Regional

“La santísima Virgen curó a mi muchacho”

15 de agosto de 2020

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Flor Rojas, vendedora de motivos religiosos frente a la basílica, desde hace cuarenta años, nos relata dos casos de sanación milagrosa que ha presenciado, entre ellos el de su propio hijo


Por Armando Hernández

Son incontables los testimonios y agradecimientos por milagros, que a lo largo de su historia, han sido  atribuidos a la Virgen de La Consolación de Táriba, y con frecuencia  se observa llegar a la Basílica, a gran cantidad de personas  que van a agradecer con regocijo, por un favor concedido, y otras, desesperadas, para implorar la tan preciada ayuda divina, la cual solicitan en medio de lagrimas y desesperación por problemas de salud con compromiso de vida, o asuntos tan difíciles que la gente espera solucionar, así como los deseos que sueños y esperanzas cristalicen como es su anhelo.

Este año no habrá este río humano por la pandemia. Desde las casas pedirán para que se acabe el virus.

“Sanó a mi hijo”

Flor de Rojas es una vendedora de motivos religiosos que trabaja en las inmediaciones de la basílica, y sus cuarenta años dedicados a tal actividad la convierte en testigo de excepción de numerosos actos de fe. No solo conoce historias de personas  que recibieron la gracia mariana y el milagro llegó para cambiar sus vidas de manera positiva, ante lo que era un futuro incierto.

Nos dice que, en lo personal, puede pregonar que la Virgen le hizo un milagro que salvó a su pequeño hijo, en ese entonces de apenas 5 años. El muchacho comenzó a sufrir de convulsiones, cada día más graves e intensas, cuyo origen los médicos no lograban descubrir. “Fueron momentos muy duros y de gran angustia”, dice luego.

—La ciencia médica nada podía hacer por mi muchacho y eso era terrible—. Lo encomendó a la Virgen de la Consolación, con fe y devoción, pidiendo que lo sanara y no permitiera más sufrimiento, ni para el niño ni para la familia. “Mis oraciones y súplicas fueron oídas y un día las convulsiones desaparecieron y el niño se recuperó, ante la sorpresa y estupor de sus médicos. La santísima Virgen curó a mi muchacho y por eso le estoy eternamente agradecida”, dijo luego.

Flor cuenta que su hijo hoy cuenta con 25 años de edad, y nunca más volvió a sufrir de ataques convulsivos y, además, goza de extraordinaria salud.

Es un milagro en primera persona, del cual puede dar fe y testimonio, según dice.

Joven desahuciada

La vendedora de imágenes, “milagritos” y hasta oraciones a la Virgen, nos revela detalles de otro milagro del cual fue testigo. Hace referencia al caso de una joven que fue desahuciada por la ciencia médica a causa de un cáncer en la sangre. Un caso de  leucemia, aclara.

—Esto fue un acontecimiento muy duro, porque esa muchacha, con toda una vida por delante, con toda seguridad moriría, agobiada por tan terrible enfermedad. La familia, en medio de su desesperación y debido a que el tiempo de vida dado por los médicos se agotaba, se la encomendaron a la Virgen de la Consolación. Fue un acto de mucha fe y entrega, en que se pedía la intervención de la patrona del Táchira para curar a la joven, que estaba destinada a una muerte prematura.

Inexplicablemente para la ciencia, las cosas cambiaron de un momento a otro. La joven, en medio del estupor de sus médicos, comenzó a recuperarse. Su palidez desapareció, al mejorar su semblante, y las fuerzas regresaron. Su sanación fue total, hasta el punto que ahora se le ve completamente recuperada de ese mal que casi la mata, dijo más adelante la señora de Rojas.

Flor dice que, en sus cuarenta años laborando frente a la basílica de Táriba, son muchas las cosas que ha visto y vivido. “Puedo decir que en realidad es una virgen muy milagrosa, y ahora mismo, a pesar de la pandemia, la gente viene a orar y reza de rodillas ante la iglesia cerrada”.

No habrá peregrinación, otro hito histórico

Para este  15 de agosto del  año 2020, las cosas cambiaron. No habrá esa celebración de años anteriores, ni se verá la romería por las calles de San Cristóbal y Táriba. No habrá fieles que carguen sobre sus hombros la sagrada imagen, ni que la acompañen entre cánticos y oraciones. No habrá sacerdotes en romería, ni se verá la presencia en las calles de nuestro obispo, Mons. Mario del Valle Moronta.

No habrá policía ni bomberos cuidando a las personas, ni paramédicos ni puestos de primeros auxilios. Los planes de seguridad, elaborados con bastante antelación, quedaron en el papel.

Y es que todo cambió en un santiamén, la vida de millones de personas fue trastocada por el COVID-19, cambiando sus costumbres. El virus afectó su trabajo, sus rutinas y se generaron nuevas necesidades y peligros. Las personas fueron obligadas a permanecer en sus casas y evitar el contacto, incluso con sus familiares, a los efectos de no exponerse a la pandemia.

El COVID-19 también cambió los ritos, y la Iglesia venezolana también fue afectada, debiendo cerrar sus puertas, precisamente, poco antes del inicio de la Semana Santa. Entonces, los actos religiosos se realizaron en iglesias cerradas y sin la vital presencia de los feligreses, que se vieron obligados a seguir los oficios a través de la radio, la televisión o las redes sociales.

Recientemente se tomaron acciones que llevaron a la suspensión de los actos que estaban previstos para el dia del Santo Cristo de La Grita, y ahora ocurre con la Virgen de La Consolación. No habrá serenata a la Virgen, ni peregrinación, ni la santa misa con asistencia de los devotos. Todo será virtual.

Solo se tiene previsto que la Virgen, en un carro, haga un recorrido por las principales calles de Táriba, sin procesión. La milagrosa imagen ira tan solo acompañada por los sacerdotes, que en su nombre impartirán bendiciones.

El párroco rector de la Basílica Nuestra Señora de la Consolación, presbítero Jose Borelli Arellano Avendaño, nos dice con sabiduría: “No hay mal que por bien no venga. Todo eso que está ocurriendo es para aprender; sea como sea, es una enseñanza. “Recuerde, después de cada mal viene un bien día, y esta enfermedad nos ha servido para reflexionar, para valorarnos como personas, para valorarnos como familia, para valorar lo que tenemos y hasta para valorar el trabajo”, dice.

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