A los 76 años ha fallecido monseñor Mario del Valle Moronta, Obispo Emérito de la Diócesis de San Cristóbal, en estas tierras tachirenses que adoptarían, hace más de 25 años, como uno de los suyos a este caraqueño, cuyos restos mortales quiso fueran enterrados bajo la Catedral de San Cristóbal.
Desde diversidad de púlpitos, pronunciaría sus más encendidas homilías contra una sociedad desviada de los preceptos de la fe, así como proclive a la injusticia social y política, pero también sus intervenciones lograron sembrar esperanza por mejores tiempos para quienes se afirman en el ejemplo del Salvador y confían su destino a las manos de su Padre Celestial.
Murió el 4 de agosto, que ha sido señalado por la Iglesia Católica como Día del Párroco, y en el inicio de un mes caracterizado por los dos más importantes eventos religiosos tachirenses, consagrados tanto al Santo Cristo de La Grita como a la Virgen de la Consolación de Táriba, a cuya cabeza monseñor Moronta con su sola presencia los envolvería de una poderosa aura de solemnidad y fervor religioso.
Como obispo de San Cristóbal, cargo asignado por su Santidad Juan Pablo II en el año 1999, ofició misas que merecerían la gran atención de una feligresía deseosa de aliento espiritual, en las que luciría un verbo tan refinado, oportuno y docto en asuntos de Vida y Doctrina.
También sus declaraciones merecieron gran cobertura de los medios de comunicación, ya sea en entrevistas que ofrecía a los periodistas de la región, como en la moderación de sus propios espacios audiovisuales, para brindar brillante luz, no exenta de polémica, sobre los acontecimientos regionales y nacionales.
Como hombre público y titular de tan relevante investidura eclesiástica, muchos pretendieron pasarlo por el scanner político, y solo lograron poner en claro que su única parcialidad era la Causa de la Fe Católica y la defensa de los más desasistidos.
Constructor del clero
Para el Cronista de San Cristóbal, Luis Hernández Contreras, el legado del Obispo Emérito de San Cristóbal, el quinto en la historia de la Diócesis, va más allá de un liderazgo social y tuvo un impacto dentro de la Iglesia tachirense que no ha gozado de la visibilidad suficiente.
–Fue el constructor del clero que tiene la Diócesis de San Cristóbal para el presente y para los futuros 25 años. Él envió a Roma y a otras partes del mundo una buena cantidad de muchachos que lograron obtener, inclusive, muchos de ellos títulos de doctores, de los mejores centros de formación del mundo– afirmó Hernández.
Reconoció que el aporte de Moronta es de significado espiritual que material, como el de monseñor Fernández Feo y su estela de templos en cada rincón del Táchira.
–Moronta cumplió su misión completa de 25 años frente a la Diócesis, retirándose a los 75 años, entregando en vida a su cargo a su sucesor monseñor Lisandro Rivas– agregó Luis Hernández.
Bajo el ministerio episcopal de monseñor Moronta se celebraron dos sínodos diocesanos, jornadas que sirven de reflexión y retiro del clero tachirense, un logro a destacar, cuando por ejemplo, monseñor Sanmiguel –primer obispo del Táchira- había presidido solo uno.
Para la periodista Haydee Useche, monseñor Moronta era un hombre lleno de amor y ternura para el pueblo de Dios, y eso lo demostró en sus visitas pastorales, procurando llegar a cada pueblo del Táchira, no importando cuán lejos estuviera del área metropolitana.
–Era una persona muy humana, muy cercana, como lo manifestó con su experiencia al lado de Cáritas en la asistencia humanitaria a los migrantes, y en ese sentido trabajó en conjunto con el obispo de Cúcuta y párrocos ubicados en zonas fronterizas– reconoció Useche.
Para la comunicadora social, el obispo vivió de cerca cada momento doloroso padecido por el pueblo del Táchira.
–Su inmenso corazón, corazón de Jesús Pastor, apareció cuando tuvo que elevar su voz en pos de la justicia, de la misericordia de la compasión, especialmente cuando conocía el caso de personas que pasaban momentos difíciles con un familiar enfermo— concluyó.
(Freddy Omar Durán)