Norma Pérez
Esta vez la gratitud fue protagonista. Apareció en la mirada de quienes olvidaron que alguna vez fue normal comer tres veces al día. En aquellos a quienes la cotidianidad se les volvió adversidad y el sufrimiento, compañía.
Para ellos fue la mano generosa que salió a las calles de Rubio y extendida recordó que siempre es posible ayudar. Que a pesar de las limitaciones hay alguien con mayores carencias y que el esfuerzo colectivo rinde sus frutos.
La iniciativa de Karla Ochoa, joven rubiense movida por las circunstancias hacia el lado colombiano de la frontera, hizo posible llevar la ayuda a cuarenta familias de recursos menguados.
Ella participó en un operativo similar que se realizó en la ciudad de Cúcuta, Norte de Santander, denominado “Abajo las banderas rojas”, símbolo que colocaron en los hogares de los barrios más deprimidos como una petición de auxilio.
Ochoa quiso replicar esta experiencia en su pueblo natal y lo logró gracias a una estrategia que aplicó al ofrecer a empresas y organizaciones publicidad gratuita en cuentas de redes sociales con más de 28 mil seguidores a cambio de mercados.
Esto como incentivo, pero prevaleció el noble espíritu dadivoso de los habitantes del municipio Junín, quienes respondieron masivamente para brindar su colaboración.
A la campaña se sumaron alrededor de 31 comercios, empresas, organizaciones e instituciones educativas, cuyos representantes hicieron sus aportes en alimentos de primera necesidad y útiles de aseo personal en los centros de acopio destinados para este fin.
La coordinación del equipo que entregó los mercados en Rubio estuvo a cargo de Wilmer Sayago. Contaron con la cooperación de un grupo de voluntarios integrado por Inés Balaguera, Yeimi Delgado y Kleana Delgado, quienes recorrieron los barrios La Palmita, Cañaveral, Ruíz Pineda, Los Pocitos, El Japón, La Victoria, Los Bloques, las invasiones de Cumbres Andinas y San Diego, así como las zonas de Puente de Oro, Villa Bahareque y El Guayabal.
Una bolsa de esperanza
Más que una bolsa con alimentos, los beneficiarios en su mayoría de la tercera edad, personas con discapacidad y madres solteras, recibieron ánimo para sobrellevar la carga que puede tornarse muy pesada y esperanzas para seguir adelante.
En su apreciación sobre el contacto con estas personas, Karla Ochoa manifestó que no es igual sentir y vivir que la gente pasa hambre y necesidades, a solo decirlo o pensarlo. “Porque son muchos quienes viven el día a día, abuelitos que no tienen cómo salir a buscar comida y para mí es una bendición poder ayudar aunque sea con algo muy pequeño que mitigará su necesidad algunos días”.
Era noche cerrada cuando finalizó la jornada. En la oscuridad persistía un brillo que no pertenecía a las estrellas asomadas en el firmamento. Tal vez eran lágrimas, de esas que reconfortan y alejan la tristeza.
Un gesto amable de almas solidarias demostró a estos seres golpeados por la complejidad de la vida que no están solos y que en los momentos difíciles hay alguien dispuesto a ayudar. Junto a la mirada de gratitud apareció la sonrisa.