Regional

Leydi Liliana, una joven mujer dedicada a la mecánica

7 de marzo de 2020

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En un primer momento existía la desconfianza entre los clientes por tratarse de una mujer, pero ahora la buscan para que repare sus carros

Creció entre herramientas, tornillos y aceite, en el taller de su papá, observando el accionar en un oficio que le gustó y asumió, convirtiéndose en una mecánica especialista en camionetas, tal vez la única en la ciudad. Logró vencer la desconfianza y reticencia de los clientes, que no veían con buenos ojos que una mujer se encargara de reparar y chequear su vehículo


Armando Hernández

El Dia Internacional de la Mujer (8 de marzo) es considerado como el de emancipación de la mujer, tras una larga lucha por obtener el derecho a un desarrollo íntegro como persona, asumiendo comportamientos que marcaron hito en la historia, exigiendo igualdad en condiciones de vida y trabajo y un derecho a desarrollar una vida normal, con el pleno reconocimiento por parte de la sociedad.

La historia nos recuerda, como la primera conmemoración del Día de la Mujer, el 19 de marzo de 1911, en Alemania, Austria y Dinamarca, dando inicio a una gesta que rápidamente se extendió por Europa, América y otros continentes, ganando simpatizantes. En 1914, en Alemania, Suecia y Rusia, es conmemorado por vez primera, de manera oficial, el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, pero es una decisión de las Naciones Unidas en el año 1975, que lo institucionaliza como el Día Internacional de la Mujer.

Dudas y reticencias

Fue una lucha de muchos años, difícil, extenuante, agotadora, de muchas dificultades y complicada por los conceptos de desigualdad, muy arraigados para la época. Era necesario superar obstáculos  y vencer perjuicios,  y sobre todo el denominado “machismo”, que  limitaba el accionar de la mujer.

Poco a poco, la mujer fue ganando terreno y logrando el reconocimiento de sus derechos. Para ello se basó en su voluntad y capacidad al momento de desempeñar bien cualquier tarea, por muy difícil que pareciera, en particular oficios tradicionalmente ejercidos por hombres.

Ganar el respeto era fundamental y para lograr el reconocimiento se vieron en la necesidad de asumir las más diversas tareas y competir con el sexo masculino, demostrando que también pueden hacer las mismas tareas con igual o mas efectividad, pese a las dudas y desconfianzas del sector masculino, donde existe un alto grupo de seres que aun hoy, transcurrido un siglo del inicio de ese lucha, pretenden observar estos esfuerzos con reticencia, cuando forman parte de los oficios que consideran no son propios para “el sexo débil”.

“Podemos hacer el mismo

trabajo de un hombre”

Leydi Liliana Pérez Rincón es uno de esos ejemplos. Su trabajo no es el que uno espera para una dama, ya que se dedica a un oficio exigente, duro, difícil, de gran exigencia física y mental, y de mucha responsabilidad, como ella misma lo dice, un oficio tradicionalmente ejercido por hombres. Y es que esta joven, madre de un niño de apenas quince meses, se ha especializado en la mecánica automotriz, la reparación de camionetas.

Es normal observarla debajo de un carro, o en el compartimiento del motor, armando o desarmando, mirando y probando. Escuchando con atención ruidos y hacer el diagnóstico de posibles problemas. Por experiencia, con tan solo escuchar “cómo ruge un motor”, al acelerarlo, ya presume qué tipo de daño pudiera tener.

“Tengo seis años en esto, metida completamente en la mecánica”, dice para alegar luego: “Mi papá era mecánico y desde pequeña comencé a ver cómo eran las cosas y me llamó la atención. Aprendí el oficio y aquí estoy”, comenta luego.

—Mucha gente cree que este es un trabajo netamente para hombres, pero a mí no me parece. Hay personas que piensan que por uno ser mujer no puede estar en esto, pero sí es posible, yo soy muestra de eso. Lo que pasa es que los obstáculos nos los ponemos nosotros mismos. La mujer puede hacer el mismo trabajo de un hombre, con iguales o mejores resultados, dependiendo del tipo de tarea.

