Es mucho más dañino para el medio ambiente, y más peligroso para la salud y la vida, quemar los residuos -la basura-, que dejar que se descompongan por sí solos. Tal es la posición sobre el tema del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Y es esta preocupación de la ONU lo que le ha llevado a decretar el día 18 de junio, hoy, como el Día Mundial Contra la Incineración, con lo cual se pretende generar alerta a escala mundial sobre la producción de contaminantes y los efectos nocivos que esta práctica industrial causa al medio ambiente y a la salud de los seres humanos.
En esta fecha, grupos ambientalistas en todo el mundo realizan demostraciones y protestas contra la incineración de residuos, exigiendo a los Gobiernos que detengan esta práctica contaminante.
La incineración es una técnica de tratamiento de residuos a largo plazo, que permite reducir su volumen, su peso y modificar su composición. Es una estrategia costosa, rígida y dependiente de la tecnología, por lo cual, para muchos gobiernos locales en el mundo, aplicar este método significa utilizar todo, o la mayor parte de su presupuesto, para destinarlo a la gestión de residuos.
Para la ONU, la práctica extendida de incinerar los desechos genera 69 % de la emisión total de dioxinas, una sustancia tóxica que pueden provocar malformaciones congénitas, problemas reproductivos, daños al sistema inmune y cáncer, según señaló la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, IARC, por sus siglas en inglés.
Adicionalmente, serios estudios de investigación sobre el tema revelaron que la quema de basura contamina el aire con dióxido y monóxido de carbono, mercurio y otras partículas que se dispersan y bioacumulan en el aire, el agua y el suelo. Se estima que casi 30 % de una de las sustancias liberadas en la incineración, en forma de partículas, es capaz de oscurecer los rayos solares, y ocasionar daños en los pulmones, generando enfermedades respiratorias.
Las emisiones de la incineración y las cenizas tóxicas que ellas producen, han sido vinculadas con la contaminación del ambiente, pues se ha encontrado componentes relacionados a esas sustancias en alimentos, nuestros tejidos corporales, en recién nacidos, y en la leche materna.
¿Cuál es la solución?
Ante este panorama, por propuesta de la ONU, los países signatarios, firmaron el Convenio de Estocolmo sobre Compuestos Orgánicos Persistentes (COP), el 23 de mayo de 2001, el cual entró en vigencia a partir del 17 de mayo de 2004.
Básicamente, el mencionado convenio busca eliminar o minimizar la descarga de por lo menos 12 de las sustancias tóxicas más persistentes del planeta, las cuales se clasificaron en 3 categorías: Productos químicos, hexaclorobenceno y bifenilos policlorados. Estas sustancias derivadas son altamente tóxicas, bioacumulables y resistentes a la degradación.
Incineración
vs Reciclaje
La incineración de la basura compite directamente contra el reciclaje, dado que esa práctica, requiere generar altos niveles de energía, y para ello, necesita alimentarse de forma permanente de materiales con alto poder calorífico, entre los que se encuentran precisamente, aquellos que son los más propensos a ser objeto de reciclaje, tales como el papel y los plásticos.
Simultáneamente, las fuentes de trabajo y otras actividades que genera la industria del reciclado, están en serio riesgo en la medida en que la incineración siga siendo una práctica.
Día Mundial contra la Incineración
El Convenio de Estocolmo acordó celebrar el 18 de junio de cada año, a partir de 2002, el Día Mundial contra la Incineración de Residuos, y recomienda el empleo de tecnologías alternativas para evitar la emisión de estos tóxicos, capaces de provocar mucho daño a los seres humanos.
En este día, grupos ambientalistas y de ciudadanos defensores de la vida sana y la ecología en todo el mundo, llevan a cabo manifestaciones y protestas cívicas contra la incineración de residuos, pidiendo a sus gobiernos que actúen para minimizar esta tecnología contaminante, y recomiendan la aplicación de tecnologías alternativas y amigables con el medio ambiente, para evitar la emisión de sustancias tóxicas que perjudican el planeta y a sus habitantes.
Y… ¿en San Josecito?
Desde hace varias décadas funciona en San Josecito, municipio Torbes, el llamado vertedero de basura, en el cual se recogen los desechos sólidos de nueve municipios del estado: San Cristóbal, Torbes, Capacho Nuevo, Capacho Viejo, Andrés Bello, Guásimos, Cárdenas, Córdoba y Junín.
Desde el primero de febrero 2017, la Gobernación del estado transfirió a la Mancomunidad Metropolitana de Desechos Sólidos del estado Táchira (Mamdesta), presidida por la alcaldía del municipio Torbes, la responsabilidad del manejo del vertedero.
De acuerdo con algunas cifras recogidas informalmente, cada día ingresa a este quemadero, o centro de incineración de desechos, la basura que producen más de 1 millón de habitantes de esos municipios, en cerca de 150 camiones que descargan allí unas mil toneladas de residuos.
Ha sido un centro de problemas, no solo por su mantenimiento, en cuanto a carencia de maquinaria adecuada, para hacer la necesaria limpieza en sus cuatro terrazas, sino también por el presupuesto adecuado para su funcionamiento.
Pero como centro de contaminación ambiental, no escapa a las consideraciones que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente hace sobre los centros de incineración en el mundo, la mayoría en mejores condiciones que éste, y que el Convenio de Estocolmo pretende solucionar.
La basura en su perenne hervidero, con sus “cultivos” de roedores, zamuros y animales callejeros, contamina la existencia en las comunidades nacidas en su entorno, además a unas 400 personas que laboran en el vertedero, incluyendo ancianos, mujeres embarazadas y niños, quienes cada día buscan entre esas toneladas de desperdicios cualquier tipo de desechos que sirva para obtener algún dinero a cambio.
Humberto Contreras