Regional

Marina y Mayra Pérez Carreño habitan en el corazón de su comunidad

11 de noviembre de 2020

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Norma Pérez M.


 

Marina y Mayra Pérez Carreño.

El 7 de noviembre siempre fue un día de celebración en el seno de la familia Pérez Carreño. Cuando el calendario señalaba esa fecha, la casa se vestía de fiesta, pues es el cumpleaños de Ronald, hijo de la señora Marina Carreño y hermano de la doctora Mayra Pérez Carreño.

Esa tarde, madre e hija se comunicaron vía telefónica con Ronald, quien reside en Bogotá. Para él fue una dicha enorme escuchar las voces de sus seres queridos que lo felicitaban y cantaban el cumpleaños desde la distancia. El mejor regalo para un hijo y hermano amoroso.

En horas de la noche ocurrió la tragedia. Y aquella fecha tan especial se convirtió en angustia, impotencia y tristeza.

Este martes, familiares y amigos despidieron a Marina y a Mayra de este plano terrenal. Pero para ellas siempre habrá un lugar privilegiado en la memoria y en los corazones de quienes las conocieron. Ese que se reserva a los buenos amores.

“Eran muy unidas y se fueron juntas”

José Orlando Valero es yerno de Marina Carreño; compartía junto con su esposa, María Aurora, y sus hijos, la vivienda familiar donde ocurrió la tragedia. Por su trabajo de vigilante nocturno, no se encontraba en la casa al momento del desbordamiento del río Carapo.

“Llegué a eso de las once y media y logramos rescatar a mi esposa, a mi cuñada y a las niñas. A la suegra y Mayra ya se las había llevado la crecida.  Fue algo terrible, ver que no pudimos salvarlas. Esa es una noche que no quisiera recordar”.

Muy conmovido, José Orlando Valero revive los acontecimientos. Para él es difícil, pues durante más de treinta años vivió con la familia de su esposa, en la casa de Los Corredores. Un hogar que vio desaparecer en minutos.

José Orlando, yerno de Marina Carreño.

“Cuando mi mamá falleció, la señora Marina pasó a ser mi madre; entre los dos existía un afecto enorme”, dice mientras no puede contener el llanto.

La recuerda como una mujer animosa, trabajadora: “sus pasteles eran famosos; después se enfermó de los pulmones, pero siguió muy activa. Le gustaba cocinar, atender a sus hijos y nietos. Durante los días de la pandemia, como no salía mucho, después de desayunar se sentaba con sus hijas a jugar Ludo, lo que repetían en las tardes. Con eso se divertían y pasaban el rato”, rememora.

Un hogar que ya no existe.

De su cuñada, Mayra, comenta que se graduó de médico integral en la Universidad Bolivariana, trabajaba en el módulo de El Poblado y el Centro de Diagnóstico Integral: “Cuando la mamá se enfermó, siempre estaba junto a ella. Era muy cariñosa, la abrazaba y la cuidaba. En una ocasión comentó que si su mamá se iba de este mundo, ella se iría con ella, y eso pasó. Era mucho el amor que se tenían”.

 

Es un dolor muy grande, que debemos soportar”, dice entre lágrimas, mientras mira desconsolado hacia el interior del que fue su hogar, ahora en ruinas.

“Personas muy apreciadas”

La suegra de Ronald Pérez Carreño, Lastenia Betancourt, habla con especial afecto de sus parientes.

Lastenia Betancourt, suegra de Ronald Carreño.

Habita en el barrio La Guaira, muy cerca de Los Corredores.  De la madre, dice que era muy apreciada por sus vecinos y amigos, pues para todos tenía la mano extendida y una gran disposición a ayudar.

“Aquí, en La Palmita, todos la querían porque con su manera de ser, humilde, a todo el mundo ayudaba; era una persona alegre, disfrutaba compartiendo con sus hijos y nietos”.

A la doctora Mayra, a quien vio crecer, la visualiza como una joven tranquila y responsable: “también me duele en extremo su muerte, la conocí desde que era una niña. Tengo muchos recuerdos con ella, pero ahora todos somos víctimas de esta desgracia que ocurrió”.

Una relativa calma cubre al barrio La Palmita, marcado con una profunda huella de aflicción. En la casa de los Pérez Carreño la puerta permanece, inservible, a un lado. Aquellos días de hogar cálido, de reuniones, risas y juegos, desaparecieron. Los seres queridos ya no están.

Dolorosa despedida

Escenas de dolor se vivieron a la salida de la funeraria donde se velaron los cuerpos de Marina Carrero de Pérez y su hija, Mayra Pérez Carreño, fallecidas durante el desbordamiento del río Carapo, en el sector Los Corredores de Rubio.

Por ser una semana radical de cuarentena no se ofició la misa, pero el párroco de la iglesia Santa Bárbara, presbítero Julián García, acudió hasta la capilla velatoria para dar la palabra de Dios y dar la bendición a madre e hija.

Familiares y amigos acompañaron el cortejo fúnebre por las calles de la capital del municipio Junín para darles el último adiós.

Hasta el Centro de Diagnóstico Integral, donde Mayra Pérez Carreño cumplía funciones como médico, llevaron sus restos mortales. Allí sus compañeros de trabajo hicieron un corredor de honor para despedirla en medio de aplausos.

La licenciada Salomé Meza tomó la palabra e hizo una semblanza de la doctora Mayra, a quien recordó como una persona dedicada y generosa, siempre dispuesta a ayudar a sus semejantes.

De allí partieron al cementerio Terrazas de la Paz para darles cristiana sepultura. Se alejaron hacia su última morada entre lágrimas y acordes de música vallenata.

 

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