Regional

Hace 77 años, Anunciación Orduz fue víctima de un feminicidio

3 de noviembre de 2021

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Anunciación Orduz de Ochoa, nacida en un humilde hogar de Bucaramanga, Colombia, se casó con Luis Ochoa, un borrachín violento y pendenciero que la maltrataba con frecuencia y en nada contribuía a los gastos del hogar, lo cual la obligada a trabajar en casa, fabricando tabacos que vendía en mercados y pulperías. El 10 de julio de 1944, en el sector Quinta Villasmil, fue asesinada por el problemático hombre, quien le atacó con un cuchillo por cuestión de celos.


Por Armando Hernández

Anunciación Orduz de Ochoa forma parte de la historia y la tradición de la ciudad y del Táchira. Es uno de esos personajes que los hechos reales convirtieron en leyenda y permanece en la mente de numerosas personas que la creen mártir y hasta la idolatran, por considerar que se trata de un espíritu bueno, que concede favores. Su historia se remonta al 10 de julio de 1944, cuando resulta asesinada por su pareja, Luis Ochoa, quien en medio de una borrachera la atacó con un cuchillo, por celos, según cuentan, en un sector conocido como Quinta Villasmil, barrio Lourdes de San Cristóbal, donde fue construida una pequeña capilla en la cual se le rinde tributo y recuerda por ser víctima de un irracional hecho de violencia de género, como ahora se le conoce.

Gladys Gómez lleva 40 años cuidando la tumba y asegura haber sido testigo de acontecimientos extraordinarios.(Fotos: Armando Hernández)

Son numerosas las creencias y las cosas que se dicen en torno a lo que fue este personaje y hoy, 77 años después, la historia de Anunciación, a quien se recuerda por aquel atroz crimen, aparece apegada a la creencia popular, plena de leyendas y supersticiones, que son seguidas por quienes ven en ella una ventana al más allá, a donde pueden acudir con fe, en procura de un favor de tipo espiritual que ayude a resolver problemas que no confían a los recursos terrenales.

Víctima de femicidio

Gladys Gómez tiene más de 40 años dedicada, con pasión y devoción, a servir a la causa de Anunciación Orduz de Ochoa, a quien admiraba desde niña, cuando su madre se encargaba de cuidar la tumba y rezar por encargo de quienes no saben orar. Ahora es ella quien se ocupa de las novenas y los rosarios, no solo por Anunciación, sino por todas las almas de quienes están enterrados en el camposanto de la capital tachirense. Es quien suplica a Dios para que las saque de pena y las lleve a descansar.

Agrega que cuando su progenitora comenzó a resentirse por el paso inexorable paso de los años, tomó su lugar. De eso ya han transcurrido 40 años, dedicados a una tarea que seguirá cumpliendo hasta que Dios se lo permita. Conoce, como pocos, la historia de la finada y asegura que se han dicho cosas que no son verdad, no solo en lo que se refiere al crimen, sino a una serie de circunstancias que ocurrieron después.

Explica, que Orduz de Ochoa nació  en la ciudad de Bucaramanga, Colombia, en el hogar de una familia humilde, de escasos recursos económicos. Contrajo matrimonio con un hombre de temperamento violento y adicto al licor, que a la larga le quitaría la vida al atacarla con un cuchillo, por problemas de tipo pasional.

Gladys recuerda que tenía cuatro años cuando comenzó a escuchar, por relatos de sus padres, la triste y trágica historia de aquella mujer. Su muerte ocurrió el 10 de julio de 1944, en plena calle, en la carrera 17 entre calles 8 y 9 de Barrio Obrero, sector conocido como “Quinta Villasmil”. También lo identifican como parte alta del barrio Lourdes. La verdad es que esa zona era conocida, en ese entonces, como “Cantarranas “. El sitio donde está la capillita en honor a su memoria.

—Luis Ochoa era un borrachín, añade, y no ayudaba en nada a los gastos del hogar. Ante ello, Anunciación, que solo recibía maltrato por parte del hombre, se vio obligada a trabajar, primero en fábricas de tabacos, donde aprendió el arte, y luego en su casa. Sus tabacos eran comprados en pulperías y mercados, y ella misma se encargaba de distribuirlos. Gladys Gómez asegura que algunas de las cosas que se han dicho sobre ella no son verdad, “puros inventos. Hay quienes dicen que Anunciación fue atacada cuando salía de su casa acompañada de una niña, para hacer entrega de un lote de tabacos en el mercado de Táriba, pero no fue así. Esta humilde mujer siempre andaba sola, puesto que no tuvo hijos, y su marido no la acompañaba a ningún lado, debido a que se la pasaba borracho”, explica.

