Regional
En Palo Gordo comerciantes informales se defienden de la especulación en cuarentena
20 de marzo de 2020
Humberto Contreras
Sin transporte y sin gasolina, la zona parece un perfecto albergue de la soledad. Se ha reducido mucho la presencia humana, en esas calles y aceras siempre activas
Con tapaboca y mucha disposición, los comerciantes informales de Palo Gordo, municipio Cárdenas, límite con la zona noreste de la ciudad, afrontan las consecuencias de la cuarentena citadina que ha reducido al máximo la actividad cotidiana de sus habitantes: Ya no circula la misma masa humana de todos los días.
Casi no se ve gente en la calle. Ni carros, Ni busetas. La población ha asimilado que la cuarentena es la única forma de evitar el temido contagio, así que cada quien toma sus previsiones.
Pero hay gente que vive en los alrededores, y que tiene que salir a comprar víveres, carne, pescado, pan o vegetales. Alimentos, pues. Por ello, algunos comerciantes informales le salen al trabajo, para atender esa demanda, porque a pesar del Covid-19, hay que comer.
Y no solo comer. También hay que tener dinero para reponer mercancía, en particular quienes trabajan con vegetales porque además de la amenaza de que definitivamente desaparezca la gasolina, los precios que tienen los mayoristas y distribuidores es imprevisible. Siempre hacia arriba, dicen.
En la panadería artesanal están haciendo su trabajo. Bien surtida por ahora, porque tenían insumos en depósito. Pero los precios están subiendo demasiado. Nos dice su propietario, que está sumamente difícil adquirir materiales, en particular pan y mantequilla. Todo eso se compra en Colombia porque aquí no hay, explica.
Dijo que la harina estaba a 100 mil pesos el saco, y ayer (jueves) subió a 200 mil, Pagado en Cúcuta. Igual la mantequilla, que pasó de 50 mil a 100 mil pesos. Entonces, dice, a qué pecio vamos a vender al público? Si esto sigue así, la próxima semana estaremos cerrados. No podremos trabajar.
Así están otras dos panaderías artesanales del sector. Coinciden en señalar que, al fin, como alimento indispensable, se está vendiendo pan. “Si viene gentecita a comprar”. En menos cantidad, porque hay menos personas en la calle, pero si se vende.
Cauchos y talabartería: Algo se hace
Dos actividades fabriles que aunque en estos días tienen relativamente poca demanda, están siendo atendidas por sus dueños, Teófilo Buitrago tiene una cauchera muy informal, pero productiva. Normalmente atiende varios clientes, pues está en un punto de paso vial concurrido. Bajando hacia La Machirí, ya saliendo de San Cristóbal.
“Ya hay muy pocos carros circulando. Por la gasolina y por la cuarentena. El trabajo se ha disminuido mucho, aunque alguien llega esporádicamente a echar aire al caucho o a una reparación. Tengo un solo empleado y lo conservo”,
Buitrago, como casi todos los comerciantes, no tiene expectativa larga. Cuándo se acabe la gasolina, no habrá carros en la calle. Tendré que cerrar, dice.
De igual forma, en la talabartería. Su propietario se faja con trabajo pendiente. Un forro para asiento de automóvil. Tengo abierto mientras pueda, por si alguien necesita un trabajito, pero la circulación de vehículos y personas se ha bajado mucho, Con lo de la cuarentena muy pocos salen a encomendar este tipo de trabajo. Pero ahí vamos,
Al frente de la rústica cauchera, se instaló Pedro Labrador. Un hombre de edad, que vende carne de cerdo. No es su sitio de laborar normalmente, pero se ubicó acá y le ha ido bien.
Tenía tres cochinitos, dijo, y ayer (jueves) vendí dos. El kilo a once mil pesos, Hoy estoy saliendo del último. Voy a comprar más, pues seguiré vendiendo hasta que se pueda, porque también los precios van subiendo sin control. La especulación está incontrolable, dijo.
Como está también al frente de una venta de vegetales, tiene clientes en potencia, porque sí hay muchas personas comprando verduras, frutas y otros alimentos, que se animan a comprar carne de cerdo. Se veía buena. Y ha vendido.