Regional
En carrera contra el reloj los transeúntes buscan en el centro realizar sus diligencias
2 de abril de 2020
Con un cierre de aproximadamente el 90% del sector comercial, en el centro de San Cristóbal se distingue claramente una población preocupada por abastecer a sus hogares de lo necesario, y otra negada a la paralización productiva, precisamente porque de eso depende garantizar el sustento para los suyos en los inciertos días por venir.
De ese alrededor 5% por ciento, una gran parte corresponde a locales y ventas ambulantes, que por ofrecer productos de primera necesidad, o insumos médicos, tienen permitida su actividad; mientras que el resto, en tanto sus administradores y empleados cuenten con facilidades de movilización, o sencillamente residan en el lugar, siguen activos con sus puertas abiertas a medias.
En este último caso, también tenemos a los buhoneros de cachivaches, y a los de cigarrillos y golosinas, quienes a su vez hacen las veces de cambistas cuando alguien requiere bolívares en efectivo y solo cuentan con divisas extranjeras.
Sea como sea el tipo de comercio que aprovecha una muy breve tregua de la cuarentena, la exigencia es que antes de las 2:00 de la tarde deben estar cerrados. Un horario más restringido esta semana, y que funcionarios de la PNB, Cicpc, Politáchira, y la Guardia Nacional cuidaban de ser cumplido a cabalidad.
Muy especial actuación, en comparación a semejantes escenarios del pasado, han tenido los organismos de seguridad, que por encima de sus labores de resguardo del orden público, han tenido que desempeñar otra adicional, la de concientización.
Y es que el tono coercitivo, se ha tenido que alternar con el educativo y amable, en tanto los funcionarios de seguridad y el ciudadano en circulación, están bajo la sombra de un mismo riesgo.
Si bien la gran mayoría de la ciudadanía ya ha acatado la obligatoriedad del uso del tapabocas, a excepción de uno que otra persona con visibles señales de desequilibrio mental, -a los que, por cierto, poca atención se les ofrece- todavía a muchos les cuesta entender que en las colas entre uno y otro hay que mantener una distancia mínima de un metro, y no falta quien con cierta altanería responda: «¿Qué quieren que estemos alejados una cuadra?
Movimiento de personas en la mañana
Aunque en horas de la mañana el aspecto general del centro de San Cristóbal es de soledad, con espacios en total deshabitación que contrastan con aquellos cercanos a mercados, supermercados, y panaderías; lo cierto es que en estos días, el movimiento de personas, pese a las recomendaciones explícitas de quedarse en casa, no puede considerarse mínimo, y demostración de ello lo representa la gran acumulación de pasajeros en las paradas de Transtáchira, una de las escasas empresas que está prestando el servicio de transporte urbano y suburbano, junto a una que otra unidad trabajando espontáneamente.
Sin contar con un vehículo, o un generoso aventón, no son pocos los que desde otros municipios se lanzan a la aventura de entrar y salir de San Cristóbal, ya sea porque en sus respectivas localidades todo está más caro, o sencillamente allá no consiguen el producto o el servicio requerido, pues no todas las necesidades son alimenticias; y esto último ocurre especialmente en el rubro salud.
Cumplir esos compromisos en «territorio foráneo» se hace a contra reloj, pues ni conviene, ni es permitido andar vagando después de las dos de la tarde, una prohibición a la movilización que también afecta a los vehículos en general, a menos de que el conductor pueda mostrar su debido salvoconducto.
Un cierre de horario que no solo lo anuncian relojes, sino desde los megáfonos de las patrullas del Cicpc, a eso del mediodía, que además deben subir el volumen, ante la terquedad de quienes se resisten a guardar distancia en las colas.
Aunque no es masiva, la afluencia a muchos locales ha sido fuertemente restringida y en alguno de ellos, en sus afueras, se han formado colas, impidiéndose el ingreso a quien no porte tapabocas.
Muchos son más cautelosos, y agregan los guantes a su indumentaria preventiva, por si acaso, ya que hasta ahora no son obligatorios.
En las puertas permanecen pegados los cárteles que advierten sobre el uso del tapabocas, rematando con exhortación a resguardarse en sus moradas. Empleados de estos establecimientos han tenido asignada la tarea observar que las medidas de seguridad sanitaria sean acatadas por los clientes.
A partir de lo observado en las ventas callejeras, así como en grandes y pequeños abastos, hasta los momentos no hay señales preocupantes de desabastecimiento, incluso las panaderías han estado en capacidad de renovar la existencia de sus estantes; sin embargo, preocupante resulta la mermada capacidad adquisitiva de los compradores, sometidos al imperio del peso, moneda con la cual no muchos cuentan en sus ahorros. Del otro lado, tres semanas de cesantía laboral ha representado una importante sequía del pecunio personal.
Unidades de transporte colmadas
Obviamente, las pocas unidades de transporte público en circulación -cuyos choferes tratan de no hacer muchos viajes en la precaución de no agotar el escaso combustible- se van llenando más de lo debido, y aún así, muchos se quedan por fuera, esperando la próxima unidad… si es que pasa.
Los conductores advierten que no pueden llevar más, y los pasajeros insisten; pero, contrario a otras veces, ahora no gozan de la solidaridad de los ocupantes, quienes protestan por el sobrecupo, y lo riesgoso del mismo para la salud de todos.
Las autoridades permanecen atentas en los puntos de control, fuera dentro y fuera de San Cristóbal; no obstante, poco pueden hacer: lo importante es que todos puedan llegar sanos y salvos en sus casas, y no tengan que emprender largas caminatas, que a muchos no amedrentan.
Al fin y al cabo, los tachirenses ya nos hemos acostumbrado a la fuerza a ser viandantes, por diversas circunstancias. Y peor aún, en esta emergencia que despierta las suspicacias, los choferes humanitarios, se han extinguido, a lo cual también ha contribuido el desabastecimiento de gasolina, al punto que se dice que por una pimpina se está pidiendo los cien mil pesos, o más.
En este sentido, y conscientes de esa carga infecciosa que conlleva una gran masa de pasajeros en aceras y dentro de los autobuses, Transtáchira realiza en las paradas y vehículos la aspersión del hipoclorito de sodio, por lo menos dos veces al día, procurando que no hallan muchas personas cuando esto se aplica, en vista de lo fuerte para el olfato que puede resultar la sustancia.
Freddy Omar Durán