Regional

Intentan tres adultos mayores sobrevivir luego de la vaguada

27 de marzo de 2021

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Vecinos pertenecientes a la brecha de la tercera edad y solitarios habitantes de edificaciones afectadas por la vaguada del mes de noviembre, en el sector Los Amigos de Zorca- Providencia, Abdercaden Cárdenas, su esposa Gladys Teresa Márquez, así como su vecina María Concepción Villamizar, no solo se consideran damnificados desistidos, sino parte de una población vulnerable sobre la que la pobreza se ensaña.

A las afueras se extiende la amenaza de La Zorquera, que espera la siguiente crecida para hacer de las suyas; adentro, lo que se desborda son las necesidades, pues ya ellos no están en edad de trabajar, y difícilmente se pueden paliar con la ayuda de familiares y amigos, quienes sobrellevan su propia lucha por la supervivencia.

Después de que gran parte de su vivienda, que habitan desde hace más de 40 años, se la llevara el afluente, Abdercaden y Gladys se reubicaron en un rancho, dentro de su propio terreno, por cuyo techo la lluvia acaba de destruir lo poco que se salvó, teniendo que usar para protegerlo plásticos y poncheras.

—Eso se daña todo. Uno ya no sabe qué hacer –afirmó desconsoladamente el señor Cárdenas, a medida que iba mostrando sus recuerdos familiares, a punto de echarse a perder.

Salud delicada

Sin gas y sometidos a los caprichosos cortes eléctricos, les toca preparar sus alimentos en un reducido espacio que tienen por cocina, obligados a cocinar a leña en un fogón adaptado en el patio. Una situación que nada favorece a la salud de ambos, ya de por sí comprometida.

—Hace tiempo era sepulturero -relató Cárdenas-, pero ya no puedo. Tengo la columna hecha un “tres”, y varios discos desgastados, además sufro de osteoporosis.

Y la condición de su esposa es aún más delicada. Recién se ha recuperado de un accidente cardiocerebral que la dejó varios días sin habla.

—Recientemente a mi esposa le dio un ACV. Sufre de epilepsia, y uno tiene que estar ‘pilas’, porque de repente le puede dar un ataque. No la puedo dejar aquí sola, pues hasta se va por el barranco y cae al río. Hasta 20 ataques le han dado en un mismo día.  A veces yo llegaba de trabajar y la encontraba tirada, se ha dado muchos golpes. No tiene tratamiento y la doctora que la veía en la Sanidad se fue, quién sabe para dónde — narró.

Son padres de seis hijos, de los cuales varios se vieron obligados a emigrar, mientras otros dos se sostienen con trabajos ocasionales. Recibieron la visita de funcionarios de  Protección Civil, que tomaron  nota de su situación, pero hasta los momentos no han obtenido respuesta a sus peticiones. Solo consiguieron donaciones de una iglesia cristiana que los visitó.

—Por aquí estuvieron los de Protección Civil y me dijeron: “¿qué necesita usted?” y les dije “¡pues materiales: mire cómo está el rancho! Estas son las fechas y nada hemos recibido. Necesito arena, bloques, tubería y láminas para arreglar el techo. Declararon inhabitable la vivienda, pero para dónde nos vamos— recordó.

En tantos años viviendo en el sector no habían experimentado un peligro similar. Apenas escucharon la fuerza de la corriente, solo les restó irse a la casa de unos familiares, unas casas más arriba. Desde allí presenciaron un tropel de carros y busetas dando botes, quebrada abajo.

El peligro les sigue rugiendo en sus narices, por eso, para ellos urge la canalización de La Zorquera, a través de la máquina, que al respecto hizo algo, pero mucho más arriba, en Zorca-San Isidro.

Buscando la subsistencia

Ni un mes de viuda tenía la señora María Concepción Villamizar cuando también la vaguada la puso en vilo. Prácticamente, la única herencia fue un huerto, con un productivo árbol de aguacates, entre muchas más especies alimentarias, que ya no existen.

—La huertica que el viejo me dejó como para medio comer se la llevó la vaguada— es la frase con la que encabeza la lista de sus males.

Sin mayores ingresos, su esperanza está en adaptar un cuarto para arriendo; pero en términos generales, y eso cabe especialmente a la techumbre de zinc, hay mucho que arreglar

—Yo quisiera medio acomodar el ranchito para poder alquilar aquí; pero mire –haciendo un gesto con la mano-, no tenemos billete.

Se considera una olvidada de la vaguada, pues mientras en otros sectores hubo más atención a los damnificados, ella asevera no haber recibido nada. Por el mes de la vaguada, junto con su vecino salieron presurosos a un gran donativo que efectuó en Zorca-San Isidro un organismo multilateral, pero salieron con las tablas en la cabeza, pues no habían sido incluidos en una lista realizada por los funcionarios de los cuerpos de seguridad y rescate.

A sus hijos, algunos radicados en el exterior, les queda cuesta arriba ayudarla y en los primeros días de la vaguada fue alojada por uno de ellos, mas no quiso dejar solo lo poquito que tiene.

—No nos dieron ni un colchón, y mire que yo tengo el mío tan desgastadito. No nos dieron absolutamente nada. Les dan a los que tienen y a los pobres no les dan nada. Mire, el río ahí, tan cerquita, nosotros estamos en pico de zamuro… — concluyó doña María, en una mezcla de rabia y tristeza,

Otra versión

Como poblador de un arraigado en las creencias del campo, don Abdercaden arriesgó una explicación que va más allá de los argumentos científicos, o de las responsabilidades humanas, sobre los inusuales desastres naturales de la zona, y que coincide con un rumor que también circuló por San Joaquín.

—Cuando tenía como 12 años, donde yo antes vivía, se me apareció como una figura de luz que siempre se perdía en un sitio. Luego supe que ahí encontraron una huaca; pero cómo iba a saber. Igual dicen que por estos lugares hay enterradas varias y todo lo que ha pasado ha sido como una señal— finalizó Cárdenas.

Freddy Omar Durán

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