(Diario La Opinión) Vendedores ambulantes sobre andenes y vías vehiculares, ventas de comida de escasa asepsia, repartidores descargando mercancías donde mejor les parezca, conductores de buses parqueados donde quieren, y peatones transitando por los carriles vehiculares hacen parte de una típica escena diaria en la calle séptima del barrio La Parada (Villa del Rosario).
En esta vía, de apenas tres cuadras, se concentra buena parte del comercio informal del municipio fronterizo.
Hay una mezcla de verduras, frutas, insalubridad, productos venezolanos y colombianos, sumada al cambio de pesos y bolívares, en medio de gente vociferando y ofreciendo a grito sus productos.
Todos los espacios adyacentes al puente internacional Simón Bolívar se caracterizan por tener escenarios similares, salvo que a mayor cercanía al largo paso binacional se unen cambistas, compradores de cabello, y carretilleros por doquier.
Ante el insólito caos ninguna autoridad municipal ha podido frenar la expansión de ventas, y todos los intentos por tratar de poner orden han fracasado.
En septiembre de 2016, por ejemplo, un centenar de policías retiró el mismo número de vendedores; en 2017 se hicieron otros intentos de despeje, y en agosto de 2018 el alcalde Pepe Ruiz reanudó las operaciones de reubicación que terminaron con la instalación de los vendedores de perecederos, hoy en aumento, en la calle séptima.
Los vendedores formales, dicen estar cansados, no solo porque deben cumplir con sus obligaciones tributarias sino porque aseguran que no pueden hablar muy fuerte, pues los mandan a cerrar la boca, por las buenas o las malas.
“Esto es un nido de víboras”, aseguró una vendedora que dijo llamarse Betty Rincón. “Hay que dejarlos trabajar, porque si no representan un peligro para nuestra integridad física. Aquí, en La Parada, se tiene que meter la policía y hacer cumplir la ley”.
Dada la invasión de andenes, los transeúntes deben ir por la vía, mientras los vehículos van a paso lento en medio de los compradores.
Y es que parte de los fracasos del despeje del espacio público tiene que ver a que los controles no se mantienen, dijeron justamente los comerciantes formales.
El alcalde Pepe Ruiz señaló ser consciente de esta realidad y afirmó que la situación en efecto ha empeorado.
Por ejemplo, de tener 200 vendedores, ahora hay más de mil, de los cuales más del 50 por ciento son venezolanos y retornados del vecino país.
Tal es el caso de Luis Amaya, colombiano retornado que vivió 15 años en el estado Barinas, y que hoy vende verduras en La Parada.
“Acá hay mucha gente humilde”, afirmó. “Habrá otros que lo hacen con mala intención, pero en mí caso y en otros muchos que conozco, no; lo hacemos porque necesitamos el trabajo”.
Ruiz precisó que el municipio espera dar una solución jurídica al problema, y sostuvo que la idea es darle movilidad y organización al sector.
“Hay que darle orden a La Parada y no podemos permitir que se nos convierta en un territorio sin ley”, puntualizó. (Texto y fotos/Diario La Opinión)