Regional

Fallas en la distribución e importación de mercancía empujan la inflación

26 de septiembre de 2020

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Freddy Omar Durán

Cuarentena más crisis económica es un escenario que el sector comercial apenas asimila y, aun así, los que apuestan a continuar en la jugada se tienen que enfrentar a una parálisis en la producción e importación nacional

Para algunos comerciantes, en lo que va corrido de este año apenas si se ha alcanzado un 5 % del 2012 en ventas; mientras otros reportan una merma en la clientela de más del 80 %

Amén de la cuarentena y su concomitante crisis económica que lleva sobre sus hombros otra casi endémica en nuestro país de años; la escasez de combustible, que incide negativamente en varios eslabones de la cadena de comercialización, y los problemas en las importaciones, con un dólar en desbandada, son algunos de los factores que en concepto de comerciantes sancristobalenses inciden en el precio final del producto que llega al consumidor.

Hablar de inflación, en el Táchira, es casi que hablar de una doble, por no decir triple realidad: la inflación en bolívares, la inflación en pesos…y la inflación en dólar, inclusive; y si bien para nadie son un secreto las variaciones en bolívares, de un mes a otro, por no decir de una semana a otra, de la gran mayoría de rubros de la canasta básica.

Si bien los comerciantes dicen que no se puede hablar de inflación en pesos y que, por el contrario, consideran que la representación del valor del producto en divisas ha llevado a cierta estabilidad, aunque aceptan que las circunstancias ya citadas, además del margen de ganancia que cada negocio determine, animan el alza. No obstante, aquí entra en juego la pericia del cliente en busca de las mejores ofertas.

Irónicamente, el hecho de que un caudal de compradores ya no se vuelque a Cúcuta en busca de variedad y precios, y regrese al comercio local, ve limitado sus beneficios, precisamente por los mismos imperativos que propiciaron el cierre de frontera.

Aun así, por los caminos verdes, y en vista de que el país aún no se recupera de la paralización productiva, las mercancías del vecino país siguen llegando bajo unas dificultades, que para muchos es un justificativo de un aumento entre el 30 y el 40 % de las mismas, en comparación a como son colocadas en los estantes cucuteños, por ejemplo.

Pandemia, sin claridad ni conciencia

Por supuesto, ajustarse a la cuarentena, con sus momentos restrictivos y sus momentos flexibles, surge como primera preocupación entre los comerciantes que en las breves brechas en que pueden percibir ingreso tratan de aprovecharlas al máximo, algunos, amparados de una oferta de productos de primera necesidad, por unas cuantas horas, o a puerta semicerrada, continúan sus actividades en semanas rígidas; que aun así no resultan rentables del todo.

Adolfo Contreras, administrador de un reconocido negocio en el sector vestuario, admite que con relación a las medidas de pandemia referentes al funcionamiento de los comercios, no han gozado de claridad suficiente.

—Las medidas que se implementaron al respecto no son claras: cambian todas las semanas, dependiendo de la localidad, no hay autoridad superior que valga, sino el que esté en el momento. Eso nos afecta porque no hay una manera de confrontar esto -dijo-.

Agregó que cuando las normativas son claras para todos, sin excepción, todos se rigen bajo ellas y cada quien puede organizar su forma de trabajar.

—Con respecto a horarios, por ejemplo, una cosa puede decir el Gobierno nacional, otra la autoridad regional y otra los policías. Igual pasa con las medidas de bioseguridad, que no hay criterios únicos, y encima de todo mucha gente no quiere colaborar con el buen uso de la máscara, que le echen alcohol en las manos, o medirle la temperatura, ni limpiarse los zapatos, ni guardar distanciamiento. Aunque nosotros tratamos de aplicar lo mínimo, y aun así no faltan los que son reacios a exigencias. La desinformación nos afecta al máximo.

