Regional
Mientras oraba en el Huerto de los Olivos se produce el arresto de Jesús El Nazareno
9 de abril de 2020
**** Tres de sus discípulos se encontraban cuando se hizo presente Judas Iscariote acompañado por de soldados, sumos sacerdotes, fariseos y siervos para arrestar a Jesús. Judas deposito un beso en una mejilla, que era la señal para que fuera reconocido y aprehendido. Es en ese momento, Pedro, tratando de proteger al Nazareno, tomó una espada y ataca a un hombre quitándole la oreja. Jesús reprendió a Pedro y milagrosamente sanó la oreja del herido
Armando Hernandez
Este Jueves Santo se conmemora la noche en que Jesús fue arrestado en el huerto de Getsemaní, o huerto de Los Olivos, lugar a donde frecuentemente iba con sus discípulos a orar, según (Juan 18:2). Esta noche, después de la Santa Cena, se consumó la traición por parte de Judas Iscariote, que al frente de un grupo de soldados llegó para entregarlo, en presencia de atemorizados discípulos que poco pudieron por ayudarlo, especialmente Pedro, que usando una espada, corta la oreja de uno de los hombres de la multitud, de nombre Malco, sirviente de Caifás, el sumo sacerdote. Jesús curó la herida y según las sagradas escrituras, criticó el acto de violencia, insistiendo en que no debían resistirse a su arresto.
Es arrestado
Los hechos de Getsemaní ocurrieron en la noche anterior a su crucifixión, cuando Jesús fue traicionado. Después de haber celebrado la pascua va al huerto acompañado de tres de sus discípulos. Pedro, Santiago y Juan, a quienes les pide que velen y oren con él para que no entren en tentación (Mateo 26:41). Sin embargo se quedaron dormidos y en dos oportunidades debió despertarlos y recordarles que debían orar.
En lugar aparte, un poco retirado de sus tres seguidores, pide a su padre que le alejara la copa de la ira que estaba a punto de beber y se sometía a su santa voluntad. Estaba muy triste y Dios, envió un ángel del cielo para fortalecerlo (Lucas 22:43).
Judas Iscariote, el traidor, llegó acompañado de soldados, sumos sacerdotes, fariseos y siervos para arrestar a Jesús. Judas lo identificó por la señal acordada con los captores y deposito un beso en una mejilla, para que fuera reconocido y aprehendido. Es en ese momento, Pedro, tratando de proteger a Jesús, tomó una espada y ataca a un hombre quitándole la oreja. Jesús reprendió a Pedro y milagrosamente sanó la oreja del herido.
Los acontecimientos que ocurrieron en el huerto de Los Olivos demuestra la voluntad de nuestro Salvador a morir en la cruz, para pagar el castigo por nuestros pecados.
Jueves Santo
Varios son los significados que tiene el Jueves Santo para la Iglesia Católica, puesto que recuerda acontecimientos puntuales, como el de la Ultima Cena, el lavatorio de pies, la oración de Jesús en el Huerto de Los Olivos y su arresto, la institución de la Eucarística y la Orden Sacerdotal, cuando al partir el pan, dijo a sus apóstoles: “Haced esto en memoria mía”. Fue la reunión para despedirse de ellos, pues estaba cerca la muerte que ya preveía y había hecho referencia poco antes.
Oración en el Huerto de los Olivos
Los Evangelios nos refieren que terminada la Última Cena, en la que Jesús instituyó la Eucaristía y el orden sacerdotal, y dio como mandamiento: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado», salió con ellos hacia el monte de los Olivos. Por el camino les anunció, una vez más, que eran inminentes los acontecimientos de su pasión, en los que todos le abandonarían.
Llegados al huerto de Getsemaní, donde Jesús se había reunido muchas veces con sus discípulos, se apartó del grupo, tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan, a quienes les confió: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo». Pero ni siquiera estos escogidos fueron capaces de acompañarle velando y orando.
Según el relato de Lucas, Jesús se apartó de ellos y, puesto de rodillas oraba, diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; que no se haga mi voluntad sino la tuya. Lleno de angustia oraba con más insistencia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra.
Finalmente, se levantó de la oración, fue donde los discípulos y les dijo: “¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación; ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores”.
Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce apóstoles, acompañado de un grupo numeroso de personas algunas armadas de espadas y palos. Judas había acordado con anterioridad: “Será aquel a quien yo dé un beso. Prendedle de inmediato”. Al instante se acercó a Jesús y le dijo: “¡Salve, Rabbí!”, y le dio un beso en la mejilla. Jesús le replicó: “¡Judas, con un beso has entregado al Hijo del hombre!”. Entonces los espadas, echaron mano a Jesús y le prendieron. Los discípulos le abandonaron y huyeron.
No habrá lavatorio de pies
De nuevo la situación generada por la pandemia del Coronavirus se deja sentir en la iglesia, que se vio en la necesidad de suspender todos los oficios públicos como prevención. Por Decreto de la Congregación para el Culto Divino, se omitirá el lavatorio de los pies, al igual que la procesión y el Santísimo Sacramento, será reservado en sagrario. Así mismo se concede a los presbíteros la facultad de celebrar la Misa, sin la presencia del pueblo, en lugar adecuado.
Desde el Palacio Episcopal se transmitirá un programa cuyo tema central será: El Sacerdocio de la nueva Alianza, para acompañar a todos nuestros sacerdotes con la oración, en el día que se celebra la institución del Sacerdocio Sacramental.
Todas las parroquias deberán unirse y establecer mecanismos para transmitir esta programación por radio, televisión y medios alternativos.