Algunos desconfían

Leydi Liliana trabaja en el taller de su hermano Danny, en la carrera 22 con calles 15 y 16 de Barrio Obrero, donde a diario se ve llegar camionetas de diversos tipos y marcas para reparaciones o chequeos. En oportunidades, cuando los dueños de los carros se percatan que es una mujer la encargada de arreglar su camioneta, se sienten inquietos, “piensan que por del hecho de ser mujer, no soy capaz”, dice entre risas. “Cuando ven los resultados y encuentran todo bien, se dan cuenta de que eso no lo hace necesariamente un hombre, que todos somos iguales. Lo miran a uno trabajar y se dan cuenta de que esa mujer sabe lo que está haciendo”.

—Cada quien trabaja en lo que quiere y le gusta, y a mí me gustó la mecánica, y ser mujer no es impedimento.  Confiesa que antes trabajaba como mototaxista por las calles de la ciudad, pero un carro se la llevó por delante, causándole una fractura de tibia y peroné. “Fue cuando opté por la mecánica como trabajo”.

“Todos somos mecánicos”

Explica Leydi Liliana Pérez que mantiene una excelente relación de trabajo con sus compañeros, que la aceptaron y que gracias al apoyo de su hermano Danny ha mantenido el mismo ritmo de trabajo por varios años. –Me enseñan y me ayudan; me la llevo muy bien con los demás mecánicos –aseveró-.

A veces sale lo que los mecánicos llaman “gallos”, que consisten en una pieza difícil de sacar o una falla que cuesta trabajo reparar, pero eso ocurre en todo oficio. “Algunas piezas se atascan, hay tornillos o tuercas difíciles de aflojar y como no tengo la misma fuerza de un hombre, con ‘mañita’ se puede. Utilizo una palanca, por ejemplo, y si no puedo aún, pido ayuda a los hombres, que vienen gustosamente a auxiliarme”, acota después la joven mecánica.

Con seriedad, explica que durante su transitar por ese camino le han ocurrido cosas graciosas por su condición de mujer, dedicada a un oficio de hombres. No obstante, advierte: —Este es un trabajo muy serio, delicado y de gran responsabilidad, porque la gente utiliza los carros para movilizarse y deben quedar bien arreglados, ya que una situacion dada puede poner en peligro sus vidas—.

Destaca que sus clientes han pasado de la desconfianza a la confianza. “Cuando ven el trabajo que uno hace, se admiran y después lo buscan directamente a uno para que les arregle sus carros, porque estan satisfechos con los resultados, porque nosotras, las mujeres, también podemos hacer un buen trabajo”.

“Yo tengo un niño que tiene un año y tres meses de edad, y trabajé la mecánica hasta los seis meses de embarazo, claro, no cosas fuertes, pero sí trabajos de importancia, y eso demuestra que todo es posible, que todo se puede en esta vida, con cuidado y con precaución. Después de cumplida la dieta, regresé al taller y comencé a trabajar como antes”.

Este tipo de actividad no ha cambiado la relación de madre, “soy una madre normal, como todas, que comparte con su hijo y los atiende, que lucha para darle todo. Todo lo que necesite y lo que ni yo pude tener”, comenta con sentimiento.

—Para todo hay tiempo, atiendo a mi hijo, paso los días y fin de semana y a pesar de que la cosa está dura, sigo mirando hacia adelante. “Ahí vamos viejo, echando pa’ lante; la cosa esta fuerte, pero con ganas de trabajar y luchar se puede progresar”.

Leydi Liliana no conoce otras mujeres que trabajen en San Cristóbal en su misma especialidad y recomienda a sus congéneres no detenerse ni amedrentarse ante los retos. “Si le gusta un trabajo, hágalo, porque todo se puede, ningún reto es grande si se tiene la capacidad”, asegura esta mujer que creció entre herramientas, tornillos y aceite.

Un señor, presente durante la entrevista que se desarrolló mientras le arreglaba su carro, dijo: “Esto de Liliana es admirable”, y recordó que hace años conoció a dos mujeres gandoleras, hermanas, que vivían en Coloncito. “Se dedicaban al transporte de ganado y mire que esto es muy difícil, porque las reses siempre están en movimiento”. Lamentablemente, hace poco murió una de ellas.

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