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10 de mayo de 2025
Cincuenta y nueve eslabones que tejen una cadena de unión familiar
Norma Pérez
Setenta años de matrimonio. Diez hijos, veintiséis nietos y veintiún bisnietos. Esta es la historia de amor de Carmen Belén Hernández. En agosto, celebrará su aniversario setenta y uno.
Estudiaba primaria en el grupo escolar Estado Sucre, en la capital del municipio Junín, cuando conoció a su primer y único pretendiente, Reinaldo Manrique. Al año siguiente, se casaron y la jovencita asumió deberes y responsabilidades.
“Tenía quince años de edad, cuando conocí a Reinaldo, en el barrio San Diego, de Rubio. Él trabajaba manejando un camión. Yo era amiga de su hermana. Era un joven muy amable y simpático. Nos casamos por el civil el 24 de agosto de 1954 y por la iglesia, cuatro días después. A los diecisiete años, tuve mi primera hija. Después llegaron los otros, hasta completar diez.
Cuidar diez niños con poca diferencia de edad, no fue tarea fácil. Ella se encargaba de atenderlos, preparar la comida, de la ropa, mantener la casa limpia. Los llevaba y buscaba en la escuela, los ayudaba con las tareas escolares, se encargaba de ellos cuando se enfermaban, y aunque era estricta en la crianza, le quedaba tiempo para darles un abrazo o hacerles una caricia.
“En esa época era diferente. La mujer que se casaba debía dedicarse al hogar. Por lo tanto, me convertí en ama de casa a tiempo completo. Al principio vivimos con mis padres y después nos mudamos”.
Habla desde la vivienda que comparte con su esposo desde hace más de seis décadas, donde vieron crecer a su familia con esfuerzo y mucha responsabilidad, para que nunca les faltara nada. Apegados a la religión católica, acudían a misa cada domingo con sus descendientes.
“Con el sueldo de mi esposo levantamos a nuestros hijos. Él fue muy trabajador, de carácter fuerte en la crianza de los muchachos. Juntos, les inculcamos valores y respeto hacia los demás”.
Sus hijos, seis varones y cuatro hembras, encaminaron sus vidas por diferentes rumbos: Leddys, Henry, José Ramón, Armando, William, Marcos, Coromoto, Iraima, Alexis, y Yorlet. Recita sus nombres sin perderse, aunque en algún momento titubea.
Unos son profesionales, educadores, psicóloga y administradora, otros comerciantes, dos guardias nacionales, y como ella, amas de casa. Todos tienen una característica en común. Hicieron de la casa de sus padres, centro de reunión. Propician los reencuentros en fechas importantes y siempre están cerca de sus progenitores.
Nietos y bisnietos
“Siempre estuve dedicada a mi familia. Los primeros nietos crecieron conmigo. Ya después llegaron los demás, un total de 26. También, los bisnietos, que son 21”.
Todos se reúnen en Navidad y en fechas especiales. Padres, hijos, nietos y bisnietos conforman una cadena de 59 eslabones. Cuando hay una celebración, no invitan a nadie más, porque con todos los miembros de la familia es suficiente, pues también hay yernos y nueras. Mucha gente y alegría en la casa paterna.
Esto complace a Carmen Belén, una matrona que está convencida que para mantener los vínculos fuertes, hay que a sacar adelante a los hijos, guiarlos para que tomen decisiones acertadas y arraigarlos en los valores.
“Actualmente son muchos los niños que crecen con sus abuelos o con otros parientes, porque sus padres se han ido del país. Eso no los beneficia. Es obligación velar por ellos, no solo ponerlos frente a un celular para que se distraigan y se queden tranquilos. La excusa es que no tienen tiempo. Yo tuve diez y siempre me alcanzaba el tiempo”.
Si no hubiera tenido una familia tan numerosa, le hubiera gustado ser docente, pues fue una carrera que siempre le atrajo. Aun así, no se arrepiente de su vida.
Cerca de ella, sus hijos comentan anécdotas de la infancia y juventud, que los hacen sonreír, asomar alguna lágrima o empañar la voz por el afecto que sienten por la pareja que les dio la vida.
A sus ochenta y siete años de edad, Carmen Belén Hernández se mantiene activa, lúcida y en buen estado salud. Quiso compartir su secreto.
“Todos los días salgo a caminar una hora; en el 2006 sufrí un infarto y desde allí adquirí el hábito de ejercitarme caminando, alimentarme sanamente y cuidar más mi salud. Me siento capacitada para hacer las cosas”.
Su cumpleaños es el 1ero de enero, y a pesar del trasnocho a la espera del nuevo año, en la familia Manrique Hernández, esta fecha señala la celebración del día siguiente. Durante su juventud y madurez, el promotor de la fiesta, era su esposo Reinaldo.
El mensaje de esta mujer ejemplar en el Día de las Madres lo dedicó a las nuevas generaciones:” Luchen por constituir un buen hogar, formar a sus hijos para que sean hombres y mujeres de bien, trabajadores ejemplares y que aporten a su país”.
Sentado a su lado, con una edad que lo aproxima a ser centenario, Reinaldo Manrique, se esfuerza por prestar atención a su esposa durante su narración.
Aun cuando ha perdido gran parte de su audición, interviene para decir que no se cambia por nadie y que se han querido mucho.
Entre risas comparte que hace más de setenta años, se enamoró para siempre de aquella joven bonita, de piel morena, ojos grandes, cabello largo y negro.
En su memoria y en su corazón, ese recuerdo se mantiene intacto.
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10 de mayo de 2025
