Destruyen cuatro minas antipersonales en Norte de Santander
27 de noviembre de 2024
La familia no tiene recursos para cubrir los costos de los medicamentos, por el orden de los 100 mil pesos
Freddy Omar Durán
La compasión de sus vecinos, en el barrio Lourdes, ha salvado la vida de Jefferson Saavedra, cada vez que ha caído en un ataque de convulsiones mientras transita por la calle.
En una ocasión, el episodio epiléptico, a sus nueve años, le vino mientras manejaba una bicicleta y al perder el control del vehículo fue a dar contra un camión de refrescos en subida. Si hoy está contando el cuento, es por un milagro divino, pero una herida en su cabeza le recuerda ese incidente.
— Hace un mes me dio el último ataque y me fui para atrás. Me tomaron 8 puntos. Menos mal que al momento pasaba una unidad de Defensa Civil, ellos me recogieron y llevaron para el Hospital Central –afirmó Saavedra mientras mostraba su nueva y viejas heridas
Una condición médica que de por sí le dificulta la posibilidad de conseguir un empleo, le hace casi imposible poder contar con un tratamiento médico que ronda los 100 mil pesos y se lo tienen que traer de Cúcuta, pues es muy difícil de conseguir en San Cristóbal.
Hoy cuenta con el especial apoyo de sus abuelos, Elvira Sánchez y Pedro Antonio Saavedra, que con la venta de helados redondean un presupuesto familiar que debe incluir al joven Jefferson, que también hace su aporte vendiendo lotería, pero no es suficiente. Como él, muchos casos de epilepsia se han convertido en factores incapacitantes de quienes desean tener una oportunidad de recibir un ingreso y dejar de ser una carga para sus familias, cuando no se convierte en motivo para caer en la indigencia.
—Mi esposo es el que trabaja, vende heladitos en la calle y de eso saca, dos semanas para la papa y dos semanas para su tratamiento de fenobarbital y otros medicamentos. A él le vino a dar eso al año y medio; pero yo en ese momento no me encontraba en San Cristóbal, y luego supe que aparentemente se había caído de cabeza desde la cama; esos golpes son muy peligrosos— contó preocupada la señora Sánchez.
Por un tiempo, los ataques pueden mermarse, pero cuando regresan, lo hacen con una violencia que anula al paciente.
—El año pasado, en abril, sin decirle mentira alguna, me pegaron 25 veces seguidas las convulsiones. Yo tomaba refresco y café, y me los tuvieron que prohibir. La última vez, en consulta, fui para que me dieran el récipe a ver si lo adquiría en las farmacias, porque ya en el hospital no lo dan. La gente del sector es buena y a veces me regalan mercadito— aseveró Saavedra.
Para quienes deseen colaborar, están disponibles los números telefónicos: 04263793346 y 02763551080. (FOD)
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