Con un paso firme, puntual, disciplinado, discreto; atento, respetuoso, admirado, apreciado, atrevido, docente activo, siempre de punto en blanco, y eterno enamorado de la pediatría, así es el doctor Marco Labrador, quien hoy celebra sus bodas de oro en el ejercicio de la Medicina.
Como siempre, accedió a conversar y sus primeras palabras fueron: “agradecido y afortunado”, pudiendo celebrar 50 años del grado de médico cirujano, egresado de la Universidad de los Andes, núcleo Mérida.
—Qué podemos decir en los momentos en los cuales se tiene la divina oportunidad de presentarse en el Colegio de Médicos para ser homenajeado por los 50 años de vida profesional. Muchas cosas se pudieran decir; sin embargo, voy a resumirlas en una sola palabra: gracias a infinidad de personas que se atravesaron en nuestra vida para poder llegar a ser médico y luego celebrar esos 50 años— dijo.
Y agregó: “gracias al Creador, que nos permitió nacer en un hogar en el cual hubo preocupación y ocupación para que los hijos pudieran escolarizarse, avanzar en los estudios, hasta lograr conseguir una profesión universitaria”.
“Gracias, gracias”…
—Gracias a la universidad y a la cantidad de profesores que se fueron sumando año a año y fueron nutriéndonos de sus experiencias y conocimientos; gracias a los compañeros de la promoción: López Lucena y Domingo Salazar, que el 25 de noviembre de 1971 concurrimos al aula magna de la Universidad de los Andes para recibir el grado como médicos cirujanos de manos del rector eterno, Pedro Rincón Gutiérrez.
También agradeció al Hospital Central de San Cristóbal, “que fue la segunda universidad y en el cual algunos compañeros de promoción “hicimos vida hospitalaria, bebiendo de unos libros muy especiales, maravillosos, como son las historias clínicas de nuestros pacientes”.
Pacientes estos que brindaron información de sus intimidades -contó-, de sus dolencias, padecimientos y alegrías, cuando se mejoraban; reconocimientos por el logro obtenido en un tratamiento médico, una cirugía, lo que sin duda es invaluable, invalorable ese aprendizaje en el hospital.
Jefes médicos
Agradecido con los adjuntos, jefes de departamentos -precisó el doctor Labrador-, profesionales de cuya disciplina y ejemplo, buen modelamiento de lo que es el ejercicio ético de la profesión hospitalaria, pudimos absorber esas enseñanzas y luego pasar a desempeñar posiciones de jefaturas que permitieron desarrollarse en el campo de la docencia.
En tal sentido, dijo que está enamorado de la docencia desde edades muy tempranas. El Hospital Central fue su laboratorio docente por excelencia, pues allí fue testigo de desarrollos académicos muy importantes; por ejemplo, vio nacer el postgrado universitario de Puericultura y Pediatría, de hecho integró la primera promoción no universitaria de pediatría, formando parte de un equipo con la doctora Rosa Ardila de Granados, César Pérez Angulo, Jesús Mora Coronado.
Coordinador de postgrado
Fue el primer coordinador del postgrado de Pediatría y posteriormente fue el creador y fundador de la Subcomisión de Estudios de Postgrado de la Universidad de los Andes, en el Hospital Central, primer director de Docencia del primer centro de salud del estado, y en el cual hasta hoy se mantiene.
Hizo bastante labor asistencial y luego pasó a ser exclusivamente de la parte de docencia y la investigación, de tal manera que ha podido vivir esas dos facetas del ejercicio médico, a lado de los pacientes, desde siempre en el área de pediatría, en todos los servicios, aprendiendo de profesores que hoy están en otro plano.
—Mi amor al departamento de Pediatría será sincero y eterno, espacio donde tuve la oportunidad de vivir muchos casos con estudiantes y compañeros especialistas—, que ayer fueron sus alumnos y hoy comparten a diario sus conocimientos.
Un sacerdocio
—Ejercer la medicina es un placer, se dice que es un sacerdocio, el ejercicio de una vocación, y realmente es algo maravilloso poder asistir cada día al Hospital, a la entrevista con un paciente, con sus padres, aprender de ellos y brindarles lo que podamos, desde el punto de vista médico, siempre signados por un mensaje que tradicionalmente nos decían: primero, no hacer daño; segundo, dar alivio siempre, y tercero, curar cuando se pueda—.
En ese sentido, dijo, creemos que se ha hecho un ejercicio bien apegado a la parte ética y humanitaria de la Medicina.
Aprendió el doctor Labrador que el trato humanizado, con calidad y calidez, a los usuarios de los hospitales y consultorios, es la mejor puerta de entrada al éxito en el manejo de la salud de los que consultan.
Salud preventiva
A lado de todo esto, cree en la salud preventiva y, en ese sentido, ha defendido las propuestas académicas y de formación de recursos y talentos para la salud que tengan que ver con la medicina preventiva, con la atención primaria en salud, el desarrollo de la red primaria de salud, pues la idea es que las personas no se enfermen y, en caso de enfermarse, puedan ser atendidas prontamente en el primer nivel de atención, antes de llegar a los hospitales de alta complejidad.
Hizo un alto para hablar del antes y el momento actual de la Medicina, y ante ello recordó cuando estuvo accidentalmente, siendo médico residente, en una fiesta de cumpleaños del doctor Rafael Galvis Velandia.
—Al doctor Galvis siempre le ha gustado la poesía, la declamación, y al ofrecer unas palabras dijo: de vez en cuando es bueno ser prudente, volver la mirada atrás, revisar el camino andado y observar las huellas que se han dejado; algunas de estas huellas serán profundas y firmes, y otras, probablemente, muy superficiales y casi invisibles, y eso representa los éxitos, debilidades y fracasos en el transcurrir de la vida.
Palabras vigentes
Así ve el doctor Marco Labrador sus cincuenta años en el ejercicio de la Medicina, pues ha tenido aciertos, éxitos, fracasos, momentos de debilidad, porque es humano, una persona que siente y padece, como todo el mundo, y por lo tanto, “tengo derecho a haberme equivocado, errado, y a mantenerme con la mirada puesta en el horizonte”.
—Vivimos una época de oro del hospital, impresionante en cuanto al desarrollo, y muchas cosas aparecieron y se desarrollaron dentro de la propuesta hospitalaria, pero hoy, lamentablemente, en estos tres últimos años de la aparición de la pandemia, las cosas están en el límite más bajo de su desarrollo, en todos los hospitales del mundo, pero poco a poco se saldrá de ahí. Es una historia que resumo en gracias, gracias, infinitas gracias a la vida, concluyó el homenajeado.
Nancy Porras