Ese diez de julio de 1944, Anunciación llegaba a su casa. Había ido al mercado de Táriba a entregar unos tabacos y estaba de regreso cuando fue atacada por su pareja, Luis Ochoa. El sujeto estaba esperando cerca de su residencia, justo donde está la capillita, y al verla se le abalanzó y la acuchilló, hasta causarle la muerte. Algunos vecinos, alertados por los gritos, salieron de sus casas para tratar de auxiliarla, pero nada pudieron hacer, puesto que Anunciación ya había muerto, casi en el acto, a la edad de 56 años, contó luego Gladys Gómez. Luis Ochoa aprovechó la conmoción que había en el lugar para huir.

Este crimen consternó a la ciudad y especialmente a la zona donde ocurrió, porque los vecinos sabían la vida de sacrifico que llevaba esta buena y sufrida mujer. A ella la velaron en el barrio y le hicieron la misa de cuerpo presente en la iglesia Coromoto, para sepultarla en el Cementerio Municipal de San Cristóbal, donde aún permanecen sus restos.

Luis Ochoa huyó por varios días, tratando de evadir la acción de la justicia, hasta que fue ubicado en Santa Ana del Táchira por una comisión de la policía, que lo apresó.

La leyenda de Anunciación tiene su origen siete años después de su muerte, en el año 1951, cuando fue sacada para ser llevada a un restero y los enterradores observaron, con sorpresa, que “estaba entera y en perfectas condiciones”, por lo que la devolvieran a su tumba, donde permanece desde entonces.

Inicio de la leyenda

La gente le lleva placas con mensajes, carritos, casitas y muchas cosas, como gesto de agradecimiento por un favor recibido.

La mujer que por cuatro décadas se ha encargado de cuidar y hacer mantenimiento a la tumba de Anunciación Orduz de Ochoa nos habla sobre la forma como se inició la leyenda. Según lo contaba su padre, Eladio Márquez, quien laboraba como sepulturero en el cementerio de San Cristóbal, en compañía de otro obrero de nombre Abdón, recibieron el encargo de sacar los restos de Anunciación, puesto que habían pasado siete años de enterrada y el alquiler de la parcela había llegado a su vencimiento.

Eso fue en 1951, siete años después del crimen, enfatiza. Cuando sacaron el ataúd, los obreros observaron, con sorpresa y estupor, que el cuerpo de Anunciación estaba incorrupto y esto los impresionó mucho, no solo a ellos, sino a otras personas que fueron testigos de tal acontecimiento. “Mi padre, al darse cuenta de ello, decidió que el cuerpo volviera a la fosa de donde lo habían sacado y allí permanece desde entonces. Fue a partir de ese momento que se inicia la leyenda, pues la noticia corrió rápidamente por toda la ciudad y la región, generando curiosidad. El camposanto pronto se llenó de personas que solo venían a fisgonear, en tanto que otras consideraron que se trataba de un milagro y comenzaron a pedir favores a la difunta, que, según testimonios de Gladys, se cumplían de manera inexplicable.

Gladys hace otra aclaración: “Es falso que ella ejerciera la brujería o leyera el tabaco. “Esos son inventos de la gente. Ella solo se dedicaba a hacer sus tabacos para vender y comprar sus cositas, ya que, además de ser una mujer maltratada por su pareja, Luis Ochoa, el hombre no la ayudaba con nada en el sostenimiento del hogar”, acota después.

Afectados por la pandemia

Gómez sigue en el cementerio, atendiendo a sus clientes y cuidando los objetos que la gente le lleva a Orduz de Ochoa. Aclara que la pandemia ha afectado muchísimo y las cosas cambiaron. No son como antes. “Yo no dejo de venir. Todos los lunes, llueve, truene o relampaguee, estoy aquí. Es un compromiso. Los lunes me consiguen haciendo oración y las novenas. La gente lo sabe y me encargan rezar por los difuntos, para pedir o agradecer favores, porque muchos no saben orar o encomendarse, y yo lo hago en su nombre. Mucha gente me llama para eso”, nos dice.

Seguidamente acota, mientras muestra el lugar: “Antes esto era full, todo el tiempo había gente, pero ahora, con eso de la pandemia, las cosas son de otra manera, vienen muy pocas personas, la mayoría urgidas por la necesidad. Uno les escucha cuando ruegan y piden por cosas diferentes, como salud, necesidades personales, problemas en el hogar y muchas más. Algunos, en medio de llanto y con desesperación. Tienen fe y confían en que todo se va a arreglar.