Para el comerciante, el tema de la pandemia ha tenido un impacto global; no obstante, en Venezuela se acentúa por una serie de aspectos.

—Si bien el Gobierno ha aceptado que se usen el dólar y el peso en la calle, ya que el bolívar está casi extinto, e incluso así se está pagando el combustible, el tema de la gasolina nos está afectando demasiado. Por ese motivo, nuestras ventas al mayor han bajado porque la gente de las poblaciones vecinas no puede trasladarse hasta nosotros, y viceversa; nosotros no podemos llevarle el producto, o hacerlo conlleva encarecerlo, tanto que el cliente no lo acepta.

El comerciante indicó que “parte de que los productos hayan subido, así sea en dólares, se debe a las dificultades de comercializar; uno hace pedidos que demoran muchísimo en llegar. La escasez se produce por eso: al haber tantos problemas en la logística, y en la consecución de divisas, el importador se abstiene de invertir, o eleva sus precios”.

No acepta Contreras que se hable de “inflación en pesos”, y piensa que lo que ha pasado es que se ha reventado la burbuja en la que el venezolano vivía, y que ahora afronta una sinceración de los precios. En su caso particular, no considera que el cierre de fronteras lo haya perjudicado o beneficiado, pues siempre han competido con Cúcuta, en precios y atención.

—Los precios se están sincerando y ajustando a los parámetros internacionales. A eso se suman los problemas de comercialización de los que hablé, con autoridades que no ayudan, sino que crean problemas. El riesgo de comercializar y producir aquí es mayor que en otros países. Eso se traduce en costos más altos de un producto en Venezuela que en otras partes de Latinoamérica: si te vale allá 8, aquí cuesta 10, y esa diferencia es para cubrir costos de comercialización. Es mentira que eso va al bolsillo del comerciante, al bolsillo del emprendedor, del empresario. Nuestro margen de ganancia como comerciante se ha reducido para mantener el precio, no ha sucedido, así como el importador ni como el productor. Nosotros somos los que tenemos que darle la cara al cliente, que se queja ante nosotros, y absorbemos la gran cantidad de problemas en la cadena de comercialización.

Calcula que este año apenas se está vendiendo el 5 % del 2012, que fue el mejor año de la década pasada, y se considera en situación de desventaja con una informalidad que no paga impuestos al Estado ni al municipio.

Nómina, local e inventario no esperan

Pedro Pérez, propietario de una popular marca comercial de San Cristóbal, llegó a trabajar con alrededor de 20 empleados. Hoy en día, a duras penas lo acompañan 3, y muchos han renunciado por problemas de movilización, y por eso trata de dar empleo a “los que viven cerca”.

Trata en lo posible de renovar existencia, hasta donde la descapitalización personal se lo permite. Sus proveedores son de la región, pero estos trabajan con materia prima importada, lo que conlleva un encarecimiento del producto. De otra parte, a este silencio de las máquinas, la cuarentena, la falta de insumos y combustible, y la desmotivación de invertir, han aportado su fatal contribución.

—Si yo llegó a vender 20 artículos en bolívares, por ejemplo -muy bueno para hoy en día, aunque antes podía diariamente vender 300-, eso con la devaluación de la moneda no me alcanzaría para comprar 12. El mío es uno de los muy pocos negocios que están comprando mercancía, pues los otros no pueden. Las fábricas del Táchira están cerradas en su gran mayoría, y las que no, su oferta es ínfima, y unas semanas sí y otras semanas no.  Por otro lado, es muy difícil traer mercancía de Cúcuta, y el que lo hace debe cobrar mucho más por el artículo. En Cúcuta, un producto puede ser más barato que acá; pero hay que tener en cuenta que para colocar un producto aquí hay que pasar como 15 alcabalas. Si hay inflación, es porque hay escasez. En Colombia hay cientos de “chuzos” compitiendo entre sí, y eso abarata todo; aquí te tienes que atener a los pocos que ofrecen.

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