los médicos, enfermeras, personal de vigilancia y quienes allí estaban de guardia, me dijeron que durante el corto tiempo que estuvo Luigi allí lo rodeaban efectivos del Cicpc y Sebin; estando en el quirofanito de la Emergencia del Hospital, recibiendo tratamiento médico, lo tenían rodeado. Mis preguntas son: ¿por qué y para qué?— comenta con voz quebrada.

—Cuando en la morgue me entregaron a Luigi, él estaba muy golpeado, en su cara y cuerpo. A él no le dieron un solo tiro, él tenía tres orificios en el lado izquierdo, y dos en la pierna derecha. El informe final está incompleto, ya que señalan que fue un solo tiro

—explica con detalles, casi como una especialista, sin perder el tono de seguridad.

—¿A un año del asesinato de Luigi, existe algún detenido?

—No, no lo hay, porque el Cicpc no ha tomado en cuenta las pruebas que yo he entregado, o las han escondido. Y las diligencias de investigación que se han hecho por Fiscalía no han tenido respuesta.

—¿En las investigaciones, qué ha hecho Julieta, qué pruebas ha encontrado?

—Tengo muchos videos. Muchas personas me los entregaron. En los mismos se ve a funcionarios disparando, se ve cuando a mi hijo lo cargan, herido; se ve a las FAES, a la GN, se ve cuando lo llevan herido en una moto. En uno se ve clarito cuando lo cambian de una moto a otra, y se ve que iba con un tiro en la pierna.

A un año de la muerte de su único hijo, Julieta Ovalles dice querer hacer un llamado, “a no ser tan indolentes; todos tenemos hijos, hermanos, sobrinos. A Luigi, yo presumo que lo golpearon en la Emergencia del Hospital Central, a él lo remataron ahí. Me duele, porque allí había muchísimas personas, en la cara de muchos le hicieron eso a mi hijo. Pudieran decir ‘sentimos miedo’, pero no se vale, porque aquí hay leyes y se pueden hacer valer. A ese lugar no se permite ingresar con armas. Él estaba mal herido en el quirofanito y lo maltrataron”.

Dice que en los cuerpos policiales y Fiscalía, en este año, cada vez que acude la atienden bien. Ya la conocen, pero no toman en cuenta las pruebas que dice aportar. Para ella, “hay complicidad”; para ella, en el caso de su hijo, se violaron los derechos humanos y le agrega el calificativo de “descaradamente”.

341 días, 12 meses y 8.184 horas, ha dedicado Julieta a desentrañar los “misterios” de la muerte del joven, que salió a una protesta y terminó en una línea de fuego. Dice tener muchas respuestas, pero ningún responsable del asesinato, para saber por qué lo mataron.

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