Revela que conoce muchos casos con buenos resultados y entre risas advierte: “Si me pongo a contar, no tendría cuándo terminar. He visto gente con problemas en el hogar, o enfermedades muy graves, que vienen a llorarle a Anunciación. Se hacen las siete noches y ella les ayuda con el permiso de Dios, porque, ante todo, Dios está primero”. Gladys no considera esto como superstición, sino como un acto de fe, y sostiene que así lo demuestran muchos casos de favores recibidos, que resultan inexplicables. “Se trata de favores y no de milagros, porque estos últimos corresponden a Dios. Yo misma, si estoy en casa y tengo algún problema, me acuerdo de Anunciación, me concentro y le pido ayuda”, acota.

Víctimas del hampa

Gladys se queja por la manera como las cosas de Anunciación han desaparecido.  Ella va solo los días lunes, pero el resto de semana no hay quien cuide con el celo de la mujer. “Se han robado las placas, antes había muchas y ahora casi nada; esto está pela’o, pela’o”. Muestra el techo y el nicho. Antes había de todo porque la gente le traía cositas, como ofrenda, carritos, casitas, libros, figuritas, insignias militares, pero casi todo ha desaparecido, se lo han robado.

En ese momento cuatro personas, devotas, estaban orando y una de ellas comentó: “Deberían de respetar a los muertos, esas cosas que se han robado pertenecen a Anunciación y llegará el momento que les va a reclamar”.

La tumba de Anunciación no ha escapado a la acción de los delincuentes, que desde hace mucho tiempo mantienen azotado el Cementerio Municipal de San Cristóbal, hasta desvalijarlo casi por completo. Han robado todo aquello que sea de metal y puedan vender a chatarreros o fundidores deshonestos.

Además de los hurtos de pequeña monta, existen otros problemas. La zona, incluyendo el propio nicho, es utilizada en horas de la noche para prácticas de brujería por parte de personas desconocidas que ingresan al camposanto en plena oscuridad, aprovechando que las paredes perimetrales son muy bajitas. Esto se sabe, porque en la tumba han encontrado restos de animales sacrificados, muñecos, brebajes y otras cosas, que luego de los ritos son abandonadas.

La encargada del lugar se muestra indignada y hasta ha dejado carteles solicitando la cooperación de las personas que se dedican a esto, para que busquen otro lugar, pero no le hacen caso y estas situaciones siguen ocurriendo.

Otros personajes

Con una pequeña placa se recuerda a la sufrida mujer

Esta es parte de la historia de Anunciación Orduz de Ochoa, muerta en caso de violencia doméstica hace 77 años. En el cementerio de San Cristóbal está su tumba y, a pesar de las limitaciones impuestas por el COVID-19, sigue siendo la más visitada. Curiosamente, está ubicada en la misma zona donde están los sepulcros de otros finados a los cuales se les atribuyen las mismas cualidades de conceder favores. Ocupan prácticamente el mismo cuartel, donde reciben visitas de manera mayoritaria los lunes, por la creencia popular de ser el día de las ánimas.

Próximos a la tumba de Valduz de Ochoa reposan los restos de Luis Méndez, conocido como Cabeza de Hacha, un delincuente de quien se dice robaba a los ricos para ayudar a los pobres y fue muerto durante un enfrentamiento con efectivos de un organismo de seguridad en el sector Cuesta del Trapiche, en La Concordia. Se especula que este personaje forma parte de la denominada “Corte Cale” y también cuenta con un alto número de seguidores.

Al otro lado está un nicho con imágenes del Dr. José Gregorio Hernández, en el cual se observan placas y pequeñas figuras del médico trujillano, llevadas por personas que aseguran haber recibido milagros en momentos de apremio por cuestiones de salud y van a pagar su promesa.

Un poco más allá está la tumba de Francisco Carrero, joven soldado al cual algunas personas le reconocen esas mismas virtudes. Murió ayudando a sus compañeros que sufrieron un accidente de tránsito en la vía a San Juan de Colón. Cuenta que el joven iba en un convoy que cayó por un barranco, dejando como saldos muchos heridos. Francisco logró salir del vehículo y, una y otra vez, bajó hasta donde estaba el camión volcado para sacar a sus compañeros heridos hasta la carretera.  Salvó muchas varias vidas.

El joven militar, tras este comportamiento heroico, llegó a su cuartel y poco después solicitó permiso a sus superiores para ir al dormitorio a descansar, pues se sentía agotado. Se durmió, para no despertar nunca más. Se determinó que, en el accidente, Carrero había sufrido lesiones mortales, pero a pesar de ello tuvo arrestos para auxiliar a sus compañeros.

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