Los dos primeros días de cuarentena en el estado Táchira para los cristobalenses han estado cargados de miedo e incertidumbre.
Los ciudadanos no saben si quedarse en casa o salir a buscar el sustento diario. En muchos de ellos gana la opción de arriesgarse y salir a buscar recursos que le permitan garantizar la alimentación de los que quedan en casa, sobre todo los niños.
Sentado frente a la puerta de entrada de uno de los bancos ubicados en La Concordia, estaba el señor Sebastián Bustos, quien en voz alta expresó: “Esto es fin de mundo.
Nunca habíamos vivido un lunes y martes, tan oscuros. Mire cómo está la entrada del banco, con arroz y frijoles regados, esto tampoco había sucedido, eran lugares impecables hoy los bancos están cerrados y no tienen el mejor aspecto debido a la crisis de la cual ellos tampoco han escapado”.
«No hay mucho transporte público. Dios mío, quería ir al centro para ver que conseguía de comida», miró la prolongación de la Quinta avenida que cada vez se veía más sola, entonces prefirió pasar el viaducto y seguir caminando hacia el Centro.
“No tengo dinero para comprar comida”
Otro señor atravesó la avenida frente al Terminal de La Concordia, preocupado exclamó: “No sé qué hacer. Esta cuarentena me va a terminar de matar. Yo no tengo dinero. Todos los días debo salir a ganarme algo y ahora cerrado todo lo que vamos es a pasar hambre, y lo peor es que no se sabe hasta cuándo. A veces iba para Cúcuta y vendía algo, y ahora con la frontera cerrada la cosa es más desesperante”.
Francisco Fuentes, esperaba una camioneta que lo llevara cerca de la Biblioteca Pública o calle 16 del sector La Romera, donde vive con su familia desde hace tres años.
Eran las dos de la tarde y estaba preocupado porque no había podido llegar a su casa. De repente alzó su mano derecha donde sostenía una bolsa transparente cuyo contenido era un pescado.
«Mire lo que llevo para el almuerzo de mañana miércoles. Con este pescado comemos mi mujer y yo…me costó dos mil pesos. Fue lo más barato que compré, aunque esté pequeño.
Lo compré porque pude lavar un carro…y ahora me preocupa cómo voy hacer para llevar más comida para la casa.
Tengo un niño de tres meses y por él debo dar hasta la vida», expresó. Mientras esperaba el transporte narró que “hoy conseguí para el almuerzo, pero me preocupa mañana, porque sí hoy estaba solo, imagínese los próximos días. Seguro que la gente no sale de la casa y menos querrá lavar los carros, todo estará más cerrado que hoy.”
“Harina de maíz a 8 mil pesos”
Otra de las personas que se encontraba en la parada de transporte. Quien dijo llamarse María del Carmen, tomó la palabra para decir que «ya no se consigue la Harina Pan.
En el mercado de los Pequeños Comerciantes se desapareció en cuestión de horas, y los vendedores en la calle estaban vendiéndola en 8 mil pesos, y yo no los tengo» comentó.
Contó que vino a San Cristóbal desde Caneyes y se regresó y prefirió comprar un kilo de maíz molido que se consigue en tres mil pesos. «Me toca rendirla. Llego a la casa y la mezclo con un poquito de harina refinada para comer unas cuatro veces. Esto no es fácil y para mi menos, porque debo salir a la calle a buscar comida y colocarme el tapabocas que no me gusta porque me siento que ahoga, pero me toca porque soy una paciente oncológica.
Estoy haciéndome radio y cualquier infección me puede matar porque tengo las defensas muy bajas», contó. Precisó que estaba preocupada porque cómo vio la situación no puede bajar seguido para San Cristóbal.
“Me da cosa con mi viejito, que no lo puede ir a ver pero es muy difícil”. Decidió quedarse en la parada del banco Bicentenario en Táriba, mientras planificaba llamar a una de sus hijas que está en Ecuador para pedirle que le depositara a fin de tener en la mano medicinas como Glicofenac para el dolor o la desinflamación y Atamel, porque el dinero que tenía lo gastó comprando comida y no se atreve quedarse sola en casa sin tener medicina para un dolor.