Se insiste en la necesidad de celebrar a puertas cerradas la Misa IN COENA DOMINI, teniendo en cuenta lo establecido por la Santa Sed. Sera a las cinco de la tarde que bajo el oficio del obispo, monseñor Mario del Valle Moronta, será trasmitida desde la Capilla del Señor de Limoncito, en la Catedral de San Cristóbal. De igual manera desde la misma capilla del Señor de Limoncito, a las nueve de la noche de este jueves, será la transmisión de la Hora Santa, durante la cual recordaremos el misterio de la Eucaristía, el sacramento del Sacerdocio y el mandamiento del amor.
Palabra y Eucaristía, misión de la iglesia
Monseñor Moronta al referirse al programa de la Iglesia en Salida, explica que el Jueves Santo
enseña que los ejes centrales de la vida y misión de la Iglesia son la palabra y la Eucaristía, no sólo para la comunidad eclesial, sino que tiene que ver con cada uno de los miembros de la Iglesia. De hecho, las dos realidades, Eucaristía y Palabra, están presentes en la misma persona de Jesús: Él es palabra hecha carne y, a la vez es Sacerdote y víctima, que consigue la perfecta mediación entre Dios Padre y el ser humano.
Al iniciarse el triduo pascual, el Jueves Santo nos permite conjugar estas dos realidades gracias a la iniciativa de Jesús, que convierte con su palabra el pan y el vino en su cuerpo y sangre, como anticipo profético de lo que sucederá pocas horas después. Por ello ambas realidades, su ser-palabra y su ser-Eucaristía, no sólo se unen, sino que constituyen parte esencial de la misión de la Iglesia que nacerá definitivamente en Pentecostés.
Enfatiza monseñor: De hecho, la Iglesia existe para evangelizar, para anunciar el Evangelio. Además, la Iglesia existe para celebrar en todo momento y lugar, la entrega pascual de Cristo. Es el mandato del hacer todo en memoria de Cristo.
Explica el obispo de San Cristóbal, que ambas realidades se dan de manera conjunta: no puede haber evangelización si no desemboca en la Eucaristía; y, no puede haber Eucaristía si no hay palabra. No se trata sólo de la forma como está estructurada ritualmente la celebración eucarística, es mucho más profunda y fuerte la relación existente entre ambas. La palabra es viva, es presencia del Dios que salva, del Dios liberador que sale de su seno para ir a liberar a la humanidad, como nos lo recuerda el relato del libro del Éxodo. Dios sale para darnos a conocer su designio: es así como la palabra se hace carne. Dios – Palabra que cumple su cometido con la ofrenda sacerdotal de su existencia.
Entonces, esa entrega se hace sacerdotalmente eucarística: su cuerpo y su sangre son ofrecidos para la salvación de la humanidad. Su cuerpo entregado como sacrificio; su sangre derramada, como la del Cordero pascual para anunciar el “paso liberador de Dios” y sellar la nueva alianza.
Por otro lado, ésta entrega eucarística y sacerdotal se une a la palabra hecha carne, para mostrar el designio de Dios: el mismo Jesús, en su Última Cena lo da a conocer cuando dice: “Hagan esto en memoria mía”. Memoria es hacer presente, es hacer realidad la presencia actuante y salvífica de Dios salvador, y esa presencia es nuevamente, una expresión de la palabra hecha carne.
En ese mandato, muy bien comprendido por Pablo, al hablar de la tradición que ha recibido, debe seguir transmitiendo y se vuelve a experimentar de manera sacramental, tanto la encarnación de la palabra, como la entrega sacrificial y sacerdotal de Jesús. Al pedir que se haga Memoria, Jesús está extendiendo en el tiempo y hasta los confines de la tierra su acción redentora. Es lo que ha de hacer en todo tiempo la Iglesia en Salida, la que va al encuentro de los hombres para hablarle de la Palabra y hacerles partícipes de la acción sacramental del Dios que salva, asegura Mario Moronta.
Continua diciendo: “Jesús también nos da una clave para poder cumplir a cabalidad tanto la Memoria de su ser Palabra como la de su entrega eucarística: el gesto de amor al lavar los pies a sus discípulos, no debe quedarse en un simple rito que pueda llamarles la atención a algunos. Ese rito habla de la fuerza que movió la palabra y la Eucaristía: el amor.
Jesús les lava los pies a sus discípulos y al despojarse de su condición divina está profetizando lo que sucederá horas más tardes en El Calvario. Por amor será despojado para que su cuerpo sea entregado en ofrenda y su sangre derramada para la nueva alianza.
El Señor da el ejemplo y le pide a sus discípulos y, en ellos a la futura Iglesia, que hagan lo mismo. Por eso, con la decisión del amor, la Iglesia sale también a lavar los pies de todos sin excepción, para conseguir que puedan hacer propia la palabra y entrar en comunión con el Dios de la Eucaristía. Una Iglesia que sale a cumplir la misión que le ha dado Jesús, es una Iglesia dispuesta a hacerse pequeña en el servicio, para engrandecer a todos, que no se encierra y no pone condiciones inhumanas, que perdona y corrige, que refleja en su ser y quehacer la palabra y la Eucaristía.
Toda celebración del Jueves Santo siempre está revestida de una solemnidad sencilla, porque se centra en el amor de aquel que hizo presente la palabra encarnada y se quedó eucarísticamente, luego de su muerte y resurrección. Una Iglesia que así actúa en comunión con él, hace realidad la enseñanza de Pablo “Cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del señor hasta que el vuelva”.
Ahora, llenos de fe y movidos por el amor de Dios sembrado en nuestros corazones, continuemos ésta celebración con la confianza de sabernos transmisores de una tradición recibida, como lo atestigua Pablo, y de una palabra que se ha de seguir manifestando a través de nuestro testimonio, dice finalmente Monseñor Moronta.